La escritura magonista, intensa y lúcida, pone en juego elementos cruciales —el expresionismo y la alegoría, el teatro épico y el efecto, el montaje y el trabajo de lo negativo— que la crítica ha sido reacia a abordar. Unas cuantas instantáneas revelan, en este libro, el sueño anarquista de la Revolución. La muerte de Práxedis Guerrero, el poeta, joven revolucionario muerto en las primeras batallas. Imágenes de explotación y alienación, bajo la lupa crítica —o la cortante pluma— de Ricardo Flores Magón. El rigor de sus fábulas y la festiva libertad que celebra la nueva vida social. La prisión de Leavenworth, donde Magón encontró la muerte, y las cartas del encierro, la ceguera y la enfermedad. El mexicano, de Jack London, con su protagonista Felipe Rivera, obrero y boxeador emigrado que pelea en Los Ángeles para obtener los fusiles necesarios para la Revolución.
"No soy magonista, soy anarquista. Un anarquista no tiene ídolos", les dice José, en Verdugos y víctimas, a los gendarmes y al juez que lo registran y encuentran, doblado en su bolsillo, el periódico Regeneración. Pero en la escritura magonista, —la de Práxedis y Magón—. la poesía es una forma latente de la acción, experiencia autónoma e intransferible, irreductible a los esquemas de un anarquismo doctrinal, ferozmente desmitificadora, crítica y oscura.