Enciclopedia de la Literatura en México

El rescate del mundo

mostrar Introducción

El rescate del mundo es un pequeño grupo de poemas publicados en 1952 por el Departamento de Prensa y Turismo del estado de Chiapas y reeditado diez años después por la revista América. Aunque en el momento de su aparición no generó mucho interés, este libro resulta un punto de quiebre en el desarrollo poético de Rosario Castellanos y, por ende, un segmento importante del panorama literario mexicano.

Dividido en tres secciones que responden a las diferentes relaciones que la poeta establece con el mundo –“Invocaciones”, “Cosas” y “Diálogo con los oficios aldeanos”–, El rescate del mundo visita, de una manera muy original y atractiva, temáticas de corte indígena y contemplativo, empleando para ello diferentes medidas de versos que nos demuestran la gran capacidad de la autora para manejar el ritmo y la versificación. El libro comienza con un epígrafe de tres versos de “Canción del tentador”, un poema suyo contenido en De la vigilia estéril publicado en 1950:

Abre tu puerta y oye:

alguien tiende los brazos y te llama.

Es el mundo que pide su rescate...[1]

Estos versos sugieren una especie de continuidad planteada anteriormente, el seguimiento de una preocupación por acercarse al mundo y a lo que la rodea, que se responde mediante estos poemas.

mostrar Poemas de Chiapas

En 1952, luego de realizar estudios de estética en la Universidad de Madrid, Rosario Castellanos vuelve a Chiapas para formar parte del Instituto de Ciencias y Artes de Tuxtla Gutiérrez y publicar dos volúmenes de poesía: El rescate del mundo y Presentación al templo, además de Tablero de damas, su primera obra de teatro.

En ese mismo momento, muchos de los grandes actores de la poesía mexicana publican obras fundacionales: en 1951 aparecen Águila o sol de Octavio Paz, Poesía de Efraín Huerta, La señal de Jaime Sabines y Poética de Rubén Bonifaz Nuño; en 1952, por su parte, se publican El nuevo Narciso y otros poemas de Enrique González Martínez, Semillas para un himno de Paz y la Obra poética de Alfonso Reyes. Es, pues, una época en la que se sientan las bases de una buena parte de lo que podemos considerar como el canon poético del siglo xx en México.

A diferencia de poetas que requieren de varios años para alcanzar la madurez de su obra –que muchas veces coincide con los procesos de vida–, los poemas de Rosario Castellanos son, desde la publicación de Trayectoria del polvo en 1948, tanto formal como temáticamente, plenos. Además, en El rescate del mundo, su cuarto poemario, nos encontramos no sólo con una poética ya firme, sino con un nuevo ánimo de exploración, con una búsqueda de nuevos horizontes que, curiosamente, la llevan al paisaje de Chiapas, al territorio de su infancia.

Si bien podemos leer detrás de su obra una cercanía con poetas como santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz y sor Juana Inés de la Cruz, en El rescate del mundo veremos nuevas influencias que, aunque continúan la línea contemplativa de éstos, se acercan también al recorrido que poetas como Gabriela Mistral, Pablo Neruda o Ramón López Velarde realizan por espacios de la provincia.

Con ojos de quien redescubre lo propio, Castellanos se acerca a la vida cotidiana de los pueblos de México; por un lado, busca privilegiar el establecimiento de diálogos en los poemas, tanto con la gente: “escoja yo mis pasos / como vosotras, justas”;[2] como con los árboles y el río: “Ceiba que disemina / mi raza entre los vientos /...Bajo tus ramas deja / que mi canto se acueste”.[3] Por otro lado, describe cosas y situaciones que generalmente pasan desapercibidas y las reviste con sonoridad y con una gran riqueza expresiva: “El río viene... / con la pulpa fresquísima / de su pecho sombrío / y su espumoso belfo / de potro repentino”.[4]

mostrar Los ritmos de la calma

Uno de los elementos que caracterizan la obra poética de Rosario Castellanos es la gran capacidad para emplear los modelos rítmicos y de versos más importantes en el español como son el alejandrino –un verso de catorce sílabas dividido en dos hemistiquios o mitades de siete sílabas– y el endecasílabo en todas sus variantes, entre otros. Desde sus primeros poemas, podemos identificar endecasílabos y alejandrinos métricamente perfectos que, además, son muy vívidos y que continúan una larga tradición lírica de versos de arte mayor. En El rescate del mundo, sin embargo, esta vocación de largo aliento se combina con la exploración de un metro breve usualmente identificado como popular: el heptasílabo.

