2015 / 16 oct 2017
Leyendas y testimonios sobre Santiago apóstol
El apóstol Santiago es uno de los santos más conocidos en México. El 25 de julio, día de su fiesta, en muchas localidades del país se realizan procesiones, misas, danzas tradicionales, rezos y cantos. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del 2006, actualmente existen 526 localidades que llevan su nombre. Acompañado de su blanco “caballito”, la representación ecuestre del santo es la más querida por los feligreses. Organizados en mayordomías, los mayordomos se encargan de reunir el dinero para celebrarlo. El día de su fiesta, le regalan ropa al santo y arreos al caballo, además de adornar el altar con multitud de flores. Los migrantes que viven en los Estados Unidos envían dólares para colaborar con los festejos. Orgullosos de su santo patrono, la comunidad se reúne alrededor de él para agradecerle sus favores. En leyendas y testimonios, se cuentan sus hazañas y sus milagros.
Dice la Biblia que Jesús ordenó a sus apóstoles esparcirse por el mundo y predicar el Evangelio. La tradición asegura que Pedro llegó a Roma; Tomás, a la India; Juan, a Asia Menor y Santiago el Mayor, a España.[1] Históricamente, poco sabemos de sus actividades, pues la mayoría de los apóstoles desaparecieron y sólo existen noticias muy vagas acerca de su destino. Seguramente continuaron la labor que les había encomendado su maestro, y es posible que a la manera de los filósofos griegos viajaran sin rumbo fijo, predicaran en las calles y plazas y se alojaran en los sitios que visitaban.
La narrativa popular ha intervenido para reconstruir el destino de los doce apóstoles. A menudo se ha utilizado la leyenda, género literario en prosa que tiene la particularidad de mezclar la ficción con la realidad y presentar los hechos extraordinarios como posibles o reales.
En la Edad Media la vida de los santos era contada a través de este tipo de relatos, que la Iglesia supo utilizar para avivar el celo religioso de los feligreses y proponer las ideas cristianas que se debían imitar. Pero lo que hoy llamamos leyenda es una categorización literaria moderna; no era percibida como tal por quienes leían o escuchaban las historias de los santos, pues las consideraban acontecimientos reales, verdaderos, como hoy en gran medida lo siguen creyendo muchos cristianos.
De acuerdo con las leyendas, Santiago el Mayor en dos ocasiones estuvo en España. La primera vez había ido a difundir el Evangelio, pero como sus prédicas no fructificaban entre los hispanos, que se resistían a cambiar sus costumbres paganas, el 12 de enero del año 40, mientras rezaba a orillas del río Ebro, sobre un pilar de mármol se le apareció la virgen María en carne mortal, es decir, cuando todavía vivía en Nazaret, y le pidió que se construyera una capilla en su honor. El templo fue levantado, y esta leyenda originó el culto a la Virgen del Pilar de Zaragoza, una de las devociones españolas más importantes, que aún sigue vigente.
El segundo viaje de Santiago a España tuvo consecuencias históricas notables. El santo, que estaba en Palestina, fue capturado por Herodes Agripa, quien lo ordenó degollar. Fue el primer apóstol martirizado, por lo cual en la iconografía cristiana se le representa con una espada, símbolo de su martirio. Cuenta la leyenda que por la noche sus discípulos furtivamente tomaron el cuerpo y lo embarcaron en una nave que, sin timón, fue conducida milagrosamente hasta Galicia, en España. Apenas desembarcaron, lo colocaron sobre una inmensa piedra, “la cual, como si fuera de cera, repentinamente adoptó la forma de un ataúd y se convirtió milagrosamente en el sarcófago del santo”.[2] Después de varias vicisitudes, lograron trasladar el sarcófago a Compostela un 25 de julio, fecha que la Iglesia católica eligió para celebrar al apóstol.
