1996 / 06 abr 2018 11:22
Amén de obras de carácter poético, el siglo xvi novohispano conoció diversas clases de creación en prosa que es necesario tener en cuenta, para una mejor comprensión de las tendencias literarias de la época. Junto a los libros de esparcimiento, hay una notable edición de manuales devocionarios, se escriben crónicas donde la historiografía emparienta con la ficción, se publican obras didácticas, se redactan tratados científicos y técnicos. Como una muestra de dicha variedad, hemos elegido tres obras representativas de distintos tipos de escritura, en orden cronológico son: México en 1554, de Francisco Cervantes de Salazar, la Instrucción náutica para navegar, de Diego García de Palacio, y la Sumaria relación de las cosas de la Nueva España, de Baltasar Dorantes de Carranza.
México en 1554 de Francisco Cervantes de Salazar
"Hijodalgo notorio y christiano biejo",[1] Francisco Cervantes de Salazar nació en Toledo en la segunda década[2] del siglo xvi. Realizó estudios en la facultad de cánones en la Universidad de Salamanca donde fue discípulo del humanista Alejo de Venegas. Después de haber viajado a Flandes desempeñó el cargo de secretario latino del cardenal García de Loaysa. En 1550 ocupó una cátedra de retórica en la Universidad de Osuna. Su viaje a la Nueva España en mayo de ese mismo año fue el resultado de una invitación de su acaudalado primo Alonso de Villaseca, quien antes de 1540 había pasado al Nuevo Mundo.[3] A su llegada a México dio clases de gramática latina en una escuela particular, sin embargo, cuando se inauguró la Universidad –cuyo discurso estuvo a su cargo– se encargó de la cátedra de retórica; posteriormente sería rector de dicha institución en dos ocasiones, la primera en 1567 y la segunda en 1573. En la facultad de artes se graduó de licenciado y maestro en 1552; dos años después se ordenó sacerdote, pero continuó con sus estudios teológicos hasta recibir el grado de doctor en 1566.
A pesar de los múltiples trámites que en Madrid hicieron sus familiares doña Catalina de Sotomayor e hijas, y amigos como Juan López de Velasco y Francisco de Valmaseda, para que –como expresa la primera– "acreciente en la dignidad que deseó por largos años",[4] lo único que lograron fue que se le nombrara canónigo de la catedral metropolitana y que, al establecerse el Tribunal de la Inquisición en México en 1571, se le designara como consultor. Otro de los cargos que ocupó con anterioridad, en 1558, fue el de cronista de la Nueva España. El 14 de noviembre de 1575, en la ciudad de México, murió Francisco Cervantes de Salazar.
A raíz de los comentarios negativos del arzobispo Moya de Contreras[5] al rey sobre nuestro autor, mucho se ha argüido en contra y a favor[6]de su carácter y personalidad. En cuanto a las actividades de Cervantes, don Edmundo O'Gorman estima que se ordenó sacerdote "más por adelantar en este mundo que por ganarse el otro", y alude a su "problema personal" con el fin de apreciar mejor sus trabajos.[7] La lectura de la correspondencia de Cervantes entre 1569 y 1575 nos permite deducir su interés[8] por ocupar un buen cargo en la Nueva España, pretensión que, como otras, era común en aquellos tiempos. A más de un siglo de distancia, la perspectiva de García Icazbalceta sobre el particular sigue siendo válida: "dejemos en paz su vida privada, considerémosle tan sólo como escritor, agradeciéndole el provecho que saquemos de sus obras".[9]
Antes de su llegada a la Nueva España, Cervantes había publicado varias obras[10] en la península: unas epístolas; el Diálogo de la dignidad del hombre, texto que había iniciado Fernán Pérez de Oliva, y que Cervantes culmina acrecentándolo considerablemente; la glosa y moralización del Apólogo de la ociosidad y el trabajo, intitulado Labricio Portuondo..., de Luis Mexía; y la traducción de la Introducción y camino para la sabiduría de Luis Vives. También en Europa había escrito el Comentario a los Diálogos de Vives y los cuatro textos dedicados a los juegos, no obstante, fue en México donde redactó los tres que han venido denominándose México en 1554,[11] año éste de su publicación en la imprenta mexicana de Juan Pablos; asimismo en la Nueva España se edita la Crónica de la Nueva España, Túmulo imperial y un comentario de la jura de Felipe ii.
Una tendencia humanista impregna los tres diálogos latinos y motiva no sólo el uso de una lengua muerta, sino la estructura dialogal y el tratamiento de ciertos temas. En principio Cervantes tiene una doble finalidad al redactar estos textos "hechos a imitación de los de Vives". En la dedicatoria a fray Alonso de Montúfar dice que los ha creado "en beneficio de la juventud estudiosa" para que profundice "el estudio de la lengua latina". Por otra parte, en el capítulo xxiv de la Crónica de la Nueva España, explica haberlos escrito para que "supiesen primero de mí que de otro la grandeza y majestad suya [de México]".[12] A un objetivo didáctico pues, se une una necesidad de dar a conocer, desde una perspectiva totalmente opuesta a la que se tenía, al Nuevo Mundo cuya imagen se asociaba a los metales preciosos y a todo género de riquezas. Al respecto, al final del primer diálogo, en labios de Gutiérrez se expresa un propósito específico del autor: "si la Nueva España ha sido célebre hasta aquí entre las demás naciones por la abundancia de plata, lo sea en lo sucesivo por la multitud de sabios" (p. 28).
