El libro desmenuza con nostalgia y preciosismo las andanzas infantiles y juveniles, el encuentro con personajes, la relación con maestros entrañables y los cambios que le ha tocado al autor vivir en una sociedad cambiante que va perdiendo sensibilidad y calidez. Luis Carlos es, esencialmente, un extraordinario narrador de historias. Nos hace vivir la emoción de una fiesta de viejos republicanos en el exilio, las aventuras de un estudiante desfondado, la maduración de un profesional de la Medicina. Su mirada retrospectiva describe un mundo que se nos escurre entre los dedos, un mundo que se lleva entre sus desvanecimientos el trompo, el yoyo, las canicas y el balero de sus juegos infantiles. En un recetario del doctor Menéndez habría que consignar las instrucciones: leerse junto a una taza de café bien cargado, con música de bolero y amor al género humano.