Hacia el 615, San Isidoro de Sevilla, en su obra Ortu et Obitu Patrum, reitera la idea de que Santiago predicó el evangelio en España. Pero más decisivo para la histórica bélica que se habría de desembocar en los siglos venideros fue el Comentario del Apocalipsis, obra que, por primera vez, promueve al apóstol como soldado de Dios. Su autor, el beato de Liébana, lo describe como un caballero que cabalga un brioso corcel blanco, cuyos ojos “son llamas de fuego, y de su boca sale una espada afilada para herir a sus enemigos”.[3]
Por mucho tiempo no se supo dónde había quedado el sarcófago del apóstol. Hacia el año 810 otra leyenda cuenta que fue descubierto por un ermitaño, quien durante varias noches veía una estrella de intensa luminosidad que parecía descender en un campo, que, por esta causa, fue bautizado con el nombre de Compostela (campo de la estrella). El ermitaño comunicó el extraño acontecimiento al obispo de Iria Flavia, quien, aconsejado por el cielo mandó rastrear la zona, descubriéndose un monumento funerario que se identificó como la tumba de Santiago el Mayor. El sitio, antes despoblado, en pocos años se convirtió en un animado burgo, con calles, plazas y murallas, y la fama de Compostela se extendió por toda Europa. Poco a poco se fueron trazando los caminos que llevan al santuario.[4] En ese entonces, la Iglesia promovía que los feligreses hicieran peregrinaciones para conocer las reliquias de los santos. La idea fructificó en Santiago de Compostela, y hoy en día es uno de los centros de peregrinación más importantes de la cristiandad, junto con Jerusalén y Roma.[5]
El descubrimiento del sarcófago se produjo durante una crisis. En el 711, los musulmanes habían invadido España y un puñado de cristianos al mando de Pelayo, antiguo miembro de la nobleza visigoda, se rebela contra los invasores, dando inicio a la Reconquista, una cruzada a fin de expulsar a los musulmanes. La Reconquista fue accidentada y larguísima, duró más de siete siglos, y tuvo hondas motivaciones religiosas. El descubrimiento de la tumba de Santiago alentó a los cristianos en sus combates, pues creyeron que el santo, uno de los apóstoles preferidos de Cristo, estaba de su lado para combatir a los musulmanes, supuestos enemigos de la fe católica, por profesar otra religión.
Acorde a las ideas de la época, las leyendas propagarán la creencia que Santiago, ahora convertido en un jinete armado para la guerra, se apareció en las batallas de Clavijo (844), Simancas (939), Coimbra (1064), Ourique (1139), Navas de Tolosa (1212) y el Salado (1349), de las cuales salieron victoriosos los cristianos españoles, que gradualmente arrinconaron a los musulmanes en el sur de España. Según Américo Castro, el santo se apareció en 38 lugares para favorecerlos.
Las leyendas alimentan la fe y el espíritu hispánico, amoldándose a las circunstancias históricas. El Codex Calixtinus o Liber Sancti Jacobi, escrito entre 1140 y 1150, recoge una importante colección de leyendas jacobeas, además de textos litúrgicos y cantos. Entre los personajes históricos, encontramos a Carlomagno, quien, dice una leyenda, cansado de combatir a los sarracenos, recibe la visita de un caballero de apariencia espléndida y hermosa. Al preguntarle quién era, le reveló quién era:
Yo soy –contestó– Santiago apóstol, discípulo de Cristo, hijo de Zebedeo, hermano de Juan el Evangelista, a quien con su inefable gracia se dignó elegir el Señor junto al mar de Galicia, para predicar a los pueblos; al que mató con la espada el rey Herodes, y cuyo cuerpo descansa ignorado en Galicia, todavía vergonzosamente oprimida por los sarracenos.[6]
El apóstol recrimina al rey galo no seguir combatiendo a los paganos, siendo que Dios le ha confiado la misión de liberar su tierra de los musulmanes. El santo, que se apareció en la noche, le señaló al rey la Vía Láctea, enterándolo que aquel camino de estrellas llegaba a Galicia, a donde tenía que ir para conocer la basílica donde estaban enterradas sus reliquias.
Las leyendas no sólo son un recurso de adoctrinamiento, sino también puede tener motivaciones políticas, como sucede en el relato anterior. Los personajes no son únicamente reyes, sino también el pueblo, testigo frecuente de los milagros del santo.
