1995 / 19 sep 2018 14:08
Nuestra tradición humanística dispuso de una importante revista: Ábside (1937-1979), centro de difusión, además, de cultura católica. En su larga vida, Ábside fue dirigida por Gabriel Méndez Plancarte, Alfonso Méndez Plancarte, Alfonso Junco y Eduardo Enrique Ríos.
Gabriel Méndez Plancarte (1905-1949), además de creador de la revista que acaba de citarse, fue el más sabio defensor e ilustrador de esta tradición. Así lo muestran sus obras poéticas: Primicias (1927); Salmos (1942); Nuevos salmos y odas (1947); su notable estudio sobre Horacio en México (1937), las investigaciones que dedicó al humanismo mexicano del siglo xviii (1941) y del siglo xvi (1946), a la formación intelectual de Miguel Hidalgo, a las obras de Bello y Joaquín Arcadio Pagaza, y sus traducciones de textos clásicos: Tito Lucrecio Caro y su poema De Rerum Natura (1946), y de latinistas mexicanos: Maneiro: Nueve poemas inéditos (1942), y don Guillén de Lámport, Regio Salteiro, (1948).
Sacerdote y humanista. Fue miembro destacado del movimiento cultural del México postrevolucionario que conjugó el humanismo novohispano con una mexicanidad mestiza. Se doctoró en Filosofía en 1924 y Teología en 1928 en Roma y, posteriormente, cursó estudios de Sociología en Lovaina. Junto con su hermano Alfonso fundó la revista Ábside y la editorial Bajo el Sigo de Ábside, en la que ambos publicaron sus trabajos y versiones. Por sus traducciones y su contribución al rescate del humanismo novohispano es uno de los máximos conocedores mexicanos de los autores clásicos y del periodo colonial. Su obra está muy ligada a la traducción, ya sea a través de sus antologías, como Horacio en México (1937), Humanistas del siglo XVIII (1941) o Humanismo mexicano del siglo XVI (1946), las tres publicadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, o de sus propias traducciones, como El final del maquiavelismo de Jacques Maritain (México, Jus, 1944), Fray José de Sigüenza, poeta e historiador (1544-1606) de María Gonzaga Menger (1945) y De la naturaleza de las cosas de Lucrecio (1946), ambas en Bajo el Signo de Ábside (México). Permanecen inéditas las Metamorfosis de Ovidio, el Regio Salterio de Guillén de Lamport y La Californiada de José Mariano Iturriaga. Como traductor ocupa una posición privilegiada en la actualización de la tradición novohispana. Su Humanismo mexicano del siglo XVI incluye textos de Julián Garcés, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas, Francisco Cervantes de Salazar, Pablo Nazareo y Diego Valadés, traducidos del latín al español, a veces por Méndez Plancarte y otras veces por Joaquín García Icazbalceta (Cervantes de Salazar) y Agustín Dávila Padilla (Garcés). Cuando las traducciones no son suyas, con frecuencia son corregidas por él mismo. Sus anotaciones permiten al lector acceder a una intertextualidad difícilmente identificable a cuatro siglos de distancia. Con su revisión reestablece la dimensión poética de los textos, “condimentándolos” con expresiones latinas y situándolos de nuevo en el universo intelectual del siglo XVI. Esta compilación muestra que el latín se practicaba en la Nueva España tanto como el castellano en los ambientes cultos. Los comentarios del traductor revelan una poética excéntrica que se distingue poco a poco del latín canónico. El punto de partida son los escritos de Julián Garcés, cuyo “elegantísimo latín [...] desaparece fatalmente en la traducción”. El latín de Bartolomé de las Casas es aún “escolástico y empedrado de citas” y distinto del de Vasco de Quiroga, inspirado directamente “en la clásica antigüedad grecolatina”. En su opinión, los humanistas docentes “emplean en general un latín escolástico y un poco seco” pero “no es raro encontrar en sus obras párrafos de sobria elocuencia en que su latín se enciende en lumbres renacentistas”. Diego Valadés, la manifestación más acabada de esta poética excéntrica, “no teme introducir en la lengua del Lacio, apenas modificándolas levemente, palabras indígenas de América, como ‘hamacas’, ‘maíz’, ‘maguey’”. La selección de prosistas se explica en parte por la posición del traductor con respecto a la traducción poética: “para apreciar y saborear a nuestros poetas latinos es indispensable presentarlos y leerlos en su idioma original”. No sería justo considerar el trabajo traductor de Méndez Plancarte como una manifestación trasnochada de la escolástica del siglo XVI. Si la meta del “trasplante” de la tradición grecolatina que tuvo lugar en el siglo XVI puede equipararse a la expansión imperial española, el objetivo de nuestro traductor en el XX es distinto. No se trata solo de ensalzar la misión civilizadora de los latinistas estudiados, sino de mostrar la construcción de la “mexicanidad” a la que dan lugar. En sus propios términos: “el árbol de nuestra cultura tiene dos raíces vitales: la indígena y la hispana, y que -a través de la hispana- sube hasta nosotros, enflorando nuestro ahuéhuetl autóctono, la savia siempre joven de la inmortal cultura grecolatina”.
