Enciclopedia de la Literatura en México

Joaquín María de Castillo y Lanzas

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 28 nov 2017 10:03

Nació en Xalapa, Veracruz, en 1801 y murió en la Ciudad de México en 1878. Estudió en Inglaterra, en la Universidad de Glasgow, Escocia, y en el Seminario de Vergara, España. Consumada la Independencia, fue síndico en Veracruz. Secretario particular del presidente Manuel Gómez Pedraza. Diputado. Secretario de Relaciones Interiores y Exteriores. Miembro de diversas sociedades científicas y literarias. Fundó en Veracruz El Mercurio, en 1825, y El Faro. Dirigió el Diario de Veracruz, órgano oficial del Gobierno del Estado. En 1826 redactó La Euterpe. Colaboró en México y en Veracruz en diversas publicaciones.

Notas: Fue el primer traductor de Lord Byron en México, aunque no se manifestó la influencia de este autor en su propia poesía; sin embargo, sí se percibe la presencia de Garcilaso de la Vega en su poema "El recuerdo", y de Olmedo en su "Canto a la victoria de Tamaulipas".

 

Sus padres le proporcionaron esmerada educación en colegios extranjeros, como las escuelas de Strouz West y Oldditold Reen, de Inglaterra; la Universidad de Glasgow, en Escocia, y el Seminario de Vergara, en España. Terminados sus estudios volvió a México y se puso a las órdenes de Iturbide. La caída del gobierno imperial frustró el intento de enviarlo en la primera legación mexicana a Londres.

A los 24 años fue secretario del ayuntamiento de Veracruz, después de consumada la Independencia. Fue comisario pagador del ejército de operaciones de Santa Anna contra la invasión española comandada por Barradas en Tampico, en 1929; secretario del presidente de la República Manuel Gómez Pedraza; tesorero de la Marina e intérprete de la comandancia de la misma; diputado al Congreso de Veracruz, al que no pudo concurrir. Entre 1833 y 1837 fue encargado de negocios de México en Estados Unidos. Regresó a México y fue nombrado diputado por Veracruz al Congreso de la Unión. En 1846 fue designado secretario de Estado y de Relaciones Exteriores y del Interior. Con el general José María Tornel llevó la representación plenipotenciaria de México para celebrar el Tratado de Neutralidad con Míster Conkling, ministro de los Estados Unidos de América respecto a la vía de comunicación por el Istmo de Tehuantepec. En 1858 fue ministro de Relaciones Exteriores por segunda ocasión y desempeñó otros cargos de representación en nuestro país en el extranjero, como el de enviado extraordinario en Londres.

En 1825 editó El Mercurio, primer periódico nacional que vio la luz en Alvarado y Veracruz después de la Independencia; fundó el periódico El Faro y fue director del oficial Diario de Veracruz, además de otros en las ciudades de México, Xalapa y Veracruz, entre los que se cuenta La Estirpe. Defendió la libertad de prensa y expresión, criticó abiertamente la censura y procuró a lo largo de su actividad periodística buscar para los mexicanos independientes un mejor nivel académico en la educación.

En la “Advertencia” a sus Ocios juveniles (1835) expone, con claridad y visión, el papel que ocupa su obra en la naciente patria:

...el templo de las Musas no se ha levantado todavía en la tierra amena del delicioso Anáhuac: apenas se han echado aun los cimientos. Pendiente está además el certamen de los alumnos que esperan ocupar un lugar de aquél. Merezca, pues, indulgencia el mexicano que anticipándose a otros presenta hoy los ensayos originales y traducidos; y sea al menos digna de aprobación su buena voluntad. Imitadores hallará su ejemplo en el país nativo, quienes, más felices en sus esfuerzos “serán gloria de nuestro Parnaso y el encanto de toda la nación”.

Fue además el primer traductor de Byron en México, y tradujo a otros autores ingleses, como a Collins, Campbell, Mrs. Sigourney, Heber y al Latonero de Sheffield; tradujo del francés a Chénier. Su “Canto a la victoria de Tamaulipas” (1832) le abrió los umbrales de la fama literaria, después del descalabro que sufrió a manos de José María Heredia en las páginas de El Iris, en 1826.

Publicó Elementos de geografía para uso de los establecimientos de instrucción pública y dejó, a su muerte, una copiosa obra inédita que se encuentra perdida. 