La conquista de México y de América en general también fue concebida como una cruzada religiosa. En las crónicas de Indias del siglo xvi, como antes sucediera en los textos medievales, se registran las apariciones del santo en México, Guatemala y Perú en las guerras contra los indios. Ahora el enemigo a vencer son los indígenas y tristemente Santiago Matamoros se convierte en Santiago Mataindios.
En el tono épico que caracteriza las crónicas de la conquista, Cortés arengaba a sus hombres invocando al apóstol y al grito de “¡Santiago y a ellos!” renovaba el furor combativo de sus soldados. En varios episodios bélicos les recordaba encomendarse “al patrón de las Españas”, título que se le dio al apóstol desde la Edad Media. En su nombre se santificaron los bergantines que los conquistadores construyeron para sitiar Tenochtitlan.[7] Se deduce que al santificarlos serían invencibles, por lo que la conquista de la ciudad lacustre estaba asegurada.
La devoción a Santiago es una de las herencias medievales que trajeron los españoles a México. López de Gómara cuenta que la primera aparición del santo fue en Centla, Tabasco, en 1519, pocos meses después del desembarco de Cortés y sus hombres en tierras mexicanas. Cercados por los indios, vieron a un jinete que, montado en un caballo rucio, embistió a los escuadrones enemigos, desapareciendo misteriosamente, sin dejar rastro de su paradero. Los soldados creyeron que había sido el apóstol:
No pocas gracias dieron nuestros españoles cuando se vieron libres de las flechas y muchedumbre de indios con que habían peleado a nuestro Señor, que milagrosamente los quiso librar; y todos dijeron que vieron tres veces al del caballo lo rucio picado pelear en su favor contra los indios [...] y que era Santiago, nuestro patrón.[8]
Bernal Díaz del Castillo (que niega esta aparición narrada por Gómara), reflexionando en su crónica acerca de los momentos difíciles que ha vivido, reconoce que sin Jesucristo, la virgen María y el “señor Santiago, que ciertamente nos ayudaba” no hubieran vencido a los enemigos.[9]
Al igual que en las leyendas medievales, el apóstol se aparece en momentos cruciales. Bernal cuenta que en la plaza del Templo Mayor de Tenochtitlan recibieron su ayuda en el fragor de la batalla. Eran apenas un puñado de hombres que luchaba contra la ciudad mexica levantada en armas.[10] Cuando más lo necesitaban, se presentó una gran señora que “les echaba tierra en los ojos” a los indios y “un gran teule que andaba en un caballo blanco” que hizo mucho daño a los indios.[11] En Perú, Huaman Poma de Ayala en su crónica da una versión similar a la de Bernal, en la cual interviene la Virgen, que echaba polvo a los indios, y el apóstol con su feroz caballo blanco. Felipe Guamán Poma de Ayala narra que la Virgen y Santiago se aparecieron en el Cuzco, Perú. La Virgen era una señora muy hermosa, vestida de blanco, «más blanca que la nieve, y la cara muy rresplandeciente, más que el sol. De uelle se espantaron los indios y dizen que le echaua tierra en los ojos a los indios ynfieles». En presencia de todos, Santiago bajó del cielo como un rayo, con su caballo blanco, rodela espada y bandera. «Y como cayó en tierra se espantaron los indios y dijeron que abía caydo yllapa, trueno y rayo del cielo, caccha de los cristianos, fabor de los cristianos». Tales apariciones demuestran la rápida difusión que alcanzaron este tipo de leyendas hagiográficas en América.[12]
Francisco Cervantes de Salazar, en su Crónica de la Nueva España, amplia el episodio del Templo Mayor y entera a sus lectores cómo era el santo: “un caballero muy grande, vestido de blanco, en un caballo asimismo blanco, el cual con una espada desnuda en la mano, peleaba bravamente, sin poder ser herido”, y el caballo “con la boca, pies y manos hacía tanto mal [a los indios] como el caballero con la espada.[13] La descripción de la montura nos recuerda la que, siglos antes, describió el beato de Liébana en su Comentario del Apocalipsis: “e que el caballo con la boca, pies y manos hacía tanto mal como el caballero con la espada”.
