A ustedes les consta. Ustedes, lectores de ese género periodístico y literario, la crónica, son y han sido testigos y en ocasiones y de modo pernicioso, actrices y actores de una admirable operación informativa y creativa.
Los elementos están allí: el don de síntesis, la eficacia descriptiva, la pasión, la ironía, el sentido del detalle. Todo o casi todo está cifrado en este discurso: las nuevas y viejas costumbres, la resistencia y el relajo del pueblo, las variedades del habla y la imaginación, el pesimismo y las esperanzas que se oponen o se integran. Sin didactismo, con escepticismo o entusiasmo, en la crónica tienen cabida la pequeña y la gran historia, la moda y la denuncia, la frivolidad y la lucha de clases, la amnesia programada y la memoria de las devastaciones.
En la presente antología de dos siglos de crónica en México, los ejemplos lo reiteran: de Manuel Payno y Guillermo Prieto a Juan Villoro, Magali Tercero, Héctor de Mauleón y Fabrizio Mejía Madrid, una tradición de primer orden se consolida en el espacio delimitado por las virtudes de la prosa y los intereses de los múltiples lectores.