2015 / 01 dic 2017
Entregado a la imprenta en septiembre de 1948 y finamente publicado en octubre de 1949, Junta de sombras es un volumen de 25 estudios helénicos cuya escritura y organización ocupó no menos de 10 años de la vida de Alfonso Reyes. Originalmente aparecidos en diferentes revistas para la divulgación de temas de la Antigüedad, los ensayos están vertebrados por un mismo objetivo: compartir con el lector un recorrido personal a través de los pilares del mundo griego.
Junta de sombras da testimonio del lugar preponderante que ocupa la antigua Grecia en el humanismo de Reyes. En este volumen su espíritu crítico somete a análisis personajes y acontecimientos históricos y mitológicos de la Hélade. La pluma de Reyes, de elocuente prosa, no sólo intenta deslindar cuestiones que los especialistas han debatido prolijamente, sino que en un viaje de ida y vuelta actualiza preocupaciones de la Antigüedad que hasta la fecha también son nuestras. A partir de la fundación de ciudades, las navegaciones, la filosofía de Mileto, Pitágoras, la poesía lírica, los poemas homéricos, la historia antes de Heródoto, los trabajos de Hesíodo, la tragedia en tiempos de Agatón y los ideales compartidos en los diferentes periodos de la cultura griega se cuestiona el presente. Junta de sombras propone un diálogo humano desde lo griego dirigido a cualquier tipo de lector.
De acuerdo con Ernesto Mejía Sánchez, compilador de las Obras completas de Alfonso Reyes, Junta de sombras significó un alto en el camino del Reyes helenista entre La crítica en la edad ateniense (1941), La antigua retórica (1942) y los tratados póstumos de Religión griega y Mitología griega (1964).[1]
El título de Junta de sombras alude al pasaje de la Odisea que le sirve de epígrafe en el que “llegado al brumoso país de los Cimerios, Odiseo cavó con su daga un ancho foso e hizo una libación a los muertos”.[2]Sedientas y anhelosas por recobrar un poco de vida, “cabezas sin vigor” venidas desde las profundidades del Érebo acudieron en torno al foso de los difuntos y formaron una junta de sombras.
El surgimiento de los textos que lo conforman siguió el ritmo de las necesidades diarias en el quehacer literario de Alfonso Reyes. Por ejemplo, de su discurso de recepción en la Academia Mexicana de la Lengua en 1939, “Fastos de Maratón” es un fragmento. “La nave de Demetrio Faléreo”, “En el nombre de Hesíodo” y “Los Persas de Esquilo”, como apunta Mejía Sánchez, fueron publicados en El Nacional de México el 1° de abril y el 13 de mayo de 1941, respectivamente. “De cómo Grecia construyó al hombre” fue en principio una reseña de la Paideia de Jaeger, publicada en Noticiero Bibliográfico del Fondo de Cultura Económica hacia agosto de 1942.[3]
Así, cada uno de los estudios cumplió antes un propósito distinto. Después fueron revisados para formar un volumen. En el conjunto de sus Obras completas aparece en el número xvii precedido de Los héroes.
El “Prólogo a Bérard” (1945) expone de manera sintética un amplio panorama sobre el estado de la cuestión homérica. Con las tesis de Bérard como hilo conductor del ensayo, Reyes confronta las diferentes hipótesis sobre los predecesores de Homero, así como las dudas en torno a la propia existencia del poeta. Abrigado a ratos en la remembranza de las conferencias impartidas por Bérard en el Instituto Francés de Madrid hacia 1919, el estudio de Reyes da testimonio de la odisea filológica alrededor de la poesía homérica. “La estrategia del ‘gaucho’ Aquiles” (1943) o “Eurínomo y la venganza de Ulises” (1945) son dos lecturas de pasajes específicos de la Ilíada y la Odisea, ya sea como diálogo con un suceso cotidiano ocurrido en Argentina, ya sea como un afán por recorrer el palacio de Odiseo en Ítaca a su regreso.
