Realmente es un buen estudio, pensé observando la pequeña sala que tengo junto al piano, sobre el cual, he colocado dos pequeñas esculturas de mujeres gordas acostadas en actitud de holgazanería. Allí mismo, al otro lado del piano, es el acceso al estudio, desembarco de la escalera, donde acomodé un caballo de madera casi del tamaño de uno de verdad, es un hermoso ejemplar que adquirí en una feria en la que un viejo carrusel se quemo al fallar su motor de gasolina. “El pinto” fue el único que salió ileso del percance y yo pagué por él lo que el viejo propietario me pidió, haciéndome la aclaración de que su nombre era “El pinto” y que tendría que llamarlo así para siempre. Al otro lado de la salita como remate visual hay un amplio librero repleto de libros donde guardo como un tesoro los de mis amigos escritores René Avilés y José Agustín, con dedicatorias que datan de la prehistoria y debo decir, que ahora he colocado junto a estos preciados libros, mis propios libros que se han ido publicando. Así las cosas, por no citar todos, tomo cuatro de cada uno como muestra: “La tumba”, “De perfil”, “El rock de la cárcel”, “La miel derramada”.de José Agustín. “El gran solitario de palacio”, “La canción de Odette”, “Los juegos”, “Lejos del edén la tierra” de René Avilés y llegan a esta reunión “Niña de Tijuana”, “Rogelio y Otilia”, “De fantasmas y algo más” y “Sueño de vida” de Javier Duhart (los míos). Entonces ahí hay una reunión de muchas historias apresadas en las páginas de esos libros. Al estar en contacto directo unos con otros, posiblemente se han asomado los protagonistas de una novela a las historias ajenas, y viceversa. Esto quizás puede haber ocasionado conflictos entre los actores principales y de ahí, pudieron haber venido los ruidos y voces… Bueno, eso pudo haber sido. ¡No lo se! Después averiguaré.