La exposición va de lo particular a lo general, como un rasgo característico en Cervantes de Salazar de lo que Vicente Gaos ha denominado su técnica literaria "perspectivista":[13] el primer diálogo, Academia mexicana, es una descripción de la Universidad; el segundo, Civitas Mexicus interior, está dedicado a la zona urbana; y el tercero, Mexicus exterior, habla de los alrededores de la ciudad. La unidad temática y estructural que rige los tres diálogos impone un análisis de conjunto respecto a la concepción, el estilo y las técnicas discursivas empleadas.
El interés de los dos personajes llegados a la Nueva España: Gutiérrez en el diálogo primero, y Alfaro en los otros dos, es el conocimiento. Ante el fastidio que produce lo muy visto y sabido, en este caso Europa, el Nuevo Mundo se presenta como una fuente viva de elementos variados y novedosos: México es una ciudad que surge, con instituciones que apenas nacen, que además se diferencia del viejo continente por la presencia del elemento indígena. La sorpresa ante la novedad va a ser marcada textualmente por el uso de enunciados exclamativos, en su mayoría, puestos en boca de los recién llegados. Por otro lado, la existencia de ese objeto de conocimiento que era América y los puntos de referencia de lo español y el mundo antiguo van a provocar una serie constante de equiparaciones. Sin embargo, como ha señalado Margarita Peña, en Cervantes de Salazar "la comparación va a ser [...] un recurso no sólo retórico o estilístico, sino un artificio moral, medular en el desarrollo de diálogo".[14]
En el diálogo primero se describe el funcionamiento de la Universidad en un recorrido que trata desde las características de los maestros y sus salarios, hasta las formas de aprobar y recibir grados. Hay una visión positiva y optimista que caracteriza la trilogía, por ejemplo, los maestros universitarios son "excelentes", "empeñosos, y versadísimos en todas ciencias", "sabios e insignes, todos muy capaces". En el segundo diálogo la ciudad se presenta como algo sublime, ya que se utiliza un vocabulario calificativo que provoca en el lector la sensación de estar en un lugar extraordinario. Veamos: las casas "todas son magníficas"; a la plaza ninguna otra la iguala "en grandeza y majestad"; la sala del cabildo es "famosa por su galería", la de fundición es "no menos magnífica que la del cabildo"; las calles son anchas y largas, "hermosas" como los adornados patios; los jardines son amenos. En fin, en la Nueva España las construcciones son grandes y elevadas, diseñadas con un amplio sentido del espacio. Un ejemplo de estas maravillas es la descripción del atrio de San Francisco: "Es tan plano como el de Santo Domingo, y en el centro tiene una cruz tan alta, que parece llega al cielo. En verdad que debieron ser enormes los troncos de que se labró. Todo alrededor del atrio hay árboles que en altura compiten con la luz..." (ii, p. 50).
Algo similar ocurre con los exteriores de México, pues los ejidos son "muy agradables por su perpetuo verdor"; igual que las huertas, extensas y amenas, donde hay "magníficas casas de campo"; las lomas son "feracísimas, muy agradables por sus bosques y sementeras"; la fuente recrea el ánimo "con extraño y casi increíble deleite", en cuya agua tan "clara" el sol hace "admirables figuras"; en los campos se producen "cosechas increíbles", "desmedidas"; es muy abundante en pesca y "hay maravillosa cantidad de liebres, conejos, ciervos y patos cimarrones". De tal forma que la tierra, el agua, las cosechas y los animales convierten a la Nueva España en un lugar paradisíaco en medio del cual el indígena también participa. En una serie de cuadros descriptivos se delinean algunas de sus características y costumbres: se hace referencia a su devoción cristiana, a sus actividades comerciales en los mercados, a su vocabulario, a su forma de vestir, a sus colegios y cárceles, a su moneda. Todas éstas se definen como "cosas extrañas e inauditas", "increíbles". Sin embargo, y aunque cada grupo racial tiene sus instituciones diferenciadas, no se trata de una rareza peyorativa, pues uno de los principios humanistas de la belleza es la variedad y en este concepto Cervantes es firme. Chapultepec "es célebre por las historias de los indios" (ii, p. 49), en el mercado se expresa admiración por el orden que guardan los vendedores indígenas (ii, p. 52); en el colegio franciscano donde los indios aprenden latín, el maestro Antonio Valeriano es indígena "en nada inferior a nuestros gramáticos" (ii, p. 55); y en el contraste de los edificios españoles con las casas desordenadas de los indios también encuentra algo bello y así lo expresa Alfaro: "¡Dios mio! qué espectáculo descubro desde aquí; tan grato a los ojos y al ánimo, y tan hermosamente variado, que con toda razón me atrevo a afirmar que ambos mundos se hallan aquí reducidos y comprendidos" (iii, p. 65).
Cervantes, en efecto, no está cuestionando la situación,[15] sólo la constata en un intento, dentro de lo hiperbólico, de cierta objetividad. Igual que censura la codicia de los españoles que "toman las [cosas] viles por preciosas" (I, 21), habla de las casas humildes de los indios o de que ensucian el agua, pero cuando se refiere a la acequia llena de canoas e indios le parece "ver la misma Venecia" (ii, p. 46). Lo que tiene verdadera importancia en nuestro autor es su tendencia humanista: aquello que se aproxime a la antigüedad clásica en la simetría y el orden, en el conocimiento del latín, en la enseñanza de la virtud, la variedad, será lo bello y positivo y en ese sentido estético y axiológico se establecen las diversas comparaciones hechas a lo largo del texto. En la medida en que los indios se rocen con aspectos de esa cultura clásica (aprendan latín, crezcan en la virtud y sean ordenados, tengan historias tradicionales, cultiven lo útil) serán tan admirados como las cosas de los españoles que igualmente se aproximen a dicha concepción. Los ejemplos están a la mano: dado que la catedral es pequeña y humilde, no es espaciosa como el resto de las construcciones y está pobremente adornada, es objeto de crítica; lo mismo ocurre con las casas indígenas que como son bajas y están agrupadas sin orden contrastan con la grandeza y elevación de aquellos edificios españoles hechos de acuerdo con la arquitectura clásica (con techos planos inventados por los griegos, o con columnas recomendadas por Vitrubio [pp. 42-43]).