Asuntos de historia y filosofía
En “La historia antes de Heródoto” (1944), “La aurora de la Investigación” (1944) o “El despertar de Mileto” (1944), Reyes muestra una intensión de pensamiento arqueológico, un afán por restituir el mérito de personajes y hechos que han sido descuidados –a propósito o no– por la memoria histórica. Las primeras líneas de “La historia antes de Herodoto” indican el estado de la cuestión del que Reyes parte y asume necesario matizar mediante el análisis del ensayo: “Hay frases que corren con fortuna por meras razones de economía: ‘Panini es el padre de la Gramática’, ‘Heródoto es el padre de la Historia’”. Lo mismo ocurre con “Los filósofos de las islas” (1944), donde la pluma de Reyes nos vuelve espectadores de una discusión filosófica entre Jenófanes y Pitágoras. “¡Era tan bello!”, inicia la invocación de Pitágoras y la de toda una forma de vida en la antigua Grecia.[4]
La educación social, de vigencia perpetua, toma relevancia en el contexto de la Segunda Guerra. “El mito de Protágoras” (1943) realza el ideal común de la filosofía que Alfonso Reyes resume en tres cuadros: a) los seres mortales han sido creados; b) los mortales poseen ya las técnicas y las artes, pero corren riesgo de perecer a manos de sus propios inventos o bajo el ataque de las fieras, pues carecen de la capacidad de agruparse; c) el instinto social necesita ser educado, conservado y trasmitido.
“Parrasio o de la pintura moral” (1940), “La novela de Platón” (1942) y “Contorno de Aristóteles” (1944) se concentran, el primero, en una disquisición del ser, el parecer y el arte; el segundo, en un estudio de la Atlántida en la filosofía platónica y sus repercusiones en el pensamiento posterior; y, el último, en la vida y obra de Aristóteles según un ejercicio de síntesis elaborado por Reyes.
Inquisición de lírica y tragedia
Anterior al drama trágico y posterior a la antigua epopeya, la lírica es, en palabras de Reyes, “un grito libre del individuo entre dos funciones modeladoras del Estado”.[5] Los “Aspectos de lírica arcaica” (1944), según el uso corriente del término como lo entendió Theodor Bergk, comprenden en este ensayo aquellas funciones poéticas destinadas a la manifestación de las energías subjetivas. Píndaro, Baquílides, Mimnermo y Safo, como Arquíloco, se hunden en lo que Reyes llama “contemplación de la única libertad posible: resignación a los dioses y elección de una conducta sabia”.[6]
Reyes considera que Esquilo, soldado y testigo como Bernal, escribe el primer drama histórico de la literatura europea: Los persas. En su ensayo dedicado a este punto –“Los persas de Esquilo” (1941)– examina el genio poético del autor trágico que levanta la reciente batalla “del nivel de lo cotidiano hasta las especies universales”.[7] A propósito de “Hipótesis de Agatón” (1942), Octavio Paz en una carta que envió en 1950 a Alfonso Reyes, dice: “No le he dado aún las gracias por su luminosa Junta de sombras. ¿Qué decirle sino que entre todos esos fantasmas el que me parece más real, más cercano a nuestro ser, es el de Agatón? Ese texto –al mismo tiempo cuento psicológico, crítica literaria, cuento fantástico y ‘conciencia histórica’– es una pequeña obra maestra”.
Varios son los ensayos que se ocupan de distintas maneras de lo que la polisémica Paideia engloba. Desde “El trágico destino de Melos” (1943), donde la prosopopeya permite un diálogo entre dos ciudades en conflicto, hasta “Los últimos siete sabios”, relato sobre el decaimiento de Atenas frente a Constantinopla, la Paideia como visión de mundo y formación cultural helénica está presente.
“Un dios del camino” (1944), ensayo que inaugura Junta de sombras, hace énfasis en los temperamentos excepcionales para quienes el mar fue la patria, cuando lo normal era el abrigo bajo techo seguro. Carentes de brújula, la aventura marítima casi nunca fue voluntaria. Cuando desplazarse resultaba inevitable, Anfiarao era la deidad que cuidaba del trayecto. Sobre su origen, Reyes expone su pasado heroico, su destino trágico y su muerte espeluznante. Dios topográfico, como lo llama don Alfonso, Anfiarao es un dios concebido para explicar los accidentes tectónicos.
El ya mencionado “Fastos de Maratón” (1939), “El cuento del marsellés” (1942), “La nave de Demetrio Faléreo” (1944), “Elio Arístides o el verdugo de sí mismo” (1943), “De cómo Grecia construyó al hombre”, (que en principio fue reseña y cuya versión aumentada es de 1943) y “Hacia la Edad Media” (1946) son ensayos que aportan un perfil de los hábitos de conservación del ideal helénico.
Primeras impresiones y lugar actual de la obra
Además de la ya citada carta de Octavio Paz, Junta de sombras ha merecido desde su publicación el comentario de otros lectores. José Emilio Pacheco lo considera “el más hermoso de sus libros”[8] y en torno a la polémica nacionalista que lo situaba como poco interesado por lo patrio, Pacheco expresa:
Acusarlo por hacer nuestro el patrimonio de la humanidad es como censurar a Freud por haber hablado del complejo de Edipo en vez del complejo de Hansel y Gretel o el síndrome de Lorelei. Por ejemplo, “En el nombre de Hesíodo”, un ensayo de 1941, es una advertencia contra la simpatía por los nazis muy extendida en el México de entonces.
