EL GRAN SOLITARIO DEL PALACIO
El gran solitario del palacio, publicada por primera vez en Buenos Aires, se agotó rápidamente al igual que una segunda edición hecha en México. Públicos tan distintos como el argentino y el nacional demuestran que la novela de René Avilés Fabila posee grandes valores literarios (y aun testimoniales) que resisten las pruebas de tiempo y espacio. En ella el autor supo además sortear con habilidad los peligros que la crítica social y el compromiso político significan para la literatura.
El gran solitario es una inmensa alegoría –centrada en la matanza de Tlatelolco- de los últimos cincuenta años de la vida política del país y no la simple crónica de una de las más sangrientas represiones de los últimos tiempos. Varias historias cuyos personajes, acción y épocas conforman un amplio mural que despliega inmisericorde ante el lector los rasgos más característicos de nuestra realidad, son el andamiaje de la narración. Nunca, en la obra de René Avilés Fabila, el humorismo y la ironía habían sido tan amargos como en esta novela. La sonrisa se convierte en mueca de horror ante la violencia, los asesinatos y las torturas de un grupo que a toda costa desea perpetuarse en el poder y que es capaz, llegado el momento, de las más terribles atrocidades.
La Editorial V Siglos, S. A. presenta la nueva versión. Corregida y definitiva, de El gran solitario del Palacio. En ella nada traiciona el coraje y la posición política originales del autor, simplemente, Avilés Fabila hace suyas las palabras de Jorge Luis Borges: “No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado asperezas, he techado sensiblerías y vaguedades. . .”
Sobre la novela la crítica especializada ha comentado:
Avilés Fabila es un escritor que sabe en qué mundo vive, está evidentemente convencido de que es preciso cambiarlo, y esa brillante crueldad que ejercita escribiendo demuestra que conscientemente quiere que su literatura sea un instrumento de ese cambio.
Bernardo Verbitzky
La pura idea en que se basa una novela de René Avilés Fabila publicada recientemente en Buenos Aires: El gran solitario de Palacio, me ha hecho pensar, en los términos de las diversas circunstancias de opinión en que me he puesto a hacerlo, en un sinnúmero de cosas relacionadas con la identidad.
René es directo en el lenguaje y agresivo en su forma de decir las cosas. Toda su obra ha sido un combate permanente contra la impostura, contra la intelligentsia que desprecia las luchas sociales porque es incapaz de ver en ellas otra cosa que contaminantes de su arte "inmaculado". René Avilés acusa, señala culpables, denuncia con pasión furiosa la mugre y la bestialidad que ensucian nuestra vida social.
En su libro, Avilés Fabila reseña, sin pruritos ni disquisiciones, con la necesaria crudeza, las torturas, los confinamientos, las inquisitoriales persecuciones, los asesinatos de los jóvenes que se atrevieron a desafiar las férreas estructuras establecidas, defendidas por un caudillo temporal y veladas por un partido político que, junto con el caudillo, desde hace cincuenta años se mantiene el poder: el Partido de la Revolución Triunfante.
Antonio Caram
En El gran solitario de Palacio -y esto es el aspecto donde Avilés Fabila se muestra tan dueño de la narración poética como la ironía- hay escenas que todos recordamos, de violencia, de desesperación, de impotencia. Porque olvidarlas, tomarlas como una "pesadilla" de la que ya hemos despertado, sería ignorar que fueron producto de una realidad que exige satisfacción a sus más apremiantes problemas. En estas escenas se muestra la violencia de su pluma, su habilidad para manejar la prosa de tal modo que de ella emerja el dolor sin que ese mismo dolor se le trague con descripciones superfluas.