Nijpatzi te tzame
Nijpatzi yä’ najs’
El paisaje que se contempla desde cierto punto de vista (sea geográfico, sea cognoscente) es lo que se designa como panorama. En lo personal, la palabra me resulta un tanto extraña: ¿cómo podría plasmar una visión de conjunto, orgánica, de una literatura en pleno proceso de construcción? ¿Cómo sortear los vacíos, las contradicciones, la parcialidad?
Consciente de la paradoja, elijo un acercamiento abiertamente subjetivo. Con Juan Carlos Mariátegui, me atrevo a decir: “Mi critica renuncia a ser imparcial o agnóstica, si la verdadera crítica puede serlo, cosa que no creo absolutamente. Toda crítica obedece a preocupaciones de filósofo, de político o de moralista”; la mía, en ese sentido, buscara ampararse en el posicionamiento político más que en la reflexión filosófica o moral.[2]
Dicho lo anterior, advierto que para adentrarse en este panorama de las literaturas tzunitzame’tam, el lector debe aceptar la condición de que el recorrido no es más que eso: un acercamiento personal y sujeto a crítica. Pienso que una cultura viva no puede reducirse a unos cuantos nombres, unas cuantas obras, unas historias o situaciones particulares; una cultura viva es fruto de la contradicción, las tensiones, la complejidad de su actores; por lo tanto, el trabajo que aquí se ofrece, si bien privilegia la labor de unos pocos, su inclusión sirve no tanto para posicionarlos como lo mejor o lo más representativo de nuestro quehacer artístico, sino como ejemplos que articulan las dificultades que entraña ensayar una literatura en la frontera de dos lenguas, del esfuerzo de intentar empatar dos modos de concebir la realidad. Por otro lado, un acercamiento individual siempre tiene limitantes: de método, de tiempo, de capacidad teórica. Por mi parte, acepto esta situación e invito al lector que no tema cuestionar, debatir, porque sólo en el diálogo se podrá construir una historia más justa, más acorde a nuestra concepción de mundo y del arte.
En este trabajo se ideará, entonces, una mirada de conjunto de un puñado de autores que, en castellano y en nuestra lengua (te’ tzunitzame), contribuyen a la construcción de una literatura que no necesariamente ‘funda’ su singularidad en una identidad étnica, sino que pretende ser reconocida por su trabajo de búsqueda artística constante, de ensayo y error. Para ello, parto de una postura un tanto laxa en cuanto a las formas (y los medios de publicación), pero crítica en cuanto a sus pretensiones y sus alcances. Es decir, se parte de una visión amplia de literatura, en la cual se valora el testimonio de los ejercicios de exploración, de experimentación; y tanto vale una aproximación a la literatura desde una óptica culta que una de corte tradicional o popular (e incluso, se atiende a modos de producción no tan convencionales). Sin embargo, en cuanto al resultado de tales tentativas, intentaré ser lo suficientemente crítico.
El estudio se conducirá atendiendo a la cronología y se ahondará en las obras a partir de los distintos géneros (poesía, narrativa y ensayo, esencialmente), porque, si bien hay un par de autores que practican distintos géneros, sólo tienen un libro publicado en un género especifico. Asimismo, no puede establecerse una relación a partir de los colectivos o las asociaciones a las que pertenecen, ya que, si bien hay historias e intereses personales en común, por lo general, el medio en el que se desenvuelve cada uno es diverso y complejo.
En la poesía, por mucho, destaca la figura de Mikeas Sánchez, quien, a base de esfuerzo y dedicación, nos ha hecho ver que la escritura artística culta en zoque es posible. Junto a ella, se introducirá el trabajo Trinidad Díaz Arias, Elvira de Imelda Gómez y Lyz Sáenz, quienes con uno o dos poemarios enriquecen el potencial de escritura en lengua ote.
En la narrativa, todavía no hay un escritor emblemático, bien constituido. Eso sí, han aparecido narraciones (cuentos, relatos) esporádicas de diversos autores: al parecer, éste es el género en que la mayoría de los escritores zoques suele acercarse a la literatura. Vale la pena mencionar los trabajos de Joaquín Gómez González, José Cordero Jiménez y Humberto Saraoz Díaz. Los dos primeros con obras publicadas y el último con una novela y un libro de relatos todavía inéditos (ha publicado sólo fragmentos). En cuanto al ensayo, pondero el trabajo de Fortino Domínguez Rueda y Fermín Ledesma Domínguez, porque con sus obras (de talante académico) aportan a la re-configuración de la memoria oral de nuestros pueblos, porque han ayudandodo a construir diálogos con nosotros mismos, para darle un porte cada vez más reflexivo y consciente a las obras de los zoques.
Finalmente, creo relevante señalar que las literaturas tzunitzame’tam se escriben lo mismo en castellano que en zoque; muchas veces, las obras se presentan de manera bilingüe; no obstante, algunas veces, se privilegia una de las dos lenguas (por lo general, el ensayo se escribe en español). Con ello, el panorama se complejiza y se enriquece.[3]
La historia de la cultura zoque data de aproximadamente 2500 años. Durante siglos, han habitado el sur de México (Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas) y, en su momento, el territorio zoque abarcaba parte de Guatemala y El Salvador. De acuerdo con Velasco Toro (1992), los zoques nunca fueron una cultura homogénea y cohesionada; se organizaban en pequeños Estados interdependientes y se regían por medio de cacicazgos. Posteriormente, se diversificaron hasta constituir las culturas cuyos lenguajes se agrupan en la familia lingüística mixe-zoque-popoluca.[4]
Las literaturas tzunitzamte’tam son el resultado de esta historia de caminos accidentados. No puede referirse en orden lineal, ni progresivo, sino en forma de ondas, en movimientos circulares que no terminan de hallar su espacio propio. En ese sentido, las lógicas que han configurado nuestras artes dan cuenta de los distintos modos de pensamiento que han permeado nuestra cultura. A diferencia de otros pueblos, los zoques han tenido un camino de resistencia pertinaz y silencioso; para sobrevivir han incorporado a su pensamiento el conflicto que conlleva el contacto con otras culturas. Si primero resistieron a los nahuas, pronto tuvieron que enfrentarse con la conquista espiritual llevada a cabo por religiosos dominicos y, finalmente, el propio Estado ha buscado intervenir en los sujetos. No obstante, a partir de 2009 un grupo multidisciplinario formó el Centro de Lengua y Cultura Zoque (Te Ore’is Työjk) para establecer una red de colaboración, así como para discutir algunos de los problemas más urgentes para el pueblo zoque.[5] Al calor de dichas discusiones, se han escrito ensayos y se han elaborado obras artísticas con una conciencia política (ética) cada vez más frontal. Asimismo, ha sido más manifiesta la organización para la lucha por la defensa del territorio y la identidad. Como ejemplo, podría citarse el levantamiento del Pueblo Creyente Zoque en Defensa de la Vida y el Territorio (zodevite), el cual en 2017 logró detener (en su región) la ronda petrolera 2.2.
