La percepción poética que Ricardo Muñoz Munguía despliega en Melodías del suplicio indaga en lo sombrío del cementerio que nos devora, destila movimientos en penumbra, pero a la vez impregnados de alta luminosidad: He visto la asfixia mostrar su luz / apenas en los límites terrestres. Hay en este poemario agudas vivencias con el entorno y un constante cruzar el umbral hacia el misterio que reposa en el interior de las apariciones vestidas de vocablos. Nada es gratuito. Nada sobra ni falta. El buril del artista ese arco sobre las cuerdas de la realidad, como un sinnúmero de recursos, cada palabra, cada imagen, cada sonido. Ha vivido en las melodías de los muchos suplicios que significan estar vivo, y ha percibido sus cicatrices en sacrilegio in fraganti, rodeadas de fantasmas y epitafios, ausencias y muertes, naturaleza y umbrosa realidad urbana, soledad y luz del alivio que se ha gestado. Decía Alfonso Reyes que Si ya la vida es cosa que huye, la poesía, leve y alada, es más inasible si se quiere: vive solamente de espíritu, de soplo. Así es la poesía de Muñoz Munguía: viva, hecha de tiempo, de espíritu, pero a la vez tangible, deslumbrante y emotiva por la intensidad de sus imágenes.
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