Vicente Gaos concluye que "el indio aparece casi únicamente como motivo decorativo. Cervantes lo utiliza para esmaltar sus páginas con notas de costumbrismo".[16] Empero, la profusión con que habla de los indígenas en el diálogo segundo no es incidental ni mero recurso ornamental. Para un maestro cuyas intenciones pedagógicas son explícitas y siguen la línea de su amigo Luis Vives, la descripción de la ciudad mexicana implicaba también la incorporación del elemento indígena y sería injusto calificar como adorno, por ejemplo, la explicación que hace de los frutos de la tierra o de los medicamentos. En esa linea conceptual humanística con que aprehende a la Nueva España se manifiestan los elementos filológicos que matizan los diálogos, ya sea para referirse a términos latinos, castellanos o –con más abundancia– indígenas. En Cervantes de Salazar hay una admiración profunda por la novedad, derivada de su espíritu renacentista, de ahí que la aparición de algunos aspectos del Nuevo Mundo fuera parte fundamental de sus descripciones. Creo que tendríamos que reconocer en Cervantes de Salazar a un español que fue "amando lentamente a este nuevo mundo",[17] con todo lo que implicaba de valioso para su intelectualidad cultivada, caso muy distinto al de Diego García de Palacio.
Instrucción náutica para navegar de Diego García de Palacio
En el centro de disputas familiares, nació Diego García de Palacio en Ambrucero, Santander, el año de 1524. Antes de pasar a América realizó sus estudios en la Universidad de Salamanca. Aunque se le designó como oidor de la Audiencia de Guatemala en 1572, entró en funciones dos años después. En 1578 se le nombró alcalde del crimen de la ciudad de México, sin embargo, pasó a ésta en 1580.[18]
El tiempo de la demora para llegar a la capital de la Nueva España es una parte de su biografía que realmente resulta interesante respecto a la Instrucción náutica para navegar,[19] ya que durante su estancia en el puerto nicaragüense El Realejo de 1578 hasta fines de 1580, se dedicó a la construcción de los navíos que se encargarían de cubrir la ruta entre Filipinas y Acapulco, el San Martín y el Santa Ana. Poco después de su llegada a México, a inicios de 1581, se graduó de doctor en cánones en la Real y Pontificia Universidad, de la cual fue rector; otro de sus cargos fue el de consultor del Santo Oficio.
Hasta el siglo xv los conocimientos sobre navegación habían sido resultado de descubrimientos casuales. Es en el transcurso del siglo xvi cuando hay una preocupación por sistematizar dichos datos. En España se pone mayor énfasis en el estudio de las matemáticas, se crean cátedras de cosmografía y navegación y se editan libros que abordan problemas científicos referentes a la astronomía, la geografía, textos particulares sobre el uso del astrolabio, el reloj y obras de navegación.[20] A pesar de que en los cargamentos de libros recibidos en la Nueva España[21] hay pocos volúmenes dedicados a la ciencia –y la mayoría de ellos referidos a la medicina y la arquitectura– también se habían editado obras de carácter científico en la península, pero sobre todo en el área de la medicina.[22] De tal suerte que los Diálogos militares y la Instrucción náutica de García de Palacio van a ser obras innovadoras, no sólo por publicarse en el Nuevo Mundo, sino, como veremos en el caso de la segunda, por tratar asuntos que ningún autor había abordado.
Editada en México en las prensas de Pedro Ocharte, la Instrucción náutica salió a la luz en 1587, la había precedido la publicación en 1583 de los Diálogos militares.[23] Con una estructura dialogada en la que participan un vizcaíno y un montañés, quien aclara las dudas del primero, la obra se divide en cuatro libros. En el primero nos habla del arte de navegar (tablas de declinación, reglas del cuadrante, del astrolabio, la ballestilla, de la estrella del Norte, del Crucero, de problemas de la aguja de marear); en el libro ii discurre sobre las reglas para saber la epacta, sobre las conjunciones de la luna con el sol, y sus días, los signos del zodiaco, las reglas para conocer las mareas, los grados y las horas en que se darán; el iii lo dedica a los pronósticos del tiempo, a la construcción de la carta de marear e incluye las tablas lunares de 1586 hasta 1604, de acuerdo con la elevación de México; el libro iv es un tratado de construcción naval, donde además habla de la tripulación necesaria, sus características y oficios así como de la aplicación de las naves para la guerra. Finaliza la obra un Vocabulario de los nombres que usa la gente de mar, en todo lo que pertenece a su arte, por el orden alphabético.
La introducción al asunto central del texto la constituye una serie de consideraciones sobre si es bueno o malo navegar, con el pretexto de que el montañés quiere volver a su tierra natal y debe hacerlo por mar. Ante el rechazo de Ovidio, Propercio y Juvenal a la navegación, opone algunos ejemplos de navegantes que forman parte de la historia bíblica y señala los beneficios que se han obtenido con ella, que son el comercio, la comunicación, la propagación de la fe y la obtención de metales. Sin embargo, reconoce los altos riesgos de la navegación, "y el dia de oy [dice] aun lo tengo por peor: por ser los pilotos y marineros, que los rigen a lo mas comun gente ignorante y sin letras" (f.3v).