Existen pocos testimonios de los zoques desde el siglo xvi hasta principios del siglo xx. En 1672, Fray Luis González compuso un Arte breve y vocabulario de la lengua tzoque, conforme se habla en el pueblo de Tecpatán.[6] En el siglo xix, Emilio Rabasa narra su experiencia al pasar por La Selva Negra, en Rayón, cuando en calidad de gobernador, se dirigía a visitar una finca en San Bartolo Solistahuacán:
No me detendré a describir la extraordinaria belleza de la vegetación de aquel camino, en el cual acabamos de pasar por un bosque de helechos arborescentes de más de un kilómetro de largo y más de diez metros de alto […].[7]
A principios del siglo xx, el Instituto Lingüístico de Verano llegó al territorio zoque, sus investigadores se dedicaron a estudiar la lengua y contribuyeron a su difusión. Poco a poco, elaboraron un amplio catálogo de alfabetos, manuales de gramática, diccionarios e incluso recogieron textos de tradición oral.[8] Con esta labor, sentaron las bases para la escritura ‘alfabetizada’ en lengua ote. Para muestra puede revisarse los siguientes trabajos.
Alfabetos y diccionarios:
1. Ma’ndä anmayu toto. Alfabeto zoque (de Copainlá, Chiapas), Instituto Lingüístico de Verano, 1947. Folleto.
2. Cartilla zoque de Copainalá, México, Instituto Lingüístico de Verano, Secretaría de Educación Pública, 1966.
3. Harrison, Roy, Margaret Harrison y Cástulo García, Diccionario zoque de Copainalá, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1981. Contiene 5, 000 palabras zoques. Las entradas de ambas secciones, zoque de Copainalá–español y español–zoque de Copainalá, incluyen categorías gramaticales, traducción con diferentes acepciones, formas derivadas como subentradas y oraciones ilustrativas. Al final del diccionario, hay una sección de gramática (70 páginas) y otros apéndices con campos semánticos específicos, tales como: el sistema numérico, nombres geográficos, términos de parentesco y modismos.
4. Harrison, Roy y Margaret Harrison, Diccionario zoque de Rayón, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1984. Contiene 2, 500 palabras.
5. Engel, Ralph y Mary Allhiser, Diccionario zoque de Francisco León, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1987. Contiene la mayoría de los vocablos principales de la lengua zoque de Francisco León. En un apartado final, se presenta un esbozo gramatical.
Es importante indicar que, desde finales de la década de los setenta hasta nuestros días, el trabajo del ilv ha provocado diferentes disputas: ¿qué oscuro plan se esconde bajo ese pretendido interés científico?, ¿por qué poner atención a las comunidades indígenas?[9] Más allá de tales controversias, los alfabetos, diccionarios y gramáticas que elaboraron han permitido la alfabetización en zoque de los propios hablantes. Las gramáticas posteriores necesariamente han tenido que acudir al trabajo del ilv.
A la par del interés lingüístico, los investigadores recogieron relatos que provenían de la tradición oral. Muchos de estos trabajos se trascribieron con ilustraciones. No están elaborados bajo una metodología coherente y seria, pero resultan un esfuerzo por dar cuenta de una cultura que comenzaba a ser cooptada por diversos frentes ideológicos y proyectos extractivos. En ese tenor, al hacer un recorrido por las obras que a continuación se enumeran habría que preguntarse: ¿Había una consciencia clara por parte del ilv de estar recogiendo ‘textos’ literarios? ¿Era más bien un interés antropológico o evangelizador? Por otra parte, ¿qué fue de esos textos?, ¿qué usos han tenido, ¿dónde están ahora?, ¿quién puede acceder a ellos?, ¿quién los lee, gusta, pondera?
1. Ernesto: sucesos en la vida de una familia de habla zoque, México, Instituto Lingüístico de Verano, Secretaría de Educación Pública, Dirección General de Asuntos Indígenas, 1955, (32 páginas: ilustraciones).
2. Esteban, Israel (informante), Cuento del albañil con el rey, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1971, (8 páginas: ilustraciones).
3. Altunar L., Raymundo (informante), Jujche yajca'yaj can: Cómo mataron al tigre, Ralph Engel, lingüista; Juanita Machin, ilustrador; México, Instituto Lingüístico de Verano, Secretaría de Educación Pública, Dirección General de Educación Extraescolar en el Medio Indígena, 1972, (12 páginas: ilustración).
4. González González, Lucio (informante), Te mu'a y te picuyoyatugay: El venado y los marines, Mauricio Knudson A., lingüista, México, Instituto Lingüístico de Verano, Secretaría de Educación Pública, Dirección General de Educación Extraescolar en el Medio Indígena, 1977, (28 páginas: ilustraciones).
5. Harrison, Roy y Margaret Harrison (comps.), Chistes y anécdotas, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1979, (24 páginas: ilustraciones).
6. Wonderly, William L., Roy Harrison y Margaret Harrison (comps.), Cuentos populares, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1980, (36 páginas: ilustraciones).
7. Wonderly, William L., Roy Harrison y Margaret Harrison (comps.), Cuentos de animales, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1980, (32 páginas: ilustraciones).
8. Wonderly, William L., Roy Harrison y Margaret Harrison (comps.), Dos mitos zoques, México, Instituto Lingüístico de Verano, 1980, (16 páginas: ilustraciones).
