Una de las raíces más profundas de la obra de Jean-Claude Xuereb (Argelia, 1930) es su experiencia hereditaria del exilio, de ahí la gravedad singular de su voz –y su actualidad asombrosa. Al proclamar la urgencia de “saborear la abrasadora precariedad del instante”, su canto se afirma como una poesía ávida de naturaleza, de plenitud, que descansa confiada en las fuerzas solidarias de la vida y del lenguaje. En esta obra mediterránea –nacida bajo el signo de Albert Camus y de René Char, entre otros, y que tiende puentes entre norte y sur– la celebración sensual de una presencia en el mundo, como posible superación del exilio ontológico, responde al obsesivo bajo continuo que nos recuerda la fragilidad de la vida y la finitud. A pesar de todas las dudas, hay una fe tenaz en las virtudes de la poesía: Penélope y Scheherezada “tejen el hilo y la palabra / para repeler el horror / y salvaguardar la esperanza”. Esas cualidades hacen de la poesía de Xuereb una de las obras francesas contemporáneas más dignas de atención. Su ferviente adhesión al mundo y su grito rebelde hacen de ella un haz de luz en un ahora y aquí de inestabilidad e incertidumbre.