El conocimiento de tal circunstancia va a dar una nota distintiva al estilo de la obra, ya que las explicaciones satisfarán "lo que avra menester un hombre de la mar sin letras [...] dexando las subtilezas para los que professan la materia mas para escuelas que para ser marineros..." (f. 8v). Por un lado, la concepción pragmática de la obra implica una referencia frecuente a las consideraciones de los marineros y a las normas que siguen comúnmente; por otro, la intención didáctica que emerge del texto tiene como resultado un estilo, varias veces explícito,[24]que se traduce en reglas expuestas en un "lenguaje y término que todos las entiendan" (f. 89r), es decir, en observaciones "breves y claras" (f. 43r).
A pesar de la explicación científica que exige la temática abordada, la estructura dialogal de la Instrucción permite cierto relajamiento al lector, ya que después de un discurso muy técnico se restablece la presencia del interlocutor vizcaíno en términos cotidianos. Veamos un ejemplo, sobre la manera de tomar la altura con el astrolabio nos dice: "Y assi aquel que esta en diez grados de altura, aquellos estara apartado de la linea, y el sol estara 20 y diremos que diez grados del sol al hombre a la linea, hacen los veinte que el sol tenia de declinacion..." Luego expresa el montañés: "Mucho me he holgado que v. m. lo entienda tambien. Y pues ha resuelto estas dos dudas, no ay para que preguntarle de las demas..." (f. 32r). Estos pequeños espacios fáticos no se dan en otras obras con la misma estructura como en el Libro de cosmografía (1538) de Pedro de Medina,[25] donde aparecen un licenciado y un piloto que preguntan escuetamente a un cosmógrafo que da respuestas directas y sin elementos que impliquen una relación personal. Aunque el diálogo es una fórmula en ambos, García de Palacio procura no olvidar que nos ha presentado una situación imaginaria que sirve de marco a sus explicaciones.
El propósito pedagógico también condicionará buena parte del contenido, pues le interesa el estado y la práctica de la navegación en su época, de ahí que eluda entrar en historias. Así expresará: "Dexando la opinión de los antiguos [...] dire lo que ahora usan los mareantes de nuestro tiempo" (f. 23v). Incluso cuando se inclina por el juicio de los astrólogos cumple "con lo que he prometido, que es seguir en este tratado lo que oy esta en uso entre los marineros..." (fols. 37 r.v.).
Estas obras de navegación, en general, eran concebidas con un fin didáctico que marca cierta estructura. De manera similar que el Regimiento de navegación[26] (1563) de Pedro de Medina y el Arte de navegar[27] (1581), de Rodrigo Zamorano, después de proporcionar cada regla incluye una serie de ejemplos a través del planteamiento de problemas sobre casos concretos, acompañados de sus respectivas pruebas. Asimismo la aparición de ilustraciones en este tipo de tratados era común, pues tanto en la obra A regiment for the sea,[28] de William Bourne como en las citadas, se incluyen. García de Palacio, dentro de la misma línea, ilustrará sus textos con dibujos de los instrumentos de navegación, la nave y sus medidas, y también proporcionará tablas de las declinaciones y el lunario. Además ofrece ciertas reglas para memorizar y que no "sea menester occurrir siempre al libro" (f. 61r).
Aunque de acuerdo con lo que señala José Gallegos Rocafull, "no llegaron por este tiempo a la Nueva España las ideas precursoras de la nuova scienza",[29] el punto de partida de las explicaciones de García de Palacio es la experiencia personal,[30] de tal forma que, como "ha navegado en la mar del Sur", puede hablar del Crucero ("como he experimentado", f. 43r); o para tratar de su innovación sobre la aguja de marear dice que es "infalible porque yo lo he usado muchas veces" (f. 47v); refiriéndose a los pronósticos también señala haber "hecho muchas esperiencias con annotaciones esquisitas" (f. 66r).[31] Respecto al libro iv el conocimiento práctico de nuestro autor es incuestionable pues, como mencionamos anteriormente, se dedicó varios años a la construcción de navíos. Actividad que, desde su perspectiva, debía implicar un alto conocimiento de la marina. Sobre el asunto expone: "Y assi seria yo de parescer que no se consintiesse hazer naos a maestro que no fuesse buen marinero" (f. 7v).
En cuanto a sus participaciones activas en la navegación hay que señalar que durante su estancia en El Realejo fue nombrado capitán general de la armada en contra del famoso corsario Francis Drake (1578-1579). No obstante, "while Realejo was preparing for an attack Drake had already passed by..."[32] Motivo por el cual se divulgó la idea de que García de Palacio se había amedrentado ante el pirata. Posteriormente, en 1587, cuando Thomas Cavendish después de atacar un navío español arrasó Guatulco, García de Palacio fue nombrado general, pero sus intentos por dar alcance al "Desire" fueron infructuosos en virtud de los fuertes vientos.[33]
Los aspectos biográficos que se hallan implicados en la creación de este tratado son los que, según Othón Arróniz, indujeron a García de Palacio a escribirlo, es decir, que no hubo una intención didáctica o informativa sino que la obra "era nada ajena al cortesano devaneo de la refinada capital mexicana".[34] Un personaje con tanto poder como García de Palacio no permaneció incólume y fue el arzobispo don Pedro Moya de Contreras quien se encargó de recabar informaciones sobre nuestro oidor. La Real Ejecutoria[35] de la sentencia que se dictó en contra de este contiene 72 capítulos de acusación por lo que nos damos cuenta de su gran afición por acaparar la tierra en perjuicio de los indígenas, de sus tratos fingidos y su abuso de autoridad.