Entre otras obras que pueden consultarse en la página web del Summer Institute of Linguistics (sil), México.[10]
El Instituto Lingüístico de Verano se adentró en la cultura zoque y permitió ponerla al alcance de la antropología. Así, en la segunda mitad del siglo xx, el territorio y la cultura zoque, fueron re-descubiertos. Al mismo tiempo, diversos proyectos extractivos fueron tomando cuerpo dentro de la zona. Podría decirse, entonces, que el siglo xx ha sido una de las épocas más violentas, los zoques sufrieron cooptación, anulación, desplazamiento, tanto por lógicas extractivas como por desastres naturales (en cuanto a esto último, la erupción del Volcán Chichonal en 1982 fue la más relevante).[11] Todos estos elementos fragmentaron aún más el territorio y la cultura zoque. Tal vez por ello, en los últimos años, los mismos zoques nos hemos dado a la tarea de ir recuperando nuestra memoria, nuestra tradición, nuestros saberes.
Aunque, para quienes han tenido un acercamiento profundo a la tradición oral de los pueblos indígenas, es evidente el hecho de que en dichas comunidades han persistido narraciones de raigambre precolombina, hoy día resulta casi una hazaña discernir su peculiaridad o su especificidad, debido a que tales ‘textos’ fueron intervenidos durante la Colonia y en los años del México independiente para adquirir nuevos significados, para dotarlos de diversas funciones o para orientarlos a nuevas interpretaciones.[12] En ese tenor, al momento de adentrarse en el estudio de tales tradiciones, uno debe estar alerta, tanto de no hacer interpretaciones precipitadas, como de partir de suposiciones que impidan ‘leer’ los textos mismos. Con todo, hay que decir que gran parte del rescate de la tradición oral zoque se debe al trabajo (y a una perspectiva) antropológica. A continuación, enumero algunas publicaciones de tradiciones orales que en cierta medida han contribuido en la reconfiguración y el re-conocimiento de la complejidad del territorio que habitamos:
- Jiménez Sánchez, Atilano, Narración de los tiempos idos, Tuxtla Gutiérrez, Gobierno del Estado de Chiapas, 1991.
- Hernández Ramos, Dionisio (compilador), El sueño de la batanda: cuentos y leyendas zoque del Istmo, Oaxaca, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 1994.
- Pérez Granados, María de Lourdes (ed.), Relatos zoques: Dü ore' omora'mbü jaye, México, Dirección General de Culturas Populares, 1997.
- Pérez Bravo, Silvia R. y Sergio López Morales, Ya'ajkta'mbü dü gubguyis pyeka tsameram. Breve historia oral zoque, San Cristóbal de Las Casas, Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas, Tuxtla Gutiérrez: Gobierno del Estado de Chiapas, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 1998.
- Sulvarán López, José Luis, Mitos, cuentos y creencias zoques, San Cristóbal de las Casas, Universidad Intercultural de Chiapas, 2007.
Ahora bien, si en general los estudios literarios sobre la tradición oral en México son recientes,[13] en torno a la tradición narrativa de las culturas indígenas (por no hablar únicamente de los zoques) escasean aún más. Por mi parte, hasta el momento no tengo noticia de ningún acercamiento literario profundo a los relatos zoques; como señalé, en cambio, abundan las recopilaciones parciales o los estudios de corte antropológico. Entre estos últimos, destacan los trabajos de Laureano Reyes Gómez, quien se ha abocado a tratar de dar un rostro complejo de la cosmovisión zoque (“La visión zoque del Inframundo”, 2008),[14] así como de reconstruir el panteón de los dioses y las ritualidades zoques, (“Ritualidades de invocación a deidades ancestrales zoques”, 2011).[15] Sin embargo, estos estudios carecen de soporte textual, ya que no se acompañan (o se apoyan de modo sistemático) de los relatos orales de los que parte. Así, un lector que desconoce (o conoce superficialmente) la tradición oral zoque tiene pocos elementos para poder verificar o contrastar las deducciones a las que arriban tales estudios.
Por su parte, Miguel Lisbona Guillén (2002) en su estudio sobre algunas características de la cosmovisión zoque sí trascribe las narraciones, el nombre y el lugar de origen de los informantes. No obstante, realiza sus deducciones a partir de sólo una versión (o dos) de cada uno de los distintos relatos que conforman su corpus de investigación.[16]
Estos dos ejemplos pueden dar una idea de que todavía hace falta una metodología certera para adentrarse al estudio de estos relatos desde una óptica literaria, de lo contrario, uno termina por no asimilar la complejidad de los textos, sino que acaba por ir en búsqueda de un ‘relato primigenio’, ‘mítico’, ‘puro’, en la reconstrucción de un pasado incierto.[17] Con todo, este tipo de acercamientos ayuda a comprender porque los escritores zoques siguen volviendo a la tradición oral para explorar las narraciones con las que han crecido y que circulan en sus comunidades, ya para recuperar su sabor, ya para realizar recreaciones cultas de ellas.
Géneros literarios contemporáneos
Para esta sección, consideraré las escrituras propiamente individuales o autorales que, por supuesto, siguen valores de creación occidental, si bien, intentan, por un lado, introducir recursos, elementos o motivos propios de la cultura zoque y, por otro, ensayan un modo de escritura en que convergen lo culto y lo popular. Los géneros más socorridos son la poesía y la narrativa, la primera goza de mayor difusión y visibilidad. El ensayo se practica, en cambio, en comunión con otras disciplinas y como una forma de autoconocimiento.