Bibl.: C. R. P, “Gabriel Méndez Planearte” en A. M. Ocampo (ed.), Diccionario de escritores mexicanos. De las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, 240-241.
Nayelli Castro
Recibió educación básica en el Colegio Teresiano, de Zamora, Michoacán, en el Colegio del Sagrado Corazón, en Puebla y en el Colegio Francés y en el Seminario Conciliar, de la Ciudad de México. Fue enviado a Roma para estudiar en el Colegio Pío Latino Americano y en la Universidad Gregoriana, donde obtuvo el grado de Doctor en Filosofía en 1924 y el de Teología en 1928. El 30 de octubre de 1927 se ordenó como sacerdote y, posteriormente, pasó a la Universidad de Lovaina, en Bélgica, para especializarse en Sociología. Fue catedrático de Latinidad y Literatura en el Seminario de Zamora y, desde 1932, de Historia Universal, Teología y Filosofía en el Seminario Conciliar de México. Fue profesor visitante en el colegio Our Lady of the Lake, de San Antonio, Texas (1943); en la Facultad de Filosofía y Letras (ffl) , de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) (1943); en la Université Laval, de Quebec, Canadá (1946), y en El Colegio de México (colmex) (1949). En 1937 fundó y dirigió la revista Ábside y su serie Bajo el Signo de Ábside. Dentro de sus actividades religiosas se desempeñó como capellán del convento de las Hermanas de los Pobres y de la hacienda “La Sauceda”, en Zamora; del Asilo de la Soledad, en Tacuba, y del oratorio privado de la viuda de Pablo Martínez del Río, en la ciudad de México. Fue censor sinodal de libros del Arzobispado de México y vocal de la Comisión Central Religiosa, de la Acción Católica Mexicana. Colaboró en el diario Novedades (1943-1949) y en las revistas Filosofía y Letras, El Hijo Pródigo, La Voz Guadalupana; la Gaceta Oficial del Arzobispado de México; Estilo, de San Luis Potosí; Orden Cristiano, de Buenos Aires; Thesavrvs, de Colombia, y Mid-America, de Loyola University, de Chicago, Illinois, en los Estados Unidos. Fue miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana y editor de su Boletín.
Gabriel Méndez Plancarte unió su inquebrantable fe cristiana al profundo conocimiento de los clásicos grecolatinos, de la misma manera que lo hicieran los humanistas novohispanos, quienes fueron permanente objeto de estudio, según dan cuenta su Índice del humanismo mexicano, las antologías de Pagaza y de los autores neolatinos de los siglos xvi y xvii, así como El humanismo mexicano, recopilación póstuma de trabajos periodísticos. Esta visión humanística lo llevó a la fundación de la revista Ábside que, en su larga existencia, constituyó la expresión más acabada de la cultura católica mexicana. Horacio en México, a la vez que continuación de los trabajos dedicados al tema por Marcelino Menéndez y Pelayo, precisa los hitos fundamentales para un mejor conocimiento de las huellas del poeta latino en México, desde los siglos coloniales hasta el presente. También se le debe un estudio sobre el aspecto menos conocido de Miguel Hidalgo, su pensamiento filosófico, así como el rescate de la obra de la poeta Concha Urquiza, una mística mexicana contemporánea. Autor de una numerosa obra poética, en la que intentó adaptar las características del versículo bíblico –como el paralelismo y el verso largo– a temas cristianos, tiene también algunos poemas dedicados a recuerdos personales de lugares conocidos. A su muerte dejó numerosos trabajos inéditos e inconclusos, como la traducción completa del poema épico La Californiada de José Mariano Iturriaga; una versión en hexámetros de las Metamorfosis de Ovidio; la selección y el estudio para el tomo dedicado a los humanistas del siglo xvii; una edición más amplia de la obra de Guillén de Lamport, curioso poeta neolatino a quien dio a conocer; así como la edición del epistolario de Fray José Antonio Bermúdez.
- Píndaro Mengarenzo.
Instituciones, distinciones o publicaciones
Academia Mexicana de la Lengua
Ábside. Revista de cultura mexicana
Facultad de Filosofía y Letras FFyL (UNAM)
El Hijo Pródigo. Revista Literaria
El Colegio de México COLMEX
Estilo. Revista de cultura
Seminario de Cultura Mexicana
Academia Mexicana de la Lengua