En este contexto podríamos explicar la dedicatoria al virrey don Álvaro Manrique de Zúñiga, donde dice que es costumbre antigua dirigirla "a quien mas desean servir, y de quien esperan mayor favor". Del mismo tenor son las siguientes palabras: "es obligación de los grandes animos como el de V. Excellencia rescebir alegremente qualquier regalo, y gratificalle (como Dios suele)[...]" Conociendo un poco la personalidad de García de Palacio puede parecer aceptable que una actitud interesada[36] lo motivara a escribir el tratado; no obstante, a menos que un afán de fingimiento y disfraz encamine toda la obra, no vemos la necesidad de obviar la cita de autoridades –que salvo la introducción, cuando hay discrepancia entre los marineros, como en el caso del nordestear y noroestear de la aguja, y al tratar de los pronósticos, no se da–, la intención de exponer con claridad los asuntos y reglas, el afán de brevedad y la referencia constante a la práctica de los navegantes. Por ejemplo, cuando empieza a hacer la comparación del navío con la república y el ser humano que el vizcaíno le solicitó, la interrumpe "porque no confundamos los entendimientos de los que no saben philosophia, ni letras, que es para quien mas principalmente devemos trabajar, por ser tales los que a los mas comun, professan esta arte [...]" (f. 89v).
Sean pues cuales fueren sus propósitos, la obra de García de Palacio si bien es cierto que sigue la línea informativa de sus predecesores, fue la primera en su género al tratar sobre la construcción de navíos proporcionando medidas y explicaciones al respecto. Y su autor era consciente de ello, de ahí que expresara: "V.m. me oya con atención, porque entiendo le dire lo que no ha visto escripto hasta oy" (f. 81v). Además, otra de sus aportaciones valiosas fue el Vocabulario incluido al final de la Instrucción, ya que, como ha señalado García Icazbalceta,[37] fue utilizado por la Real Academia de la Lengua Española.
Sumaria relación de las cosas de la Nueva España de Baltasar Dorantes de Carranza
Poco sabemos acerca de la biografía de Baltasar Dorantes de Carranza, amén de los datos que él mismo proporciona en la Sumaria relación de las cosas de la Nueva España.[38] Nació en México a mediados del siglo xvi, fue hijo de Andrés Dorantes de Carranza, capitán expedicionario que estuvo al lado de Pánfilo de Narváez en la Florida. Entre los cargos que ocupó Baltasar, fue tesorero del rey en Veracruz y se le nombró procurador para ir a Castilla en nombre de los españoles nobles asentados en la Nueva España. Se casó con doña Mariana Bravo de Lagunas y luego con doña Mariana Ladrón de Guevara; de ambas tuvo descendientes.[39]
Escrita entre 1601 y 1604,[40] la Sumaria relación..., a pesar de ser una obra extensa, es parte de otro libro principal al que su autor hace referencia; y está dirigida al marqués de Montesclaros, virrey de la Nueva España. Aunque faltan las primeras 14 hojas con las palabras introductorias, en diversas partes se hace explícito el objetivo del autor consistente en informar al virrey "de lo mas esencial", proporcionándole en la primera parte una nómina de los conquistadores y sus sucesores y, en la segunda, otra de los pobladores, sus descendientes y servicios, con el fin de que se les haga merced. Sin embargo, la participación de otros tipos discursivos es constante, y es preciso indicar que gracias a Dorantes de Carranza se conocen fragmentos del poema Nuevo Mundo y conquista de Francisco de Terrazas,[41] así como de otros autores novohispanos. Tales intercalaciones poéticas tiene que justificarlas varias veces; así lo escucharemos decir en los inicios del texto: "Voy tropellando todo esto, por no hacer aquí historia, con solo haber entremetido este rasguño para aliviar a Vra. Exa. el cansancio de tantos nombres, aunque pocas descendencias de los conquistadores" (p. 17).
Con la idea anterior, que repite con variantes a lo largo del texto, salta a la vista que Dorantes distingue entre escribir propiamente una relación escueta, donde el dato, con el consecuente uso de un lenguaje denotativo, es lo trascendente, y relatar una serie de historietas y anécdotas o incluir largas tiradas de octavas. El recuento de datos, con su lógica función informativa, parece a Dorantes un trabajo árido que requiere de otros elementos que lo hagan agradable al lector. Las palabras anteriores manifiestan una conciencia del autor respecto a dos niveles del discurso: uno informativo y otro recreativo (que no necesariamente hay que separar). No es, pues, la funcionalidad o un sentido de lo práctico lo que lo induce a incluir en la relación otro tipo de textos. En varios lugares justificará las digresiones por ser narraciones "de gusto", cuya característica debe ser la variedad.[42] Sin embargo, constantemente se define como testigo presencial de algunos hechos históricos o situaciones inverosímiles[43] con lo que avala lo afirmado. Así, supone que la idea del servicio y la práctica de la exaltación mítica y lo fantástico, unidos por el hecho descrito, otorgan a la Sumaria relación la estructura constitutiva de las crónicas –con la salvedad característica del "reclamo" propio de la relación–.