Sin ser la primera persona en escribir en lengua zoque, Mikeas Sánchez (Chapultenango, 1980) hizo posible la escritura ‘culta’ de nuestra lengua. A partir de su conocimiento de la literatura occidental, la poeta comenzó a confeccionar poemas de vigilia, llenos de sueños, de anhelos: empezó con la fuerza de la contradicción y, a fuerza de trabajo constante, está logrando re-articular nuestros ritmos. Es autora de los siguientes libros de poesía: Maka mujsi tumä jama = Y sabrás un día, 2006; Äj’ ngujkomo = Desde mi médula, 2011; Mumure’ tä’ yäjktambä = Todos somos cimarrones, 2012; Kobikiajubä’jaye (Selección poética), 2012; Mojk’jäyä = Mokaya, 2013; Antología, 2018 y Jujtzye tä wäpä tzamapänh’ajä = Cómo ser un buen salvaje, 2019.[18]
En 2004, obtuvo el Premio Estatal de Poesía Indígena Pat O´tan y, en 2005, el primer Premio de Narrativa “Y el Bolóm dice...”. En 2014, fue nominada al Pushcart Prize, premio literario para las mejores publicaciones en Estados Unidos por su obra Mumure’ tä’ yäjktambä = Todos somos cimarrones, 2012, editada en Puerto Rico. Gracias a la calidad de su trabajo, Mikeas Sánchez ha logrado posicionar su obra poética más allá de un ámbito local: ha sido incluida en antologías, periódicos, revistas nacionales e internacionales y ha sido traducida al catalán, italiano, alemán, maya, portugués e inglés.
En el texto “Escribir en una lengua originaria” (2018), hago un recorrido breve de su vida y su trabajo.[19] Mi intención fue mostrar cómo su quehacer poético fue adquiriendo cierta consciencia del otro, de los otros, que se da no sólo por su madurez como poeta sino quizá por su búsqueda artística en otro idioma. Para mí es claro que su poesía fue pasando de lo individual, a una visión colectiva, comunitaria, en la que se percibe una nueva construcción de ser indígena en un contexto actual. Primero reconoce su yo femenino en relación con el amado, luego advierte su condición de marginalidad, su otredad, en una posibilidad más amplia de ser mujer y, entonces, advierte que su persona se sostiene más fuerte cuando construye puentes hacia la comunidad. En esa búsqueda de una poética comprometida con el otro, puede señalarse Mojk’jäyä = Mokaya (2013), con el cual recupera cierta parte del conocimiento ancestral de los ode’pät y de las ode’yomo. Ahí, transita de lo individual a lo colectivo. “Tambatzi yomos’ ñoyikäsi’ram = Me nombro y hablo por todas las mujeres”: lo mismo habla de ser mujer como de ser varón, e incluso vuelve al pasado remoto en busca de un ser múltiple, primigenio. Pero es en el poema Mojk’jäyä que encuentro la expresión más radical de una feminidad que disocia lo individual para asumir la voz de una colectividad ninguneada: la voz poética habla por sí misma y por las niñas maltratadas, por las muchachas violadas, por las vírgenes y por las rameras, por su madre y su abuela, porque no quiere que nadie más hable por ellas: “Jin suni chapia’ä äj näyikäjsi / u’ yajk näjmayaju’ Kopajktzoka / u Elena u Clitemnestra / u Lesbia u Piogbachuwe = No quiero que nadie más me nombre/ que nadie me llame Kopajktzoka/ o Helena o Clitemnestra/ o Lesbia o Piogbachuwe”.[20]
Trinidad Gómez Arias
Trinidad Gómez Arias nació en Esquipulas Guayabal, uno de los pueblos sepultados por el volcán Chichonal (y luego renombrado Nuevo Guayabal). Se sabe muy poco de su vida y sus estudios. En el prólogo a Yä’kire äj ntzokoy = Aquí es mi corazón, (2016), su único libro publicado, simplemente se dice que es “un hombre de estatura baja y pelo largo, botas pequeñas de hule y sonrisa amplia”.[21]
Yä’kire äj ntzokoy es un poemario con buenas intenciones, si bien presenta varias deficiencias formales. Presenta un universo ote’tzame profundo: busca en las raíces de la tradición oral sus temas y motivos; aparecen figuras míticas y sobrenaturales en su configuración de un mundo otro, que se rige por otra lógica. A pesar de que, ni en zoque ni es español, los versos están debidamente pulidos (o suficientemente cuidados); las ideas se plantean con cierta sagacidad.[22] No es del todo una obra nostálgica o de romanticismo ramplón, sino que parte de un saber tradicional asimilado y, en cierto sentido, hay una búsqueda de re-identificación a partir de los elementos que dotan de identidad a las comunidades desplazadas (reubicadas) por el Volcán Chichonal. En palabras de los editores: “Uno de los aspectos que más nos interesa del manuscrito es la similitud que guarda con los acontecimientos que sucedieron, antes, durante y después de la erupción del volcán Chichonal, en 1982, pues al recrear este imaginario zoque, Trinidad también logra reflexionar y pensar sobre el presente de la comunidad”.[23]
De modo general, destaco tres aspectos: 1) por su conocimiento de la cosmogonía y el saber mítico zoque, logra constituir un mundo otro, ‘secreto’, en el que la naturaleza y el hombre se confunden, lo mismo que la concepción del tiempo y la realidad; 2) trasmite con facilidad la compleja sencillez de las historias que la gente cuenta; esto es, da soporte plástico a la tradición oral; 3) con lo cual, resulta obra artística y testimonio histórico.
Elvira de Imelda Gómez Díaz (1987) estudió en la Escuela Normal Intercultural Bilingüe Jacinto Canek. Ha formado parte de la Unidad de Escritores Mayas-Zoques a.c., en San Cristóbal de las Casas. Israel León Ofarril alude a su poesía en el artículo “Letras indígenas” (2018) sin hacer juicios profundos.[24]
En 2008, publicó el libro Ore tsame’is xüngü = luz de la palabra,[25] algunos de esos poemas pueden consultarse en Ojarasca, núm. 143, marzo 2009. En ellos se aprecia el trabajo minucioso con las palabras y destaca su visión de la sexualidad en comunión con la fuerza (y, a veces, suavidad) de la naturaleza. Su obra, pues, rebosa feminidad y una exquisita sensualidad:
Ijtanüyu tumü jama
Ij’tu’tsi
tumü kutyümse,
ne jiokubü wu’kü’ kieka
wu’kü’ o’mba ku’tya’ütsi.
