A los pliegos, a las hojas volantes del señor Rimbaud -escribe el primer editor de las Iluminaciones-, se ha buscado distribuirlos de acuerdo con un orden lógico. En primer término, las revoluciones cósmicas. Luego, las Ciudades Monstruosas: una humanidad intratable despliegas allí una comedia mágica de crimen y demencia. De esos decorados, de esas muchedumbres, se aísla un individuo: exaltaciones pasionales acescentes y ásperas, que se desvían hacia erotismos sobreagudos. El postre, una lipotimia. Él desea vivamente una vida vegetativa: algunas siluetas de seres humildes vagan, jardincillos de arrabales de Brujas florecen. A la primitiva prosa suelta,musculosa y coloreada, la han reemplazado lábiles canciones murmuradas, que mueren en una oleada de sueño incipiente, balbuceante. Brusco, un despertar odioso, lleno de sobresaltos, una llamada a algún desquiciamiento social, aullada por la voz de un alcohólico, un insulto a esa Democracia militar y utilitaria; y un irónico y final: ¡De frente, marchen! Una obra, en fin, fuera de toda literatura y, probablemente, superior a toda.
Félix Fénéon