La parte original, en cuanto a información historiográfica se refiere, es la relación de los conquistadores; sus fuentes son catálogos de la ciudad (p. 12), papeles e informaciones de servicios (p. 239), "testigos de probança" (p. 294), libros de los blasones de España (p. 295), entre los más importantes. El resto de la obra, que sólo divido por fines metodológicos, está basado, en su mayoría, en las autoridades de Aristóteles, Plinio, Estrabón, Diódoro, santo Tomás, san Isidoro, Ptolomeo, entre otros autores antiguos; respecto a la información sobre América es notorio su conocimiento de la obra de Francisco López de Gómara, pues en varias ocasiones transcribe, muchas veces textualmente y otras con variantes, largos fragmentos de su Historia general de las Indias.[44]
Por otro lado, por los escasos datos biográficos que se pueden obtener a través de la Relación..., sabemos que Dorantes era muy aficionado a la lectura no sólo de carácter documental, sino literario. Las frecuentes citas de versos de Terrazas o de Balbuena, Rosas de Oquendo, Lope de Vega, Ercilla, Alonso Pérez, o las referencias a Ovidio, Virgilio, Séneca, Marón, Antonio de Saavedra Guzmán, etc., son bastante elocuentes. Por lo demás, hay una confesión de carácter autobiográfico que no deja lugar a dudas sobre sus inclinaciones, dice: "Yo entré en este papel con intención de decir poco y lo forçoso, y el sabor me ha llevado alargando á mas, sin poderme ir a la mano: porque en esto de papeles confieso a Vra. Exa. de mí una gran plaga que algunas veces el uso y cuidado me ha llegado a enfermar" (p. 35).
Un elemento revelador del interés y la valoración de Dorantes sobre los poetas es que a veces prefiere utilizar fragmentos de Terrazas aunque Gómara trate los mismos temas. Para nuestro autor el papel de los poetas es tocar ciertos temas encareciendo y magnificando las situaciones "con vivos matices y colores" (p. 203). De ahí que varias veces compare su pluma con un pincel que "por los lejos y sombras va mostrando en cada rasguño" (p. 116) y su libro con una "tabla" (p. 175) como las pinturas de Apeles "que en un solo viso comprehendia grandes misterios" (p. 116).
Esta alta estimación de la labor poética lo lleva a ceder su pluma a otras voces, que incluso, en ocasiones, serán las que nos suministren datos. Veamos un ejemplo: Dorantes nos informa que los conquistadores que vinieron con Cortés "fueron 550 hombres, que los 50 eran marineros, y de lo demas truxo tan poco que ni el rebujar de los caballos, ni el ruido de la artillería pudo spantar, porque solos fueron 13 caballos y seis tirillos de campo, ballestas y escopetas 30; 200 indios isleños de Cuba de servicio, munición poca y menos bastimentos".
La octava de Terrazas, insertada inmediatamente después es la siguiente:
Por todos son quinientos compañeros,
caballos treze solos van por quenta;
no se quentan aqui los marineros
que con once navíos van cinquenta:
seis tirillos de campo bien ligeros,
ballestas y escopetas eran treinta,
los indios de servicio son doscientos,
y alguna munición y bastimentos. (p. 13)
Es evidente que Dorantes nos ha proporcionado una versión prosificada de los versos que lo ha llevado a matizar el hecho al señalar que, aparte de los hombres, las armas y defensa del conquistador eran tan pocas que ni los animales le temían. A pesar de la parodia, la narración se enriquece con el registro poético de Terrazas, ya que la inclusión de la otra octava, como en ocasiones posteriores, tiene un fin distinto. Veamos el texto:
Contad aquí el ejército famoso
que el Xerxes nuevo al Nuevo Mundo lleva,
con quanta artillería va espantoso
á dar de su valor tan clara prueba;
mirad con qué pujança va animoso
á dar al Rey de Spaña estotra nueva;
mirad con qué ganó tan alto nombre
y da a los hombres Dios y á Dios tanto hombre.
(pp.13-14)
Como se puede apreciar, a Dorantes de Carranza las interpolaciones poéticas no sólo le sirven para fundamentar o tomar el dato escueto de la historia, sino para plasmar la emotividad que rodeaba los hechos. El dato ha servido, pues, como punto de partida para lograr una mayor fuerza expresiva en la reproducción del ámbito emocional. Al respecto nos dice Enrique Pupo Walker: "La invención no era necesaria [..] para recoger los datos requeridos por la corona, pero sí lo fue cuando se quiso narrar el soplo emotivo que impulsaba los hechos."[45] Y en este caso, aunque los versos sean la voz de otro autor, no hay que olvidar el criterio selectivo del cronista que impregna de connotaciones que algunos llamarían "suplementarias", al hecho histórico, y de ello es muestra la preferencia de los versos de Terrazas sobre la crónica de Gómara.[46]
El descubrimiento del Nuevo Mundo vigorizó una serie de concepciones imaginativas que se imprimirían en las obras históricas. Es preciso recordar que en la mente de los conquistadores y los cronistas estaba presente el sustrato legendario de los ideales caballerescos: hay una búsqueda de la novedad, el exotismo, las aventuras. Ese idealismo se percibe en Bartolomé de Las Casas y en Fernández de Oviedo, y también se encuentra en Dorantes. Asimismo en los textos de los cronistas circularán una serie de personajes, maravillosos y legendarios, ligados tanto a mitos europeos como indígenas. Sin ninguna discusión, Dorantes narra la leyenda del piloto anónimo como la versión auténtica sobre el descubrimiento de América, mientras que tiempo atrás Fernández de Oviedo había manifestado un enorme escepticismo.