El verso heptasilábico, dominante a lo largo de todo el texto, genera sensaciones de velocidad y relajamiento, que nos remiten precisamente a los paisajes y cosas sencillas: “con reposo de hamaca / tu cintura camina”.[5] Mientras que los versos endecasílabos y alejandrinos permiten situarnos en un ámbito más contemplativo y de reflexión. En otros versos del mismo poema encontramos que:

Amanece en las jícaras
y el aire que las toca / se esparce como ebrio.
Tendrías que cantar / para decir el nombre
de estas frutas mejores que tus pechos.[6]
heptasílabo
alejandrino
alejandrino
endecasílabo

En primer lugar, tenemos una aseveración objetiva y directa que, al contrastar con los siguientes versos de mayor extensión, nos prepara para el tono reflexivo. Posteriormente, encontramos un par de alejandrinos; en el primero, tenemos dos hemistiquios completamente simétricos con acentos en las sílabas dos y seis. Esta acentuación, usualmente identificada como culta, nos prepara, al estar tan distantes los acentos entre sí, para un ánimo reflexivo.

En el segundo, por su parte, la poeta se dirige a la propia mujer que vende frutas, y con el primer hemistiquio que termina en aguda, intensifica el llamado para después resolver con el segundo, que difiere de los anteriores al acentuar la cuarta sílaba y la sexta en vez de la segunda. Por último, la estrofa se cierra con un endecasílabo melódico, es decir, con acentos en la tercera, sexta y décima sílaba, lo que nos regresa a la regularidad y sonoridad del tono reflexivo.

Este procedimiento se repite a lo largo del texto. Mientras en poemas como “Cántaro de Amatenango”, “Una palmera” y “El tejoncito maya” la medida de versos predominante es de siete sílabas, los poemas de corte más reflexivo abundan en versos alejandrinos y endecasílabos, como los poemas “silencio cerca de una piedra antigua” y “estrofas en la playa”.

Con el balance entre los versos cortos y descriptivos y los versos de mayor extensión y contenido reflexivo, Castellanos crea con gran habilidad una sinfonía delicada en la que ritmo y paisaje capturan nuestra atención y nos ubican en un territorio al que sentimos pertenecer.

mostrar Volver al origen

Además del uso de versos de arte menor –aquéllos con ocho sílabas o menos–, Rosario Castellanos emplea otros recursos para crear una sensación de sencillez. Al revisar las imágenes que la poeta chiapaneca emplea, notamos que, si bien la presencia de metáforas complejas es reducida, los poemas están llenos de símiles o comparaciones, a la manera del discurso oral popular y de los libros de tradición mítica como el Popol Vuh o la Biblia.

Esta decisión de hacer predominar el símil por encima de la metáfora no es fortuita, sino que da cuenta de una voluntad por colocarse en un nivel sencillo del lenguaje, cargado más de imágenes reales y paisajísticas que de imaginación o fantasía (“Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras / como con una cesta de fruta verde, intactas”.[7] Castellanos no crea nuevos mundos en este poemario, los reproduce, los descubre al mirarlos y trata de compartirlos de una forma clara, precisa, cercana a nuestro plano cotidiano.

Aunado a esta decisión, nos encontramos un elemento discursivo muy interesante. El apartado 'Diálogos con los oficios aldeanos' representa una aproximación a la vida de las personas y un aprendizaje a partir del método platónico / dialógico del conocimiento: interrogar y conversar para integrar saberes nuevos. Nuestra poeta tiende puentes con la cotidianidad de los pueblos de Chiapas pero también de otras provincias de México, establece conversaciones con personas a las que usualmente no se les da la palabra y busca aprender de aspectos de la vida a los que no siempre se les considera dignos de aprendizaje. En lugar de aproximarse con aire de Adán nombrándolo todo, Castellanos pide humildemente consejo y ayuda a quienes la rodean, como en el poema 'Lavanderas del Grijalva': “Mujeres de la espuma / y el ademán que limpia / halladme un río hermoso / para lavar mis días”,[8] o en 'Tejedoras de Zinacanta': “Tejedoras, mostradme / mi destino”.[9] Leemos una voz poética que pregunta y aprende, no se impone. Casi con el mismo tono de respeto con el que en muchos pueblos los jóvenes suelen referirse a los mayores.

Esta aproximación a la vida tradicional se refleja en otro aspecto. Encontramos a lo largo de los poemas una simpatía hacia las cosas consideradas como sagradas en los pueblos, totalmente alejadas de la concepción urbana. Frente a la adoración de ciertos símbolos católicos, Castellanos “sacraliza” a los árboles: “Padre de tantas voces / protégeme”;[10] “Y no miro los templos sumergidos / sólo miro los árboles que encima de las ruinas / mueven su vasta sombra”.[11]

Rosario Castellanos visita y asimila, de manera delicada pero consistente, un panteísmo precolombino que se aproxima a cultos antiguos a los árboles, a las montañas y a los ríos “Devorador de prados... va moviendo tranquila y noblemente / su condición sagrada” (las cursivas son mías),[12] y que busca reconocer en la naturaleza que la rodea rastros de sus antepasados, y en mayor medida, rastros de lo sagrado en sí misma.

mostrar La poesía por descubrir

A pesar de su gran calidad y de la importancia que ha cobrado con el paso del tiempo para diferentes ámbitos culturales en nuestro país, la obra poética de Rosario Castellanos es en general poco visitada por los estudios académicos y de crítica. Es mucho más conocida como narradora por su incursión en las temáticas indígenas y como ensayista por su postura crítica en torno a la feminidad y a la equidad de género. Sin embargo, como señala Rogelio Guedea, “lo perdurable de la obra de Castellanos está, indudablemente, en su poesía”.