Al parecer, muy pronto la devoción jacobea nació entre los indígenas, que incorporaron al santo, símbolo del vencedor y del espíritu hispánico, a su mitología. El mestizo tlaxcalteca, Diego Muñoz Camargo, en la Historia de Tlaxcala, rescata un episodio que se produjo en Tenexcalco, en 1521,[14] cuando los españoles huían de Tenochtitlan. El apóstol se presentó en la batalla, pero ahora, son los indígenas, en este caso los tlaxcaltecas, quienes, al decir del cronista, testifican la aparición:
En este lugar vieron los naturales visiblemente pelear [a] uno de un caballo blanco, no le habiendo en la compañía, el cual les hacían tanta ofensa, que no podían en ninguna manera defenderse del ni aguardalle.[15]
El cronista nos informa que en memoria del milagro acontecido, se construyó una ermita del apóstol Santiago en aquel lugar. Los cholulecas, asegura Camargo, aprendieron a invocar al santo como lo habían visto hacer a los españoles, coreando a voces su nombre en los combates, mientras que los tlaxcaltecas se acogían a su protección en las dificultades de la vida cotidiana.[16]
Asimismo se registraron casos notables de apropiación por parte de los indios del norte de México durante los siglos xvi y xvii. Algunos caciques tomaron el nombre de Santiago, pensando que mágicamente les sería transmitida la fuerza del santo. Un caso ilustrativo al respecto es el del cacique de la jurisdicción de Durango, autor de una rebelión indígena, que adoptó el nombre del apóstol porque había oído decir a los españoles que era escudo en el combate.[17] En 1531 un cacique otomí llamado Nicolás Montañés atribuía al apóstol el éxito en la guerra contra los chichimecas sin reconocer los numerosos indios que lucharon bajo su mando.[18]
A medida que transcurre el siglo xvii, la devoción jacobea disminuye entre los españoles y se va arraigando en el pueblo. Hoy en día, México tiene 526 poblaciones patrocinadas por el santo.[19] Algunas de ellas se fundaron en el siglo xvi y otras se fundaron en los siglos posteriores a la conquista. Muchas sumaron su antiguo nombre indígena al de Santiago.
Las leyendas protagonizadas por el santo se siguen transmitiendo entre sus devotos. Enmarcadas en las tradiciones populares, se han adaptado a las circunstancias históricas. Algunas de las adaptaciones pueden ser desconcertantes. Los huicholes, por ejemplo, que dan a sus santos el nombre de delicados, cuentan que Santiago, el santo patrono en el arte de cabalgar, era el hijo de un huichol pobre, débil y haragán, que fue seducido por una mujer rica en una fiesta.[20]
A raíz de un estudio sobre el culto jacobeo en México,[21] quien ahora escribe reunió en el libro Lo que de Santiago se viene contado. Leyendas del apóstol Santiago en México, varias leyendas y testimonios jacobeos. La mayoría de los textos fueron tomados de las entrevistas realizadas a personas involucradas con las iglesias patrocinas por el apóstol, como mayordomos, cuidadoras de la iglesia, sacerdotes, etc., y realizadas en distintas partes del país. El corpus reunido no es representativo. Falta, al respecto, una compilación más amplia. Aun así, proporcionan un panorama de las historias protagonizados por el apóstol Santiago.
Las épocas cambian pero el santo sigue interviniendo en las guerras. Casi nonagenario, Federico Bernadac, antiguo cristero, recuerda que en las batallas de Chachamoles y en Teneraca, en el estado de Durango, los cristeros recibieron la ayuda oportuna de un misterioso jinete que cabalgaba en blanco corcel y daba muerte con su espada:
Ahí dicen que se les aparecía un señor en un caballo blanco; se les arrimaba y traía una espada, se les arrimaba al caballo y les tiraba un cuchillazo, les mochaba la cabeza. ¿Usted cree que [los del gobierno] se le iban a arrimar? Ya después los otros no. Allí pelearon y allí les ayudó santo Santiago.[22]
Varios relatos se sitúan en tiempos de la Revolución Mexicana. Los acontecimientos se desarrollan cuando una determinada población está a punto de ser atacada por enemigos o malhechores. Es entonces cuando Santiago sale a defender al pueblo que patrocina. Puede utilizar dos estrategias: amenazar a los atacantes o crear una poderosa escuadra de soldados (que en realidad es un espejismo), que al verla hace huir de miedo a los invasores. El siguiente relato fue recogido por el mayordomo de Santiago Tlautla, en Hidalgo:
En la época de la Revolución cuentan que los integrantes de un batallón de infantería se encontraban en la loma que está por la Piedra Roja o Rancho de Borja; eran un promedio de 200 o 300 que luchaban al mando de un coronel revolucionario. Su intención era atacar otro batallón, que se encontraba en la cima de la colonia nueva Francisco Villa.