En otro contexto, al hablar de la isla Española, inmediatamente después de hacer una descripción de carácter etnográfico sobre la producción del pan, donde se anotan una serie de detalles, se refiere a su habilitación y trae a la memoria los montes hiperbóreos por ser supuestamente inhóspitos por su frialdad; añade: "[...]empero quentan dellos las historias, que moran en ellos unos pueblos y gentes que dicen ser beatísimas, que nunca mueren sino de hartos y cansados de vivir: se suben á una peña alta, de donde se despeñan a la mar" (p. 76). Este texto se basa, con todo y referencias bibliográficas, en las grandes autoridades de la geografía, la naturaleza y la historia, como Estrabón, Pomponio Mela, Plinio y Diódoro, entre otros, Dorantes no sólo no lo pone en tela de juicio, sino que proporciona las razones geográficas y físicas que motivan dichas circunstancias. El prestigio documental de las autoridades en que se fundamenta, permite la absorción de un mito de la antigüedad clásica en la historia. Lo interesante de la intercalación, que también se encuentra en la Imagen del mundo de Pierre d'Ailly y Gómara, y lo que la revela como discurso persuasivo, es la analogía establecida entre el escenario americano y un mundo maravilloso. La alusión a tal país, ideal por su clima, su fertilidad, lo apacible y feliz de sus habitantes, de cuya existencia no se duda, además de impulsar el flujo moroso de la relación, es punto central en la estructura narrativa de este pasaje, pues lleva a Dorantes a sostener que en las Indias se cuenta con territorios similares; y así aseverará:
De aquí mucho con mas verdad se sigue, que si la causa universal y superior es favorable y concurren ó conviene con ella las speciales y inferiores [...] esta tal región será mucho bien templada y muy apta y dispuesta para la habitación humana, y dignísima de ser de hombres frequentada y poblada; y así es veresímile que debe ser la tierra del paraíso terrenal y todas las tierras que son muy habitadas y pobladas. De todo lo susodicho se puede coligir manifiestamente la salubridad, fertilidad, sanidad, felicidad y población destas nuestras Indias occidentales (p. 77). [Cursivas mías.]
El relato mítico ha servido como base de esta idealización que se hace del territorio americano y ha sido móvil de la argumentación y exposición posterior que lo conduce hasta a sostener que los indios, de acuerdo con el clima y la naturaleza que los rodea "son de muy buenos entendimientos" (p. 79). Además, basado en Aristóteles expresa que quienes viven en tierras calientes son "naturalmente quietos y pacíficos [...] por lo qual son naturalmente sabios y para las ciencias mas dispuestos", son moderados en la bebida y comida, no feroces ni presuntuosos. En cambio los de tierra fría, que en la clasificación son animosos, "piensan por todas sus fuerças poder á todos resistir y sobrepujar; porque no se mueven por vía raciocinativa". También los habitantes de tierras cálidas "son de mas luenga vida, y por los diluvios de las aguas no perecen ni se acaban tan pronto como los de las frías, y así tienen mas tiempo para ser sabios y astutos y virtuosos" (p. 81).
Como podemos constatar, la narración mítica ha sido el término comparativo de una demostración de carácter científico, de acuerdo con los criterios de la época. Se ha dado una ficcionalización del espacio que responde a una valoración tanto del territorio como de sus naturales, que busca provocar un impacto en el destinatario y que invita al lector a una labor interpretativa que rebasa el sentido denotativo del dato. El sustrato mágico y fantasioso de estos cronistas donde se mezclan las leyendas paganas que sostenían la existencia de islas misteriosas que se asociaban con el paraíso[47] permite la literaturización del discurso. El siguiente texto es muy ilustrativo:
¿Qué ciudad en el mundo que tenga más lindas y graciosas entradas y salidas, ni más llenas de hermosos campos y campiñas odoríferas, llenas de todas estas flores, y claveles, y árboles, y frescura entre mucha agua y españadas, haciendo un mormurio risueñoo de grande alegría y maravilla de las aves y pájaros que acompañan las flores y claveles, y muchos se sustentan de su color y cumo, habitando y entretexiéndose entre la juncia y espadañas, posando los altos y derechos cipreses y laureles? (p. 125).
El locus amoenus, topoi de la descripción paisajística de poetas como Ovidio, Virgilio, Séneca, a quienes cita Dorantes, sigue un esquema enumerativo dirigido a conmover la percepción sensorial a través del olfato, la vista, el oído, el tacto y hasta el gusto. Al respecto indica Ernest Robert Curtius:
[...] desde los tiempos del Imperio romano hasta el siglo xvi, el motivo central de todas las descripciones de la naturaleza. Ya vimos que el locus amoenus es un paraje hermoso y umbrío; sus elementos esenciales son un árbol (o varios), un prado y una fuente o arroyo; a ellos pueden añadirse un canto de aves, unas flores y, aún más, el soplo de la brisa.[48]
La riqueza de la fauna y la vegetación lo llevan a concluir que "bastan a formar aquí un paraíso, y que tuviera bien decir Plinio, si resucitara, de las cosas naturales mas en novedad e monstruosidad que en todas las provincias del mundo" (p. 116). Y, de alguna manera, muchas de sus descripciones o caracterizaciones llevan al lector a considerar a las Indias como un territorio fabuloso donde hay muchos árboles "de extraña grandeza" (p. 122), la caza no la hay mejor en el mundo, pues hay ciervos "tan grandes que ha habido alguno que mató á un spañol llamado Ballesteros" (p. 122), respecto a las aves "el cencontlatoli dice 400 hablas o lenguas" (p. 126), el huitzitzil,[49] pájaro del tamaño de la uña del pulgar, vive los seis meses del verano y "está muerto los seis meses [...] en llegando el tiempo de las aguas se va bullendo y reviviendo, y al fin resuscita y cria y renueva su pluma hermosa y su vida misteriosa" (p. 127); en cuanto a la minería, en Hayna "se sacó un monstruoso grano de oro, entre otros nunca otro tal en el universo visto ni oído [...]"; de las perlas dice que las han sacado "mayores que un ojo de hombre, sacadas de ostiones mayores y tamaños como sombreros" (p. 129); de los lagartos dice que "hay algunos tan altos como un caballo" (p. 131); luego dedica varias páginas para hablar del tiburón y su tamaño y que a uno "se halló un negrillo de ocho a diez años" –aunque indica que le parece increíble (p. 133);[50]– dice que en Cumaná hay un animal que llora como niño "para engañar la gente, y si alguna persona sale a ver quien llora, cómeselo. [Y concluye diciendo] De manera que todas las cosas de las Indias son de milagro" (p. 138),[51] "[...] todas fueron maravillas, y hasta los perros fueron maravillosos" (p. 139).