Üj dsokoyijs kiümanba
tumü jon’dchi ijs wyane
te’ jama kütpa
üj güjamba.[26]
Elizabeth Sáenz Díaz (Ribera Valtierra, Chiapas) obtuvo la beca fonca en 2014-2015 con un proyecto narrativo (un relato histórico sobre las fincas en declive): rescate de la memoria histórica y oral escrita en zoque. Según la autora: “Para mí representa un reto y una oportunidad para rescatar la memoria histórica de manera escrita en mi lengua”.[27] Sin embargo, su trabajo más conocido (y, para mí, mejor logrado) está en la poesía. Si bien todavía no tiene un poemario propio, destaca su participación en el libro colectivo Ts’unun: Los sueños del colibrí. Poemario en cuatro lenguas de Chiapas: Ch’ol, tsotsil, tseltal y zoque (2017). Lyz Sáenz es autora de la sección “Najspä junhkuwitz = Arcoíris de la tierra”, donde su imaginación construye metáforas coloridas a partir del elemento tierra. Así, los colores de la tierra brotan de esta manera: “Äjn naka kujpyäre y ajpyäre, / te’ wo’kyajpapä myapasyäjyajpä suksuramnte = En mi piel de corteza y hojas, / los capullos se sueñan colibríes”.[28] Luego, la poeta deja que crezcan las palabras sobre la tierra: “la tierra te nombra / en huesos de arcilla / corolas de versos en alto cielo”.[29] Aún más, la tierra no es sino la entraña en que se gestan los otros: “Cántaro de barro, / ríe con voz de semilla / en el corazón de la tierra”[30] o en que se gesta una metamorfosis alegre: “y las mariposas, niñas con alas, / juegan a ser estrellas”.[31] Otras veces, el barro une casa y rostro, flores y frutos: “Soy de barro y agua, / cabello de lombriz, / techo de majagua”.[32] Cada poema es, pues, un hijo autónomo, una “petición de vida” que “honra la tierra” e incluso un motivo para cuestionarse, cuestionarnos: “Hormiga color de tierra, / ¿verdad que en tu casa / no cabe la guerra?”.[33]
Joaquín Gómez González
Joaquín Gómez González (Nuevo Carmen Tonapac, Chiapa de Corzo) es un escritor autodidacta. En 2010, publicó Te’ tza’mayospapä Kajsyi = La Gallina campesina.[34] Esta obra puede considerarse un cuento largo o una novela corta (es bien sabido que los críticos no se ponen de acuerdo en cuanto a qué es uno o la otra), la cual bebe esencialmente de la tradición oral. El mundo en el que se desarrolla la historia está a caballo entre un tiempo primigenio y el tiempo actual (es decir, el autor traslapa la realidad ‘mítica’ o de un momento anterior, con los valores culturales de un aquí y ahora que remite a nuestros tiempos). Narra la historia de una gallina que tras la muerte accidental de su familia tiene que hacer frente a las dificultades del día a día. En cierto sentido, puede decirse que es una bildungsroman, una novela de aprendizaje, ya que después de una serie de dificultades la protagonista adquiere una comprensión más compleja del mundo y de los otros.
Como anticipé, la narración se configura con recursos propios del cuento de tradición oral. Por ejemplo, para que logre su cometido tiene que pasar tres pruebas o tres contrariedades con el Sapo, la Codorniz y el Armadillo. Cada uno de estos animales representa un vicio: la haraganería, la vanidad, la despreocupación. Al final, conoce al Zopilote, quien la ayuda a sembrar. El Zopilote se hermana en su enfermedad y en sus afanes: la gallina aprende el valor de las verdaderas amistades y el valor del trabajo propio. Así, pues, es un texto que está entre el cuento tradicional y la fábula: resulta una novela amena y de fácil lectura que, sin duda, puede servir como material didáctico.
José Trinidad Cordero Jiménez (Chapultenango, 1985) es narrador, poeta y ensayista. En 2008, obtuvo el Premio de narrativa “Y el Bolom dice que”, organizado por el Centro Estatal de Lenguas, Artes y Literaturas Indígenas. Es Lic. en Lengua y Cultura por la Universidad Intercultural de Tabasco. Su primer libro Corazón de obsidiana. Al filo de la flecha (2016) parece aludir a Muerte a filo de obsidiana. Los nahuas frente a la muerte (1975) de Eduardo Matos Moctezuma, al menos en lo que se refiere al título y a una cierta mirada antropológica en muchos de los relatos.[35] Corazón de obsidiana es un libro misceláneo escrito en español en el que prevalecen textos de corte narrativo y que se complementa con algunos poemas o fragmentos poéticos. En palabras de Ismael Illescas:
En esta obra podemos encontrar parte de la visión zoque hacia historias y costumbres que fueron heredando las generaciones y que José rescata para trasmitir con su sensibilidad de poeta los mensajes profundos que toda cultura ancestral tiene. A la vez, cuenta con analogías entre el mundo animal y el mundo humano, llevándonos a la reflexión interior por medio de sus historias breves.[36]
Por mi parte, considero que, si bien, muchos relatos están compuestos a modo de fábulas modernas, no necesariamente remiten a (o se fundamentan en) una visión zoque, pues las referencias explícitas indican un vínculo con una tradición literaria diversa que va de los bestiarios de Julio Cortázar y Juan José Arreola a textos de Flores Magón, el Subcomandante Marcos (Don Durito), Galeano (¿el subcomandante o Eduardo?). Aunque también establece intertextualidades: temáticas, con obras de Franz Kafka, René Descartes, Blas Pascal y, formales, con fórmulas narrativas provenientes de la tradición oral (“ahí iba el viejo contando historias”, “un pueblo habitado de historias”, “me lo contó un anciano”, “así contaron los ancianos del pueblo”, “el abuelo dice”, etc.). Asimismo, destaco su persistente búsqueda y experimentación formal (no siempre efectiva) que, a ratos, nos deja frases hermosas, como “El sur es un pájaro herido que aún canta en su nido”.
Gracias a Ismael Illescas sé de la existencia del segundo libro de José Kordero, el libro de relatos Serpiente de fuego (2018), pero no me ha sido posible conseguirlo.[37] Así que, por último, sólo añadiría que, desde mi perspectiva, José Kordero Jiménez procura mantener un diálogo constante con la tradición oral; si bien, más que una consciencia crítica de la realidad actual de los pueblos, dedica sus esfuerzos al estudio y recuperación del pasado, como una forma de reactivar la etnicidad que casi nos rebasa.
