Como asidero de vida,
está aquí la memoria de Juan Jesús Aguilar para dar sentido y forma al
personaje bosquejado desde las cristalinas aguas de su espejo. El autor pergeña
desde su cripta memorial, la cuenta de los hechos y el cuento de los días en
que le cobijan rostros familiares, amistades y maestros de la palabra. Un arte
de recuerdos que se traslapan para descubrir que en Juan Jesús, el amor y la
memoria son sustancias unívocas que recorre el cauce de sus venas y se desborda
en aquello que más ama y que mejor sabe hacer en la vida: escribir. “No es
fácil sentarse a escribir sobre uno mismo”, reitera Juan Jesús Aguilar León.
Pero después de la Tercera Edad (D de la TE), el autor es ya un vasto río y en
esta evocación narrativa da cuenta de las grandes aguas del tiempo que
engrandecieron su caudal, consagrados literatos que de carne y hueso y de tinta
han crecido en sus letras. Hay amigos y conocidos, pero sobre todo habitan en
estas memorias la familia, los hermanos y hermanas que fueron y son y que pudieron
ser, pero en especial viven en su recuerdo la esencia de los padres. Fue en el
escenario porteño de un Tampico cosmopolita, a la mitad de la cuarta década del
siglo XX, donde Don Rafael Aguilar Muñoz y Doña Isabel León Ponce, zanjaron con
su ejemplo paternal, para verter amorosamente el cauce de arroyuelo de Juan
Jesús. Consciente de que la tenacidad de la memoria D de la TE es el mejor
valor para continuar creando textos, siempre en solitario, estas memorias Del
viejo río contienen
la mixtura de géneros que confluyen naturalmente en su caudal y que sin saberlo
de cierto, a su paso por nuestra tierra en este tiempo y espacio, ha dado vida
a nuevos ramales literarios que hoy se alimentan de su poesía, ensayo,
narrativa, estudios históricos, crónica urbana, musicología y periodismo. Río
abajo sus aguas no se disminuyen, desbordado en ciertos momentos de su ruta
histórica, Del viejo río podemos confiar en su promesa de que
el trayecto hacia su desembocadura natural donde nos mezclaremos en la mar de
la nada, durará los 36 mil quinientos días inexorables que tiene toda historia
épica dentro de la literatura. Y pude haber dicho 100 años, pero así suena
menos trillado.
Ulises Brito Aguilar