Reconozco en Desde estancias habitadas la residencia de emociones que es el hombre, el individuo afortunado capaz de recrear el tiempo con la voz que escucha desde la lluvia, el motivo que trae de regreso la edad petrificada en el tránsito de los años. El hombre de los poemas que hilvana León en este lienzo de vivencias y de melancolía busca recapitular su paso por diversas estancias en las que cambió de piel como una serpiente condenada a despedirse de todo y de todos. Esta voz lírica habla desde una periferia —la soledad— a la manera en que lo hizo Baudelaire cuando subió a la montaña —«dichoso el corazón»— para embriagarse de su enorme ramera, la ciudad infernal. En esta periferia desde la que habla León se divisan el pasado, las sensaciones y las emociones que recrea el individuo.