Humberto Saraoz Díaz
Humberto Saraoz (Tapalapa, Chiapas) es un escritor con gran capacidad narrativa y crítica. Hasta ahora no tiene ninguna obra publicada (en formato de libro, me refiero). Sin embargo, conocí su trabajo en la Revista Ore, en la cual compartió el primer capítulo de la novela Po’ostin jäyä = El color de las flores amarillas. Poco después, a gracias a su generosidad, pude leerla completa. Aunque se nota la gran cercanía –o el diálogo– de Po’ostin jäyä con las novelas Pedro Páramo y Cien años de soledad, me parece que ésta tiene su propio ritmo, su propio aliento. El texto de Humberto Saraoz se atiene a una lógica indígena que parte de las contradicciones, los conflictos internos de una comunidad de sujetos oprimidos (quienes también actúan como opresores de sus semejantes). Más que un realismo mágico lo que se aprecia en la novela es una realidad en la que tanto los anhelos, el sueño, la vida, la muerte y la otra vida (la del inframundo = te Ipstäjk)[38] son la vida misma, coexisten, son parte de una misma realidad. Además, la neblina que día y noche inunda Känäma contrasta con el calor de Comala; asimismo, el color de las flores amarillas para Humberto tiene un significado rico: es el color de la muerte, el color de los recuerdos, el color de la nostalgia, el color de los oprimidos. En realidad, el título en zoque alude a la flor de cempasúchil; sin embargo, el autor prefiere establecer una intertextualidad dinámica con la obra de García Márquez. En suma, a pesar de pequeños detalles de estilo, puedo decir que Po’ostin jäyä llegará a convertirse en una obra emblemática entre los zoques, pues no se detiene en contemplaciones, por el contrario, ahonda en las complejas relaciones de poder que se reproduce en las prácticas sociales al interior de nuestras comunidades.
Por otro lado, desde su cuenta de Twitter (a veces, vinculándola con su cuenta de Facebook);[39] el autor ha ido colando algunas de sus reflexiones, así como breves fragmentos de su novela o de su obra en general: a la fecha tiene más de trescientos tuits en los que puede advertirse su ingenio. A modo de ejemplo, me permitiré citar los siguientes:
- Breves ensayos
24 oct. 2018: Jutä tzu'nhäyu te ote: "ma'yokyuy". La palabra ma'yokyuy proviene de la palabra ma' madre o ma'ntzyuwe madre luna. Guarda relación con las palabras mya'- su útero o su placenta y une'ma'-parturienta. Por lo que ma'ntzyuwe o ma'poya significa también madre de la fertilidad. De esta manera la palabra anhma'kyuy, que literalmente significa aprender, en otetzame (lengua zoque) se interpreta como aprender a contar la luna. Esta actividad tiene vital importancia, puesto que aprender las fases de la luna implica la sobrevivencia del hombre en la tierra, pues, este conocimiento se relaciona directamente con actividades de producción agrícola para el sustento de la familia. También la palabra anh se relaciona con el camino del conocimiento. Así, ma'kyuy o ma'yokyuy, como concepto de conteo, adquiere relevancia en la cultura Olmeca (mixe-zoque-popoluca), donde las matemáticas, más que números, son el conocimiento primero, la relación que se establece entre el hombre y el cosmos. El hombre es parte de ese universo y que se traduce en anhmayokyuy, enseñar, y anhma'yoye, que sabe contar y enseña a contar.[40]16 oct. 2018: La palabra anhki'mkuy está compuesta de dos raíces léxicas, anh-acompañar, ki'mkuy-subir, literalmente, acompañar para subir o subir juntos. Se relaciona también con aconsejar, es decir, aconsejar para adquirir sapiencia, conocimiento, sabiduría, subir en la escala de valores, y se escribe: 'anhki'mkuy, uniendo los dos morfemas.
12 jun. 2018: Tzu'tzawi, que literalmente significa: tzu'-noche, tzawi-mono (mono de noche), es un pájaro nocturno que en la cosmovisión zoque se define como tzu'jot, pájaro de la noche o tzu'jo, ente de la noche, cuyo graznido anuncia el destino del hombre, relacionado con enfermedad y muerte. Que este pájaro anunciador nos cante, se interpreta como situaciones premonitorias y funestas que va a suceder en la familia o en el pueblo.
- Reflexiones varias
26 jun. 2017: Las palabras, como las piedras, cada una de ellas, tienen distintas caras.
8 feb. 2017: La estupidez humana, otro infranqueable muro.
8 dic. 2016: Es preciso luchar a muerte contra todas las taras mentales.
8 jun. 2016: Estamos tan domesticados que ni siquiera levantamos la voz ante cualquier forma de opresión.
18 mar. 2016: Hay cosas que quitan el sueño. La inspiración es una de ellas.
5 nov. 2015: El escritor es la suma de todos sus impulsos.
8 may. 2015: La duda perfecciona el arte.
13 may. 2014: Empiezo a entender que la escritura es solamente un ensayo.
- Traducciones libres
6 nov. 2015: Te yâjk jontzyi nâ "jine'a, tesenhomo'a". El cuervo dijo: "nunca, nunca mas". Etkar Jalanh Po'e.
29 oct. 2015: Mitutzi Komalamä najayaju'ankätzi yä'ki'unh ijtu äjn ntata, Mpekru Paramo. “Vine a Comala porque me dijeron que...”.
- Otros
28 sept. 2017: Mumu ti'is ijtu 'yote, syutmpa wa' n'akyujta nkowitam wa' nmanta, nä te tzamepät. Todas las cosas tienen voces, sólo falta abrir los oídos para escucharlas, dijo el sabio anciano...
14 abr. 2015: -Jinäjtzi mawe ntumti -na te ka'upä. -No voy sola -dijo la muerte.
28 ene. 2015: Los muertos de Ayotzinapa son nuestros muertos.
15 oct. 2014: Ips ko metza tujpoya'omo, jinte jampäyi. 26 de septiembre no se olvida.
