"No debí acostarme con Jacinta Falcao", así empieza esta novela, reflejo de una pasión y un hartazgo: el de la costumbre del amor y sus guerras matrimoniales y extraconyugales. Dice Lacan: amar es dar lo que no se tiene y a quien no es. Las horas furtivas es el amor como promesa y como fracaso. Su título alude al amor infiel, el que es clandestino, pirata. La infidelidad, ese secreto a voces, instigadoras de dramas y placeres, donde la traición asoma con gritos y sombrerazos, y donde el encuentro erótico a escondidas se conjuga con peligro y deseo. Escrita de manera fragmentaria, no tradicional, Las horas furtivas reúne citas literarias, tuits, whatsapps, sueños, cartas, aviones de madera, un padre ausente, unos hijos traviesos y filósofos, una tesis sobre escritores infieles, y un triángulo amoroso, para narrar no sólo ese quebranto del deber marital (esa fea palabra: el adulterio), sino el México de tumbas, delincuencia organizada e impunidad en que vivimos.
Afirma Eduardo Antonio Parra de Mauricio Carrera: "Su voz resulta fundamental para la literatura mexicana actual".
Prueba de ello es Las horas furtivas. Una novela diferente, sí, pero con mucho de lo que su autor nos tiene acostumbrados: poesía, humor, lo endeble, terrible y bello de estar vivos, las referencias culturales que nos hacen lo que somos y una literatura que nos ayuda a resistir los embates de la realidad.