Con pasión, con dolor, con asco, con reverencia y a veces, ¿por qué no, con esa sabiduría de quien no se contenta con ver (hacia adentro y/o hacia fuera), sino que contempla y se demora en todo lo que le llena y le rodea, las palabras que aquí componen versos, estrofa y párrafos, las palabras contenidas en las páginas que aquí se nos presentan, tiene el poder de abrir de tajo a quien se tome el tiempo de leerlas. Si el lector las saborea, si las paladea mientras hacen eco en ese espacio que se forma entre la lengua y el cerebro cuando leemos en voz baja (o en los oídos de los hijos cuando sus madres les leen cuentos por las noches), las palabras que este libro guarda pueden llegar a desgarrar a quien las lea, pero no con la violencia invasiva y degradante de quien quiere hacernos daño. No, la violencia que entrenan las palabras de este libro es la violencia del drama, de la escena, de las letras, de la poesía, del arte. La violencia necesaria de ser llevado a mirarse a uno mismo, esa que abre la carne suavemente, como un cuchillo caliente cortando un trozo de mantequilla. No huyamos a esa violencia, no le temamos, no intentemos salvarnos de ella, no leyendo con la ´risa de quien solo pasa el rato, no evitándola con entretenimientos vanos y carentes de sentido. Enfrentémonos a ella, tomémosla por lo que es, una simple desnudez: una persona que nos violenta porque, de entrada, se ha violentado a sí misma. Una máscara que se ha mostrado, revelándonos su naturaleza, su humanidad, y de paso la nuestra. En sus poemas tanto como en sus reflexiones (que son, al menos a mi gusto, prosa poética), la autora se desnuda, pero al hacerlo nos recuerda que también nosotros llevamos puesta una máscara que no podemos quitarnos, una máscara que está construida con nuestros miedos, dolores, angustias, alegrías y felicidades. En las páginas de este libro, la actriz vuelve a dejar tirado su vestuario inclusive el de actriz- y se revela espejo, voz y ritmo que se tejen con palabras, pero que realmente están hecho de nosotros tanto como de ella; de nosotros, quienes la leamos esperando de ella eso que es lo único que podemos esperar del arte y del artista: un reflejo de nosotros mismo, un recordatorio de que aún en el olvido en el olvido de nosotros y de nuestra propia máscara- hay una mirada que transita, que resquebraja la entraña del abismo.