Oculta bajo la voz hay otra voz. Bajo las palabras, otras palabras. Cavar hasta llegar a ellas. Cavar a través de siglos. Más profundo aún. En la lengua. En la memoria. Cavar hasta desenterrar lo que ya no es nuestro, lo que nunca fue, lo que perdimos. Nuestro hablar materno. Imágenes holladas. Ídolos antiguos. Herrumbrado esplendor. Recordar que hubo nombre para lo nunca dicho. Tocar los libros que contaminan las manos. Decir Shir-Hashirim, Kadosh/Kedoshim, Qohéleth, ya sin temor. Balbucear lo impronunciable en un andar a ciegas. Restaurar nuestra memoria, tocar la lengua perdida en nuestra lengua, la llama, el alfabeto calcinado cuyo ardor alivia.