Para mí, pues, Humberto Saraoz es un escritor inquieto, autocrítico, reflexivo, en busca siempre de una escritura propia. No ha concursado por becas, ni busca apoyos gubernamentales pero trabaja pacientemente su palabra y usa los medios a su alcance para difundir su obra: la plática cotidiana, sus clases, el Twitter, el Facebook, etc. Lo mismo escribe poesía que cuento, ensayo que novela; y entre tanto, también realiza breves traducciones de obras que goza, que quiere compartir. Admiro su sencillez y su vocación de transmisor del conocimiento.
Como señalé, este texto parte de una concepción amplia de la literatura, por lo cual quiero añadir los nombres de Fortino Domínguez Rueda y Fermín Ledesma Domínguez como los principales representantes de un modo de escritura que, pese a tener un extracto académico, pueden presentarse como ensayos en tanto que plantean discusiones que confrontan, desde dentro, los conflictos que habitan el territorio y la identidad zoque. Ambos reelaboraron sus respectivas tesis de maestría para publicarlas en formato de libro. Incorporan memoria oral, no sólo para darle sentido a una historia local, sino para tratar de explicarse el aquí y ahora de la situación actual de nuestros pueblos. Mientras Fortino Domínguez trabaja la idea de comunidad transgredida: la cual reflexiona en torno a la identidad del individuo y del grupo social que, por alguna razón, ha sido desplazada del lugar de origen; Fermín Ledesma construye una narrativa que cuestiona la identidad, a partir de la relación del ser humano con el territorio. En ambos ensayistas es claro cómo un elemento externo (o circunstancial) condiciona o vulnera la identidad y las prácticas sociales. En definitiva, integro estos textos porque han sido fundamentales para que autores contemporáneos se replanteen el ejercicio de escritura (para qué, qué escribir). Esto es, han generado debates en los que el pensamiento y el quehacer escriturario va cobrando un perfil más autocrítico y más responsable, en tanto proyecto de construcción de un nuevo modo de ser zoque.
Fortino Domínguez Rueda
Fortino Domínguez Rueda es Licenciado en Historia, Maestro en Antropología Social y Doctor en Antropología Social. De acuerdo con Fermín Ledesma:
llama la atención la obra autoetnográfica de Fortino Dominguez Rueda, migrante zoque en Guadalajara, que marca un punto de partida en el desarrollo de los estudios del área zoque al recuperar la memoria colectiva desde la experiencia del propio grupo. A este trabajo se suma Revuelta zoque. Historia oral de Chapultenango, de María Sánchez Velázquez, Iguadieniguiña Castillero González y Elisa Cruz Rueda (2015), que recuperan las narrativas para evidenciar las estrategias puestas en marcha por el sistema cacique mestizo para controlar la vida indígena.[41]
Hasta ahora, sólo ha publicado el libro La comunidad transgredida: los zoques en Guadalajara. Un estudio entre indi@s urbanos (2013),[42] sin embargo, ha ejercido su escritura en artículos académicos y ensayos que publica en medios diversos y ha colaborado en la lucha de resistencia zoque contra los proyectos extractivos. En 2017, después de la marcha a favor de la Vida y el Territorio, Fortino Domínguez publicó el texto “¿Qué parte del no no les quedó clara?”, donde ratificaba el rechazo total del pueblo zoque ante la supuesta comisión de consulta que el gobierno federal quería llevar a cabo.[43] Uno de sus últimos textos ha sido “Los indígenas permitidos” (2019), en el que reflexiona sobre el papel de los intelectuales indígenas frente al nuevo gobierno.[44]
Fermín Ledesma Domínguez
Fermín Ledesma Domínguez (Chapultenango, 1978), por su parte, es un investigador que combina el trabajo académico con el activismo. Ha luchado para impulsar a los actores zoques en sus respectivas áreas. Se ha dedicado a estudiar los conflictos originados en el territorio zoque de Chiapas; así como a promover el estudio y la crítica entre los actores zoques. Su información académica se puede consultar en su blog. Es miembro del Centro de Lengua y Cultura Zoque A.C. y profesor de asignatura en la Universidad Autónoma de Chiapas. Aunque cuenta ya con una carrera sólida como investigador, apenas en 2018 publicó su primer libro: Las tierras zoques de Chiapas. Territorio, extractivismo y resistencia indígena. En palabras de Daniel Villafuerte Solís,
El libro es un ejercicio de reflexión y búsqueda de explicaciones a las situaciones de conflicto y de lo que vendrá en los próximos años. La preocupación del autor deriva del compromiso por desentrañar la compleja realidad, pero sobre todo se impone una obligación por hacer visible esa realidad por su pertenencia a esa identidad zoque, el compromiso con el terruño, de lo que podría ser o de lo que será, de manera que aquí se conjuga la visión del investigador con el sentido de pertenencia a ese grupo humano.[45]
En este apartado sólo quiero añadir un par de revistas que han reunido trabajos de o sobre los zoques. En 2006, la Revista Iguanazul dedicó su sexto número a los zoques. Dicho número consta de cinco apartados. El primero se dedica al ensayo, en él Laureano Reyes Gómez hace una breve descripción de la lengua zoque. Le sigue un apartado de Tradición oral, en el cual se recogen seis narraciones en torno a La Mujer de fuego (Piogbachuwe), El paraíso zoque (Te tsu’an), Los duendes (Monchojsi’is pyeka tsame), El hombre salvaje (Münganan’is pyeka tsame), El moyó o la Bola de Fuego, y Los Wayacú.[46] A continuación se recogen fragmentos de poemas de Mikeas Sánchez, José Trinidad Kordero, Dionisio Hernández Ramos y Rubén De Leo.[47] Le sigue una entrevista a Rubén De Leo y, por último, un apartado dedicado a las artes plásticas.