Dicho coronel mandó a cinco de sus hombres para saber con cuántos contrarios lucharían. Los enviados vieron más de cinco mil soldados y al frente de ellos se encontraba un jinete con caballo blanco y una capa muy larga empuñando una espada fulgurante. Los cinco hombres regresaron con el coronel temblando de miedo y contaron lo que vieron; el superior les notó tanto pavor que optó por la huida. Nunca supieron quién fue el caballero de la capa. Los creyentes dicen que fue el santo patrón Santiago apóstol.[23]
Contra los fenómenos climatológicos
Como protector de la comunidad, Santiago defiende a sus feligreses de sequías, tormentas, inundaciones y huracanes que traen la destrucción de los cultivos y la muerte de los pobladores. Toribio Hernández López, responsable de la iglesia de Mecayapan, Veracruz, narra que cuando “el mar empezó a caminar”, es decir, cuando un huracán llegó a su comunidad, los más ancianos del pueblo rezaron a Santiago para aplacar los fuertes vientos y la devastadora tormenta. “Y después de que hicieron siete veladas, empezó y se fue bajando la lluvia, se fue bajando”. Para él no existe la duda que su pueblo fue salvado por el santo. Terminó su relato diciendo: “Gracias por el señor Santiaguito que fue grande su misericordia, que él opacó la lluvia”.[24]
Santiago Xalitzintla, en Puebla, es la población más cercana al volcán Popocatepetl. En la iglesia hay muchísimas representaciones de Santiago con su caballo: en una fuente, en las luminarias, en esculturas de bulto, en pinturas y hasta una maqueta de yeso, en la que se representa al caballito del apóstol tomando agua de un riachuelo. Del otro lado del volcán, se encuentra el pueblo de Amecameca, en el Estado de México, donde se venera al Señor del Sacromonte. Se trata de un santo entierro, es decir, la exposición del cuerpo de Jesús dentro de un ataúd de cristal. Un integrante de la mayordomía narró esta bonita historia, en la que Santiago va a visitar al Sacromonte. Pronto vuelve a su comunidad para librarla de una tormenta:
Les voy a contar una historia, que a mí también me contaron aquí, en Ameca, en Amecameca; sí, allá, me lo contó un señor de allá; él cómo va a saber. Dice, un día, dice, el patrón fue allá, fue a invitar al Sacromonte:Vas, porque ya va llegar mi fiesta.Entonces dice el Sacramontito: Pero vete, porque, mira, en tu pueblo va a caer la manga de agua. Y Santiaguito viene y con su espada, y con su espada desbarató la nube.[25]
La instauración del santo en la comunidad
¿Cómo se elige un santo patrono? Lo más lógico sería pensar que miembros de la Iglesia o los mismos pobladores designen el santo protector de las comunidades. Pero en el imaginario de las personas esta lógica no funciona. La fantasía rebasa la realidad y a través de un género narrativo como las leyendas se explican los motivos que encauzaron el establecimiento de un patronazgo y cómo se desarrollaron los acontecimientos.
En las leyendas jacobeas varios motivos explican la instalación de Santiago en una localidad. Casi todos confluyen en una misma idea: el santo decidió quedarse, honrando de esta manera a los pobladores, que sorpresivamente se ven beneficiados al tenerlo como patrono. Por obvias razones, las leyendas que narran las circunstancias de su llegada serán importantes para la colectividad.
