La poesía de Clyo Mendoza se ve próxima, en su poderío rítmico, a la hechizante recurrencia de la letanía. No hay, en esta afinidad tan afortunada, nada gratuito: nos hallamos ante un libro que viene de la muerte, del final que abre el camino de las preguntas que la protagonista, Águeda, y otros huérfanos como ella formularán para calmar y colmar su silencio. A la riqueza formal de esta obra hay que añadir la peculiar y afinada exploración semántica que va formando, poema tras poema, un oleaje lingüístico donde los motivos reaparecen, pero transfigurados bajo otro ángulo de la voz que canta y narra una tragedia netamente mexicana y contemporánea: en Silencio la violencia y la pobreza han dejado sin voz a una serie de abatidos personajes que encuentran en la poesía de Clyo Mendoza una resonante justicia poética. |