Asimismo una serie de relatos fantásticos de cuño indígena también tendrán cabida en su texto. Al hablar de los orígenes de la población de México dice que la gente que venía de una dirección hacia Cholula y Tlaxcala "eran gigantes, y no hay duda dello [...]". Esta fabulación se refuerza por la imprecisión de los datos: "Destas gentes no se sabe de sus principios", "parece que estos mexicanos eran siete tribus", pero luego afirma: "Y a los principios y quando salieron de las siete cuevas [...]" el culto indígena era muy simple, pero luego el demonio les enseñó a sacrificar hombres. Esta narración continuará más adelante, pero mientras contará que los mexicanos esperaban asentarse en una laguna y, después de hablar de pronósticos, profecías y revelaciones sobre la tierra prometida, intercala una colorida descripción de un sitio maravilloso llamado "lugar del descanso". Los indios andaban:
Buscando por estas promesas dónde habían de hallar una sabina blanca toda muy hermosa, al pie de la qual salía una fuente de agua, y todos los sauces que al rededor tenía eran blancos sin tener ni una hoja verde. Todas las cañas de aquel sitio eran blancas, y todas las spadañas de al rededor de la fuente. Vista esta maravilla, vieron que empeçaron á salir del agua ranas todas blancas y pescado todo blanco, y entre ellos algunas culebras blancas y vistosas. Salía el agua de entre dos peñas grandes, tan clara y linda, que daba sumo contento (pp. 7-8).
Amén del origen mítico del asentamiento de los mexicanos, el autor realiza una descripción que desborda el mensaje literal para invitarnos a reconstruir imaginariamente un escenario. Lo que importa al cronista es dar la sensación de maravilla, no proporcionar una información. Sin embargo, no pierde de vista su carácter de historiador y utiliza la misma fórmula que lo autoriza como testigo privilegiado, para aludir a hechos no presenciados: "Pues visto por sus ojos [de los indios] los pronósticos y señales cumplidas determinaron poblar en esta agua y laguna" (p. 10).
Otro proceso de flccionalización que utiliza es la dramatización del diálogo en el que es perceptible un interés por la valoración de la palabra. Dentro de la relación de conquistadores, cuando toca el turno a Garci Holguín, cuenta que fue quien apresó a Cuauhtémoc. Al llevarlo ante Cortés, éste expresó:
[...] decidle a Quahutemoc que por qué permitió perder su ciudad á costa de tantas vidas como estos días han acabado, así a los suyos como á los nuestros, habiéndole rogado tantas veces con la paz? El valeroso mancebo le respondió: dile al capitán que yo he hecho lo que era ubligado por defender mi ciudad y reino, como él hiciera el suyo si yo se le fuera á quitar; pero que pues no pude y me tiene en su poder, que tome este puñal y me mate, y estendiéndole el braço sacó al marqués un puñal que en la cinta tenía y se lo puso en la mano rogándole le matase con él. El Marqués se demudó y turbó, aunque no hizo ningun mudamiento del asiento en que estaba, antes con palabras muy blandas y amorosas le habló y regaló é hizo sentar cabe sí dándole con muchas caricias libertad y que se fuese donde quisiese [...] (pp. 32-33).
Y aquí es importante la comparación con el texto de Gómara:
Cuahutemoc entonces echó mano al puñal de Cortés, y díjole: "Ya yo he hecho todo mi poder para me defender á mí y á los míos, y lo que obligado era para no venir á tal estado y lugar como estoy; y pues vos podeis agora hacer de mi lo que quisieredes, matadme, que es lo mejor". Cortés lo consoló y le dio buenas palabras y esperanza de vida y señorío.[52]
A Dorantes le interesa dramatizar un acto de honra y valor que manifiesta el carácter y deja entrever la psicología tanto del noble indígena mexicano como del conquistador sensible y benevolente. Nos invita a presenciar una escena que incluye todas las indicaciones para la actuación de los personajes.
Así pues, el relato intercalado puede funcionar como un elemento estético enriquecedor del panorama impersonal de la historia a la que se añade otro espacio que afecta a nuestra percepción de la realidad. De tal forma, el carácter mismo de la Sumaria relación... invita a una lectura y un análisis que además de la búsqueda del dato, reconozca los diversos niveles que convergen en el texto.
Recapitulando, es pertinente señalar que a pesar de las grandes diferencias entre las tres obras estudiadas, representativas de la prosa en el siglo xvi novohispano, conservan algunos puntos de relación que, en términos generales, dependen del espíritu humanista que palpitaba en la época en que les tocó vivir. Ciertas concepciones de carácter estético tienen su núcleo en la idea de imitación que se perfila por ejemplo en Cervantes de Salazar y Dorantes de Carranza, aspecto que se vincula con una tendencia a la ampliación que podría ser precursora de la estética barroca.
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