-Y Pauline, ¿qué edad tiene ahora? -Va a cumplir los quince. -¡Quince años!, ¡cómo crecen! Todavía me parece verla, así de alta, entre los críos de Guillaume Tell, en el aire, sobre el puente encima del río, durante el ballet. -Sí, quince años. Está en la primera cuadrilla y será corifeo después de su primer examen, de eso estoy bien segura… Para empezar, el otro día cuando el director pasaba, le tomó el mentón, y el director no le toma el mentón a todo el mundo. -¡Quince años! No lo puedo creer… Y supongo que todavía nada; nada, ¿no es así, Madame Cardinal? -¡Oh! ¡No! ¡Nada, nada!… ¡Ah! Dios mío, no es por falta de propuestas. Ya me la han pedido varias veces. Sobre todo está Monsieur N***, que no se va de nuestra casa, pero la pequeña no lo puede sufrir; y no tengo las agallas para forzarla; y luego, lo sabéis, no es ése el papel de una madre.
Éste es un fragmento de diálogo capturado tras las bambalinas de la Ópera. Estamos en París, en 1870… Pauline se convierte en cocotte para entregarse a la “galantería a gran escala”, según dicta un reporte policial. Virginie, su hermana, será vendida a un marqués italiano. La madre teje la trama guiñando al destino que brinda fortuna a su familia.