Juan Antonio Rosado | Angélica Tornero.
2004 / 01 nov 2018 11:02
Esta literatura surge una vez concluido el movimiento revolucionario, cuando ya no es una presencia tan inmediata y sólo se reconstruye o se evoca. Se considera que es después de 1940 cuando se crea una situación literaria nueva, con obras que conservan muchos temas de la Narrativa de la Revolución*, pero donde el aspecto social permanecía como telón de fondo y pretexto para tratar problemas metafísicos o psicológicos.
Algunos críticos consideran que la Narrativa de la Posrevolución incluye también aquellas obras que no trataban sobre el conflicto armado, sino sobre sus consecuencias. En este sentido, La sombra del Caudillo (1929),de Martín Luis Guzmán, considerada como Novela Política*, podría incluirse también dentro de esta tendencia.
En general, es a partir de los años cuarenta cuando el escritor mexicano utiliza las técnicas de la novelística moderna (James Joyce, Franz Kafka, William Faulkner, el existencialismo francés, etc.) que, además de innovar en las estructuras narrativas, le dan al relato dimensiones metafísicas y psicológicas que no presentó la Narrativa de la Revolución*.
Los principales exponentes posrevolucionarios son Agustín Yáñez, José Revueltas, Juan Rulfo, Miguel N. Lira y Carlos Fuentes. También puede considerarse dentro de esta tendencia a Mariano Azuela, aunque sólo con una de sus novelas: Nueva Burguesía (1941), y a Martín Gómez Palacio, quien, en su novela El potro (1940), presenta a cuatro ex revolucionarios que se reúnen para recordar sus andanzas.
Agustín Yáñez da a conocer en 1947 su novela más importante, Al filo del agua. Esta obra, además de considerarse experimental por su técnica, en la que utiliza, entre otros elementos, el monólogo interior, es valiosa por las situaciones anteriores al movimiento armado revolucionario que se nos presentan. Trata sobre el temor, la religiosidad, la hipocresía y la falta de libertad propiciada por la iglesia en un pueblo del Bajío. Otros textos de Yáñez dentro de esta perspectiva con La tierra pródiga (1960) y Las tierras flacas (1962).
Un autor muy ligado a la Literatura de contenido social*, quien sufrió años de prisión por sus convicciones políticas, es José Revueltas. En 1943 publica El luto humano. Con una técnica influida por William Faulkner es, según algunos críticos, la primera novela mexicana que describe la realidad nacional utilizando novedosas estructuras narrativas. Los personajes se hallan sumidos en la tragedia y en la angustia metafísica, sin que una revolución pueda hacer nada por ellos. Otros textos de Revueltas son Los muros de agua (1941) y Los motivos de Caín (1957).
Influido también por las nuevas técnicas narrativas, Juan Rulfo es autor de la novela de ambiente rural Pedro Páramo (1955), llena de símbolos y con una estructura atemporal, una gran calidad lírica del lenguaje y una profundización en el interior de los caracteres. La obra se desarrolla en Comala, pueblo habitado por muertos, donde todos son hijos del cacique Pedro Páramo. En esta novela es notoria la visión trágica y metafísica unida en perfecta armonía con una técnica depurada.
Héctor Raúl Almanza, incluido también en Literatura del Petróleo*, plantea el significado de la Revolución en Detrás del espejo (1962). Como en Mientras la muerte llega (1958), de Miguel N. Lira, y La muerte de Artemio Cruz (1962), de Carlos Fuentes, se rememora la Revolución a través de un personaje. El conflicto bélico ha dejado de ser una presencia y se vuelve tema de una visión retrospectiva.
En La muerte Artemio Cruz se emplea una técnica que utiliza tres narradores (en primera, segunda y tercera persona), y se nos ofrece una visión al mismo tiempo individual y retrospectiva de la Revolución. La región más transparente (1958), también de Fuentes, escandalizó a los lectores conservadores de la época. Con una estructura que nos recuerda a John Dos Pasos, describe la vida de la ciudad de México y la influencia de la Revolución. El personaje Federico Robles es un antiguo revolucionario convertido en millonario.
Una novela de Fuentes que retoma la época y el ambiente del movimiento revolucionario es Gringo viejo (1985). El protagonista de la narración, Ambrose Bierce (1842-¿1914?), desapareció en México durante el conflicto. Gringo viejo vuelve al tiempo de la Revolución, donde hallamos dos de los temas principales en la novelística de Fuentes: el fracaso revolucionario y el desencuentro de culturas.
Durante la década de los cincuentas, el cuento adquiere una importancia que no había tenido antes. Libros como Confabulario (1952), de Juan José Arreola, que no ignora el mundo externo a pesar de ser una manifestación del la Literatura fantástica*, El llano en llamas (1953), de Juan Rulfo, y Los días enmascarados (1954), de Carlos Fuentes, marcan el surgimiento de una nueva narrativa cuyos antecedentes inmediatos se encuentran en Yáñez, Rubén Salazar Mallén y Efrén Hernández, entre otros.
En 1964, Jorge Ibargüengoitia publica Los relámpagos de agosto, parodia de las novelas de la Revolución.