Por su parte, en 2014, el Centro de Lengua y Cultura Zoque intentó crear su propia revista Revista Ore, pero sólo se llegó a dos números: en ella aparecen muchos de los autores que aquí se mencionan.[48] En una entrevista a Roberto Rueda, éste decía que “Entre tantas actividades, iniciativas y colaboradores podemos afirmar que fue un paso natural generar un proyecto que diera cuenta, de manera fija sobre un soporte material, de todas las actividades, así como el legado que han encontrado y han revitalizado, para ello surgió recientemente la revista te'ore”. Y agregaba: “Ore (La palabra) es una revista bilingüe que pretende fortalecer los saberes y conocimientos zoques del estado de Chiapas. Surge a partir de la necesidad de promocionar conocimientos e imaginarios zoques, desde una perspectiva regional, así como dar a conocer trabajos literarios, investigaciones y otros”.[49]
Al final de este recorrido, pues, no puedo establecer un perfil exacto de los escritores en zoque debido a que somos todavía una comunidad en formación, andamos en busca de espacios propios, andamos en exploración de nuestra identidad, de la escritura, de los medios. Así como tantos otros escritores indígenas del país, los zoques que escribimos contamos con dos lenguas: te’ otetzame (el zoque) y el castellano. Algunos usamos más una que la otra, aunque al final creemos que ambas nos enriquecen. Algunos somos escritores bilingües, otros escribimos en español; otros más, ni siquiera han publicado (en un formato oficial), pero practicamos la literatura (en la riqueza de variedad) en su forma culta u oral. Unos nos dejamos llevar por becas y estímulos exógenos: así, nos cobijamos en las instituciones gubernamentales, nos amparamos en el camino tortuoso de la academia. Otros, a la par del arte, practicamos el activismo, la resistencia. Somos seres múltiples, con perspectivas varias (a veces contrapuestas o contradictorias). Muchos nos juntamos para dialogar, nos peleamos, nos apoyamos, nos criticamos, nos construimos en la marcha, porque somos sujetos vivos; y somos porque pensamos, y porque pensamos es que existimos. Con el zoque logramos mantener el vínculo con nuestras raíces: nos nutre, nos permite volver a nosotros mismos, re-conocernos, sentirnos más profundamente nosotros. Con el castellano buscamos el diálogo con los otros; los otros que también son nuestros hermanos. Desde la academia, optamos principalmente por esta lengua, no sólo porque el sistema nos condicione (aunque es verdad), sino porque también hemos crecido en ella, gracias a su amparo (y su crueldad) hemos accedido a las universidades, etc., sabemos bien que no podemos obviarla. Cuando despertamos (del sueño colonial) el dinosaurio estaba ahí, así que hablamos con él: lo usamos, lo vestimos con nuestros colores, nuestros olores, nuestros sabores.
Así, pues, la escritura zoque actual nos plantea preguntas sobre por qué se escribe en esta lengua: desde dónde, cómo, para qué. No creo que haya una sola razón, ni tampoco creo que haya un compromiso ético en cada manifestación cultural; sin embargo, quienes creemos en la necesidad de re-articular nuestra identidad y nuestro territorio tratamos de hacerlo, cada vez más, desde el compromiso político. Por esa razón, además de lo escrito en lengua zoque: ¿cómo considerar las escrituras en castellano a partir de sujetos que se asumen otepöt u oteyomo? ¿Qué hacer con las reescrituras de relatos orales? ¿Qué sucederá con los traductores? Porque otro de los problemas que advertí, es que las instituciones no respetan la figura del traductor: aunque se traducen obras al zoque no se les da crédito a los escritores: resulta un problema, porque con ello se invalida la labor de traducción de estas personas y coadyuva para restarle notabilidad a un trabajo complejo. He aquí dos testimonios concretos: 1) Desde el inali se promovió la traducción del trabajo etnográfico de Carlos Muñoz Muñoz titulado Unos cuentos de Francisco León, Chiapas. Pekatzameram Kuyatymärampä, México, inali, 2014. Ahí, se le otorga crédito a los ilustradores (Carlos Muñoz, Jaime Muñoz y Ana Castillo: también diseñadora) y al editor (Héctor Curiel), pero no al traductor: ¿por qué? ¿con qué fin se realizó la traducción? ¿Bajo qué lógica? ¿No vuelve a reproducirse una cierta discriminación al trabajo del indígena? Estas son preguntas que me quedan después de percatarme de estos equívocos, estos fallos garrafales por parte de las instituciones. 2) Otro ejemplo, más reciente, es la publicación de Poemas con amaneceres y atardeceres, Ocozocoautla, Proyecto Cultural de Ocozocoautla, 2018. En este pequeño libro se compilan 52 poemas de diversos autores (de distintas edades), “quienes participaron en una serie de talleres de escritura, donde tuvieron la oportunidad de dar rienda suelta a su ingenio narrativo”.[50] Inmediatamente, la persona que hace la introducción (también sin firma) señala que “es importante señalar que cada texto ha sido traducido al zoque, como reconocimiento a esa milenaria etnia, que desciende de los legendarios olmecas”.[51] Sí, parece muy bien la buena intención; sin embargo, no queda claro si la traducción la realiza cada autor o si, como parece, la traducción fue realizada por alguien más: ¿pero quién? Y en ese caso, ¿no importa? ¿Sólo importa reconocer la lengua y no al ser humano que hizo la labor?
En suma, desconcierta que estos textos conlleven tan grave descuido porque nos hace ver cuán poco se valora una labor que, sin duda, debe tomarse ya como un trabajo serio. Se sabe que traducir no es cosa fácil, es una labor de escritura necesaria de reconocimiento, y más, cuando se trata de una lengua con hablantes en situación de vulnerabilidad. Debido a tales confusiones, uno no puede tomar con credibilidad este poemario como parte de una sensibilidad zoque, sino como un ejercicio de escritura en el que queda un registro bilingüe sin que sepamos el por qué ni el para qué. Escribir en zoque, creo yo, debe ir más allá del uso de una lengua, tiene que implicarnos como seres humanos complejos que luchan por fortalecer su territorio y su identidad.[52]
Bibliografía directa
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1) Zoque. (Consultado el 20 de marzo del 2020).
2) Blog "Once estrellas. La Casa del arte". (Consultado el 20 de marzo del 2020).
3) Movimiento indígena del pueblo creyente zoque en defensa de la vida y la tierra. (Consultado el 20 de marzo del 2020).
4) Poesía en voz de Mikeas Sánchez, Descarga Cultura UNAM. (Consultado el 20 de marzo del 2020).