Entre las leyendas que cuenta la gente encontramos los siguientes motivos: la imagen del santo aparece en una cueva, montaña o colina, o en la frontera entre dos pueblos. Ilustrativo al respecto es el relato que sus padres le contaron a doña Conchita, cuidadora de la iglesia de Tlapacoya, en Hidalgo:
Pues sí, me cuentan mis papás que fue encontrado. Lo encontraron en una peña; lo trajieron y cuando se lo iban a llevar, no sé qué cosa, pero se volvía a regresar. Él quería estar aquí. Esa fue la historia que me contó mi papá.[26]
Otra posibilidad es que la imagen sea abandonada por extraños fuereños que misteriosamente desaparecen una vez de haber cumplido lo que a todas luces ha sido una misión celestial. Esto sucedió en Sahuayo, Michoacán, donde una caja de madera fue llevada…
por tres individuos desconocidos: uno ya anciano, otro de edad madura y el último de apariencia juvenil. Relatan quienes se dedican a transmitir las epopeyas de los pueblos que los tres personajes ya señalados cargaban enorme caja de madera.
Cansados, dejaron la caja en un barrio humilde. Al pasar mucho tiempo, los vecinos decidieron abrir la misteriosa caja “descubriendo en el mismo instante la imagen de Santo Santiago”, que fue colocada en el altar de la parroquia, donde sigue hasta ahora y es muy venerada por los habitantes de Sahuayo. Termina la leyenda enterando a los lectores que fue “la Santísima Trinidad la encargada de traer a Sahuayo tan privilegiado regalo”.[27]
A veces se adjudica a un artista extranjero la fabricación de la imagen de Santiago. Esta bonita leyenda fue recogida por Jaime Dávila Peralta, cronista de Izúcar de Matamoros, quien la escribió en un folleto:
Hace mucho tiempo, pero muchos años, perdida la fecha entre los márgenes del tiempo, pero en el apogeo de la época colonial, se construyó la iglesia donde se conmemoraría al señor Santiago, dado que eran muchos los sacerdotes que añoraban la presencia del señor de Compostela en este rinconcito de Puebla, [y] que en toda la Nueva España se construían iglesias para el culto de la religión católica.
Por aquella época, llegó a la bella Izúcar un sacerdote emprendedor, como todos los que llegaban de la península ibérica, y con docta palabra pronto convenció a los lugareños que ese hermoso templo recientemente construido debía ser dedicado al señor Santiago, del que era ferviente devoto. Citó a los escultores distinguidos de ese lugar, tan abundantes en todo tiempo, y les hizo la encomienda de esculpir la imagen del señor Santiago. Dio a todos los datos precisos: debía montar un brioso caballo, pues había sido caballero de capa y espada, y en su rostro debía reflejar la pureza, bondad y distinción de su abolengo.
Uno a uno desfilaron los escultores que debían plasmar la imagen del santo, pero al ver la obra consumada tal como debía ser, se retiraron a esconder su fracaso a otros lugares, pues a algunos les quedaba un horrendo caballo con jinete monstruoso. A otros de los escultores les quedaba el rostro feminoide, impropio de la valentía de un caballero. Otros más presentaban al jinete gigantesco sobre un caballo ridículo por su pequeñez. En fin, nada, nada de lo que hacían los más renombrados escultores de la comarca salía a la medida de las necesidades.
Cuando ya el sacerdote se mostraba desolado porque nadie sabía interpretar aquella imagen: Cierto día en que el joven sacerdote ya había perdido la esperanza de entronizar en ese hermoso templo barroco la imagen soñada, se presentó un hombre misterioso. Pidió hablar largo rato con el clérigo y por fin lo convenció de que él, o sea el desconocido, era la persona indicada para hacer la escultura ya que todos deseaban, pues el templo y los altares ya estaban terminados.
Una vez terminado de hablar el escultor, el sacerdote le señaló la sacristía recién estrenada para la realización de la obra. Cerró herméticamente la puerta, como lo había pedido el escultor y se retiró a desempeñar sus habituales ocupaciones.
