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La Academia Nacional de Ciencias y Literatura fue fundada a instancias de don Benito Juárez, para sustituir a la que había existido en la época imperial. La formulación de su reglamento se verificó en 1871, y en él se advierten muchas pretensiones que no lograron realizarse. Señaláronse como objetivos de la academia los siguientes:
Fomentar el cultivo y adelantamiento de estos ramos (ciencia y literatura), servir de cuerpo facultativo de consulta para el gobierno, reunir objetos científicos y literarios, principalmente los del país, para formar colecciones nacionales, establecer concursos y adjudicar los premios correspondientes, establecer publicaciones periódicas útiles a las ciencias, artes y literatura y hacer publicaciones, aunque no sean periódicas, de obras interesantes principalmente nacionales.[1]
La academia estuvo dividida en cuatro secciones: de ciencias matemático-físicas y físico-químicas, de ciencias biológicas, de ciencias sociales y morales, y de literatura. Proponíanse sus miembros publicar anualmente, con el título de Anales de la Academia Nacional de Ciencias y Literatura de México, los escritos científicos o literarios de sus socios eligiendo libremente los que fueren dignos de publicaciones. Advertíase a los socios que cada uno era responsable de sus escritos y que la Academia, al acordar la impresión de sus obras, no hacía suyas doctrinas u opiniones que emitieran. Ofrecía además esta agrupación un premio pecuniario al triunfador en los concursos anuales.
Los académicos fueron de número, supernumerarios y honorarios. Los primeros y segundos no podían exceder de cincuenta para cada clase, y los últimos podían llegar a cien. Exigíase que las dos terceras partes de los académicos tuvieran su residencia en la capital de la república. Para ser admitido como académico de número, supernumerario y honorario, era necesario haberse distinguido por la publicación o ejecución de algún trabajo científico o literario de notorio mérito o utilidad.[2] La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística tenía derecho a nombrar de su seno a seis socios que la representasen en la academia con el carácter de socios de número.[3]
Fue presidente nato de la academia el ministro de Justicia e Instrucción Pública. El vicepresidente, cuatro secretarios, un tesorero y dos vocales eran nombrados por la misma academia. Cada sección tuvo presidente y vicepresidente. Las sesiones tuvieron lugar dos veces por mes y fueron públicas tanto las científicas como las literarias. Proponíase también la academia ponerse en contacto con otras corporaciones científicas y literarias del país y del extranjero.[4]
Manuel Peredo, académico de número, fue vicepresidente perpetuo de la sección de literatura. Francisco Pimentel fue otro de sus distinguidos miembros.[5]
José Rosas Moreno, el poeta originario de Lagos de Moreno, se había dado a conocer en la Ciudad de México en 1868, cuando se celebraron las veladas literarias. Entonces se dedicó a coleccionar sus fábulas que más tarde presentó para su aprobación a la Academia Nacional de Ciencias y Literatura, de cuyo dictamen se encargó Francisco Pimentel. Después de esto las Fábulas de Rosas Moreno sirvieron de libro de texto en las escuelas de Instrucción Primaria de toda la república.[6]
Este dictamen y otro sobre una poesía de José Monroy fueron el escaso testimonio que nos queda de la actividad de esta corporación; dícese que sólo hubo reuniones mientras fue ministro José María Lafragua, pero que después de su muerte, en 1875, cayó la academia en la inacción y acabó por desaparecer.[7]
Lafragua, José María Monroy, José Peredo, Manuel Pimentel, Francisco Rosas Moreno, José