El interés ante la aparición de sus primeros libros de poesía fue, salvo algunas reseñas en la revista América y en suplementos culturales de periódicos, muy reducido. En realidad, la valoración de su trabajo literario comenzó a partir de 1953, un año después de publicar El rescate del mundo, cuando recibió la beca Rockefeller para escribir poesía y ensayo, y se incrementó con la publicación y las reediciones de Balún Canán, Oficio de tinieblas, el libro de cuentos Ciudad Real y por la obtención del Premio Xavier Villaurrutia en 1961.

Actualmente la mayoría de los estudios sobre el trabajo de la poeta chiapaneca revisan, de manera superficial y un poco en forma de homenaje póstumo, el grueso de su obra y algunos aspectos biográficos. Otros, describen ciertas características específicas a lo largo de su ejercicio escritural, o bien analizan su obra como parte de una generación o de un grupo de escritores –o escritoras– con elementos comunes entre sí.

mostrar Nuevos caminos de una voz propia

El rescate del mundo es un libro de gran valor en la trayectoria de la poeta chiapaneca pues representa un cambio en la manera de abordar las cosas en el poema, tanto en el aspecto de la forma como en el de la sensibilidad. De un tono que Guedea identifica como “predominantemente elegíaco y de lamentación”, Castellanos se mueve hacia uno más reflexivo. Al respecto, Germaine Calderón nos hace notar que “Estamos ahora ante frente [sic] a un cambio radical en el estilo y en la sensibilidad del poeta. Del boscaje de significado de los libros anteriores pasamos al rescate de la sencillez de hombres y cosas perdidos en la provincia de Chiapas”.

Este cambio radical puede deberse, sobre todo, a la búsqueda de una voz poética propia y la necesidad de integrar los paisajes y referentes personales en una poesía que, hasta entonces, había girado más en torno a aspectos abstractos, distantes de su realidad personal más cercana. Así, Zamudio señala que Castellanos “se aparta de la expresión majestuosa y no se interesa por ese mundo como totalidad inasible, sino por las cosas que lo integran aunque parezcan simples [...]”.[13] No hay elegía sino reflexión. Un tono apolíneo y elevado pero al mismo tiempo terrenal, alegre y que disfruta lo que hay a su alrededor.

Más que de simpleza podemos hablar de sencillez en la expresión y en la mirada. La propia poeta, en entrevista con Emmanuel Carballo, nos confiesa que, al escribir El rescate del mundo, “ejercité la austeridad, traté de aprehender un objeto mediante dos o tres imágenes referidas al mismo tema”.[14] Un ejercicio cuya dificultad radica precisamente en mantenerse lejos de las complicaciones interpretativas y en cambio contemplar lo que existe, reflexionar sobre aquello que se ve. De esta manera, como vuelve a apuntar Zamudio, Castellanos “se percibe más auténtica, despojada de imágenes y estructuras complicadas”.[15] Una poesía transparente, honesta, con versos que no ocultan sino descubren, que rescatan una visión sensible y encantadora de un mundo que, a veces, no miramos.

mostrar Bibliografía

Calderón, GermaineEl universo poético de Rosario Castellanos, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de MéxicoCentro de Estudios Literarios Instituto de Investigaciones Filológicas (Cuadernos del Centro de Estudios Literarios; 9), 1979.

Carballo, Emmanuel, “Rosario Castellanos”, en Protagonistas de la literatura mexicana, México, D. F., Ediciones del Ermitaño/ Secretaría de Educación Pública (Lecturas mexicanas; 48), 1986, pp. 519-533.

Castellanos, Rosario, “El rescate del mundo”, en Poesía no eres tú, 2ª ed., México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 2012, pp. 57-68.

Guedea, Rogelio, “La insurrección solitaria”, en Poetas del medio siglo (mapa de una generación), México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Poemas y ensayos), 2007, pp. 105-121.

Zamudio R., Luz Elena y Margarita Tapia (eds.), “Pasaporte a la poesía de Rosario Castellanos”, en Rosario Castellanos: de Comitán a Jerusalén, Toluca, Tecnológico de Monterrey/ Universidad Autónoma del Estado de México/ Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, pp. 31-47.

mostrar Enlaces externos

Castellanos, Rosario, “Arte Poética N° 28: Rosario Castellanos", Círculo de Poesía, (consultado el 21 de junio de 2016).

Castellanos, Rosario, "Poemas de Rosario Castellanos", Material de lectura, Universidad Nacional Autónoma de México, (consultado el 21 de junio de 2016).

Gómez Fuentes, Yolanda, “La obra lírica de Rosario Castellanos, publicada en periódicos locales de Chiapas, desde 1940 hasta 1949”, Centro Universitario de Información y Documentación, (consultado el 21 de junio de 2016).

Sabines, Jaime, “Recado a Rosario Castellanos”, Palabra Virtual, (consultado el 21 de junio de 2016).