Por fin, ¡oh, milagro! El sexto día se destrozó la expectativa. ¡Desmedida sorpresa! Ante sus ojos se descubrió el velo del misterio. Ante él y algunos curiosos estaba la majestuosa imagen del santo tantas veces deseado como una soberbia aparición. El caballo más hermoso de la creación sostenía al señor Santiago, pleno de belleza. Por algunos minutos se quedaron absortos ante el magnífico espectáculo, que no repararon en la mano que había hecho el prodigio. Hasta que una vez que volvieron a la realidad, buscaron al artista creador de tal maravilla y no lo encontraron. Buscaron sin éxito por todos los rincones de la iglesia. Como para entonces ya la noche había extendido su manto de estrellas, con grandes mechones buscaron por todo el vecindario, donde ya la noticia se había extendido. Pero el misterioso escultor no fue encontraron en ninguna parte.[28]
Otra circunstancia puede intervenir para que se establezca Santiago en una localidad. Siguiendo una tradición muy conocida en las historias de santos, la imagen al ser traslada de sitio a otro cambia de peso, haciéndose tan pesada que es imposible moverla del lugar donde el santo ha decidido quedarse y donde se construirá un templo en su honor. Según Abraham Hernández Crisanto, indio otomí y mayordomo de la capilla de su barrio, Hernán Cortés ya no quiso tener la milagrosa imagen que hoy se venera en Temoaya, a donde mandó trasladarla. Los cargadores quisieron llevársela, pero no pudieron hacerlo porque su peso había aumentado. “El señor Santiago se quedó ahí plantado”, por lo que su deseo de establecerse en Temoaya fue respetado.[29]
Por otras razones, otro indígena de la etnia chontal, mayordomo en Tucta, Tabasco, aseguró que la escultura que se venera en su pueblo fue regalada por Cortés, en las siguientes circunstancias:
A esta gente los llamaba quimatales, porque son allá de Centla, traviesa por acá. Y al 510, Hernán Cortés los regaló Tuxtla el señor Santiago de Galicia y le regaló una corona real.
Las salidas furtivas de Santiago
Un tópico frecuente en las leyendas jacobeas son las salidas furtivas de Santiago. En el imaginario popular prevalece la idea de que cabalga por las noches en su caballo blanco. Hay quienes han escuchado el trote de animal y los más afortunados han visto salir al santo de la iglesia. Margarita Díaz, vendedora de dulces en un pequeño puesto callejero, lo escuchó varias veces cuando era niña pues vivía a escasos metros de la iglesia. Dijo al respecto: “Yo crecí y crecí y el señor Santiago siempre lo víamos bajar, bajar el tropel y luego cuando le veía sus zapatos de sus piecitos de su caballo estaban todos acabados”.[30]
Los feligreses tienen la idea de que su santo es sociable y hasta enamoradizo, pues sale a visitar a un familiar, un amigo o la novia del pueblo vecino. Según lo contó Margarita Díaz, las ancianas de Acahualtepec, en Iztapala, aseguraban que Santiago iba a encontrarse con santa Marta, patrona de una localidad cercana. En la religiosidad popular los santos se comportan como los seres humanos, por lo que establecen lazos sociales y familiares con otros santos y tienen pasiones, como el amor.
En una entrevista realizada en el 2006 a don Dimas, antiguo carbonero de Iztapalapa, de 89 años de edad, reconstruyó el siguiente diálogo que mantuvo con un amigo:
—¿Cómo te fue?
—Ái anoche me la pasé bien, dice, fui a tal parte y dice me acosté en mi casa.
Entonces la callecita, la calle real donde vivía era la única calle real. Dice:
—Estaba yo durmiendo, ¿y crees que oí bajar a caballo uno? Salgo corriendo, dice, es el patrón Santiago.
—¿Cómo crees?
—Sí.
—¿De veras lo viste?
—Sí, dice, de veras, estaba haciendo una luna de veras luna, de veras. Oí el tropel que venía bajando […] Venía andando el caballo por las piedras, se oía que venía andando. Salgo corriendo y me asomo: era el patrón Santiago. Salí de mi casa y lo vi a seguir hasta aquí, al Camino Real que estaba aquí en la acera, avenida. Hasta ái lo vine a encaminar, y que lo veo que se fue se fue hasta Santa Marta.[31]
Además de los testimonios de las personas que lo han visto o escuchado, sus constantes salidas se pueden comprobar materialmente: sus zapatos están desgastados, su ropa está sucia y su caballo tiene tierra o yerbas del campo. En un folleto que se publicó en Zapotitlán, en el municipio de Tláhuac, se cuenta que…
una mañana, el sacristán de la iglesia comprobó que la figura del santo patrón había desaparecido. Inmediatamente tocó las campanas para avisar a la población.
