Agustín Orortiz, originario del estado de Puebla, se inició en el negocio de los libros en el mercado de la ciudad de Puebla, donde tenía un puesto de antigüedades. En 1896, se trasladó a la ciudad de México, donde encontró un sitio de venta de libros, a un costado del Sagrario Metropolitano, en lo que se llamó “Las Cadenas”. A decir de Salvador Novo, los libros viejos no sólo se compraban en Porrúa, en Robredo o en el Volador, sino también afuera del Sagrario, en el puesto de Orortiz.
Hacia 1898, don Agustín cambia su negocio a la calle del Esclavo (hoy, segunda calle de República de Chile), en la esquina que formaba esta calle con Donceles. En la librería se daban cita personajes de la sociedad porfiriana para hablar de política, de literatura o de los acontecimientos del día. Según Juana Zahar, esta librería era visitada por Luis González Obregón, Genaro García que, se cuenta, aquí leyó la primera poesía; Luis Echegaray, bibliófilo; el doctor Nicolás León, bibliógrafo; José María de Agreda y Sánchez, Longines Alemán (un asiduo cliente), Vito Alessio Robles, Rafael Aguilar y Santiago Santillán (Presidente Honorario y Secretario Perpetuo de la Sociedad), Antonio Alzate y Victoriano Salado Álvarez, entre muchos otros.
La librería permaneció en este domicilio hasta 1912. Después, el señor Orortiz se mudó a un local en la calle de Santa María la Rivera. Ahí estableció un gabinete de lectura con servicio al público. El lector podía tomar libros en préstamo por un mes, mediante el pago de un peso y cincuenta centavos. El gabinete disponía de 1,200 títulos, sobre todo de novelas.
Poco tiempo después, el acervo fue vendido a las bibliotecas de Harvard, del Congreso de Washington y de la Universidad de California. El señor Orortiz murió en 1933 y su hijo continuó con la venta del acervo a los Estados Unidos.