El helenismo de Reyes resulta un fenómeno mucho más complejo de lo que sueña nuestra historiografía literaria. Responde tanto a la utilización carnavalizadora de la mitología por los modernistas como a la moda inglesa del otro fin de siglo. Para estudiar a la generación del Ateneo es indispensable el libro de Frank M. Turner The Greek Heritage in Great Britain (Yale, 1981).[9]
Según Mejía Sánchez “la crítica que despertó la aparición de Junta de sombras fue poco numerosa, pero incluye, ciertamente, firmas de calidad”.[10] A la par, en los Diarios de Alfonso Reyes, el 25 de mayo de 1950, se lee: “Tiempo publica una nota muy elogiosa para mí sobre Junta de sombras, pero tan incomprensiva y provinciana por la incultura de México y el atraso mental que revela. ¡Hasta en Cuba han sido capaces de entenderlo mejor!”[11]
Hugo Hiriart, en su libro El arte de perdurar, hizo un balance en 2010 de la situación de la obra de Alfonso Reyes a casi 50 años de su muerte. Se pregunta: “¿Qué pasa cuando queremos presentar a Reyes ante alguien que no proviene de nuestro mismo fondo cultural, por ejemplo, ante un norteamericano culto e inteligente? ¿Qué libro suyo le damos a leer?” Y entre otros libros, responde: “Si le damos algo del Reyes helenista, ‘El sueño de Agatón’ por ejemplo, que viene en Junta de sombras y es una obra maestra, va a decirnos: —Es muy buen escritor, pero aficionado, poco filológico. ¿Usted no ignora, por supuesto, todo lo que se ha adelantado en filología clásica, verdad? Hay libros sorprendentes y muy eruditos sobre todo lo imaginable.”[12] Esto –sin dejar de reconocer la maestría de la “Hipótesis de Agatón” por parte de Hiriart– tampoco desatiende lo que ya en vida de Reyes –desde Las tres Electras del teatro ateniense– hizo que sus trabajos –en palabras de Rafael Gutiérrez Girardot– despertaran sospecha, fueran poco comprendidos o cayeran en el vacío: su fuga de la “autencididad” mexicana por su “afición de Grecia”.[13]
Más allá de este debate, el lector puede encontrar en Alfonso Reyes helenista (1955) de Ingemar Düring un acercamiento más benévolo a la tarea de Reyes, aunque lejos todavía de comprenderla, pues como señala Gutiérrez Girardot:
Alfonso Reyes carecía de un respaldo semejante; él quería fundar esa tradición, al menos suscitarla. Por eso no pretendió contribuir con una investigación científica original a la filología clásica internacional. Sus trabajos sobre el mundo antiguo fueron necesariamente de síntesis. Pero no de síntesis como la obra de J.W.H. Atkins, Literary Criticism in Antiquity (1934), quien pudo apoyarse en trabajos e interpretaciones previos de su tradición y en el largo ejercicio de su profesión como profesor integrado a una comunidad de investigación. Las síntesis de Alfonso Reyes fueron, en parte, síntesis de otras síntesis, alimentadas por sus propias lecturas. Con todo, pese a los reproches de “acientificidad” , de “diletantismo” de su helenismo, el mundo de lengua española no dispone hasta hoy de obras como La antigua retórica o La crítica en la edad ateniense de Alfonso Reyes.[14]
Sólo el tiempo habrá de situar en su justa medida las arduas reflexiones sobre la antigua Grecia que con gran riqueza formal y de pensamiento nos legó Alfonso Reyes en su Junta de sombras, obra que nos comparte su versión de la Paideia.
Hiriart, Hugo, El arte de perdurar, Oaxaca, Almadía, 2010.
Reyes, Alfonso, Obras completas. Volumen xvii. Los héroes/ Junta de sombras, introd., comp. y notas de Ernesto Mejía Sánchez, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 1965.
----, Última Tule, selec. y pról. de Rafael Gutiérrez Giardot, México, D. F., Imprenta Universitaria, 1942.
Pacheco, José Emilio, “Para acercarse a Reyes”, La capilla virtual, México, (consultado el 20 de noviembre de 2011).
Reyes, Alfonso, "Junta de sombras", México, Fondo de Cultura Económica, 2000, Google Books, (consultado el 4 de septiembre de 2012).