José Luis Martínez
1993 / 05 sep 2018 07:55

Nació en Jalapa, Veracruz, el 11 de noviembre de 1801. Su educación la recibió en dos colegios ingleses, en la Universidad de Glasgow y en el Seminario de Vergara, en España. Concluidos sus estudios volvió a México en 1822. A la sazón, Iturbide, que había sido ayudante de campo de su padre, se había hecho coronar emperador y Joaquín María se presentó a él quien prometió enviarlo a la primera legación mexicana que iría a Londres. La caída del primer imperio frustró el proyecto pero Castillo y Lanzas fue designado, a los veinticuatro años, síndico del Ayuntamiento de Jalapa y luego intérprete de la Comandancia de Marina. Por aquellos años se dedicó también al periodismo. En 1825 editó El Mercurio, primer periódico independiente que se publicaba en Veracruz y Alvarado, fundó El Faro y fue director del periódico oficial El Diario de Veracruz y de la revista literaria La Euterpe (Veracruz, 1826). Cuando llegó a playas mexicanas la expedición española de Barradas, que pretendía la reconquista de México, Castillo y Lanzas formó parte, como comisario pagador, del ejército que comandaría Santa Anna y que derrotaría a los invasores. Estas experiencias juveniles serán el tema de su poema más famoso, el canto "A la victoria de Tamaulipas". En aquellos años agitados, Castillo y Lanzas continúa abriéndose camino: secretario particular del presidente de la República Manuel Gómez Pedraza; tesorero de Marina; diputado al Congreso de Veracruz, cargo que no pudo desempeñar por haber sido nombrado poco después encargado de negocios en los Estados Unidos (1833-1837); intendente de Marina; diputado al Congreso de la Unión; representante plenipotenciario, junto con el general José María Tornel, para celebrar un tratado de neutralidad con el gobierno de los Estados Unidos, representado por el ministro Conkling, respecto a la vía de comunicación con el Istmo de Tehuantepec; ministro pleni­potenciario en Londres, en 1853 y, en fin, ministro de Relaciones Exteriores en dos breves periodos, del 7 de enero al 28 de julio de 1846, en el gobierno del presidente general Mariano Paredes y Arrillaga, y del 10 de julio de 1858 al 2 de febrero de 1859 con el presidente general Félix Zuloaga. Retirado ya de los puestos públicos, Castillo y Lanzas en sus últimos años fue miembro de la Sociedad de Geografía y Estadística y correspondiente de las Academias de la Historia y de la Lengua de Madrid, sin haber llegado, en esta última, a ser individuo de número de la Academia Mexicana. Murió en la Ciudad de México el 16 de julio de 1878.

Recién llegado de Europa, Castillo y Lanzas comenzó en Veracruz sus trabajos literarios. Cuando editaba El Mercurio, parece haber publicado en 1825 o 1826 un cuaderno de Poesía, que José María Heredia comenta con simpatía pero con rigor en El Iris[1]. El poeta cubano hacía notar en aquellos primeros versos del joven mexicano, "una incorrección extraordinaria, una oscuridad y una confusión, que nace naturalmente de la poca distinción de las ideas", una fraseología afrancesada y un sentimentalismo no atemperado por la crítica, aunque reconocía que su autor tenía "la sensibilidad extrema de la epidermis poética". Algunos de estos descuidos y excesos los corrigió Castillo y Lanzas en los poemas que publicó en su único libro: Ocios juveniles[2]. De los años de sus estudios en Inglaterra llegaban con él no sólo las primeras traducciones de Byron y otros poetas ingleses menos famosos sino también las primeras oleadas del sentimiento romántico. En cambio, en las liras de "Mi deseo", que añoran a su natal Jalapa, hay reminiscencias de la tersura verbal de Garcilaso. De su poema más ambicioso y extenso, "La victoria de Tamaulipas", Menéndez y Pelayo opinaba que era una imitación de "La victoria de Junín. Canto a Bolívar" de José Joaquín de Olmedo, que no alcanzaba la nobleza de su modelo. Cañete, en cambio, consideraba al poeta mexicano "tan correcto y bien formado como el cisne de Guayaquil". Ciertamente, el de Castillo y Lanzas no es un poema excepcional pero sí una oda cuyo fogoso aliento y cuyo brío descriptivo logran hacernos olvidar por momentos a su héroe ominoso.

Poca importancia daba Castillo y Lanzas a sus versos juveniles y, al parecer, no volvió a escribirlos en su madurez. Sin embargo, pudo haber sido un poeta superior a los de su época, por sus horizontes más amplios y por aquella "sensibilidad extrema de la epidermis poética" que le reconoció Heredia.

Hay noticias de que publicó también, en 1852, unos Elementos de geografía para uso de los establecimientos de instrucción pública.