Cuando llegó la gente, la estatua ya había vuelto a su sitio. Los fieles no dieron crédito a las palabras del sacristán, hasta que, al observar la imagen, se percataron que las botas del señor Santiago estaban sucias y llenas de polvo; las patas del caballo tenían tierra y pasto, y en su crin y cola aún quedaban restos de hierbas del campo. Desde entonces, los feligreses creen que el señor Santiago sale a pasear por las calles del pueblo, montado en su caballo.[32]
En la misma iglesia, existe una imagen de Santa Ana. Marta Garza, ama de casa de 53 años, contó que durante los festejos, la santa baja de su altar para abrazar a Santiago.[33] En Temoaya, los barrios del municipio llevan en procesión a sus santos, dejándolos en la iglesia durante los días que se celebra al apóstol. Son figuras procesionales de pequeño tamaño, que se adornan para la ocasión con vestidos lustrosos, sombreros y sarapes y de cuyos nichos cuelgan hongos, mazorcas de maíz, manzanas y diversas flores. Es una creencia generalizada que por las noches los santos reunidos celebran sus propias “pachangas” a solas, sin testigos.
René Rubio, comerciante de 48 años, habitante de San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, recuerda la siguiente historia que le contaba su madre:
Pues mire usted, cuando yo era muy pequeño, entre 8 a 10 años, viví en el pueblo de Zapotitlán. Mi mamá nos llevaba todos los domingos a misa. Estoy hablando de hace más o menos 48, todavía tengo memoria. Ella nos contaba que Santiago se bajaba de su caballo en las noches cuando ya no había nadie en la iglesia y que con su espada hacía unos, rayaba el piso de la iglesia. Esas rayas, este, aparecían a otro día y de hecho se quedaban ahí para siempre, yo me imagino, porque una vez le pregunté a mi mamá que quién hacía esas rayas, y fue cuando me contó la historia que eso hacia el Señor Santiago, que se bajaba de la mesa y hacía eso, rayaba el piso con su espada. Yo quería espiar en las noches a ver si era cierto pero no, francamente no, era muy pequeño y yo creo que el miedo vence a la curiosidad.[34]
Santiago apóstol no sólo tiene el deber de proteger a la comunidad que patrocina, sino también a sus devotos cuando éstos se hallan en peligro. Es común que intervenga para defenderlos de los ladrones. La profesora Guadalupe Párez Romero, vecina de Tepalcatlalpan, en Xochimilco, cuenta que un antiguo cohetero, que regresaba de noche a su casa con el dinero que había recibido por un trabajo que había hecho en un pueblo vecino, vio cómo dos extraños se acercaban para encontrarlo. Un jinete que apareció inesperadamente le preguntó:
—¿A dónde vas?, que le preguntó, ¿a dónde vas?
—Voy a Santiago [Tepalcatlalpan], pero vienen aquí unas personas.
Y dice:
—No te preocupes, no te va a pasar nada. Camina, y yo voy tras de ti.
El cohetero, que tenía fe en Santiago, concluyó que había sido el santo quien lo había acompañado a su casa y cuya presencia había ahuyentado a los ladrones. Para agradecer su ayuda, mandó pintar la iglesia.[35]
Salvador Momox, supervisor de escuelas y vecino de Santiago Momoxpan, Puebla, cuenta que el caso de unos campesinos que fueron atacados y golpeados en la noche cuando trabajaban sus cultivos. No llevaban armas con que defenderse, por lo que…
se empezaron a, pues, a encomendar a Santiago apóstol, este santo. Y ellos en su, en su desesperación, pensaron que se les apareció porque surgió de entre, de entre de las sombras, dentro de la oscuridad, surgió un caballero muy bien vestido con capa dorada, con botas, blandiendo una espada y defendió a los campesinos y le dio una golpiza a los ladrones y los, y los ató de manera extraña con, con lo que se llama zacomite, con el pasto que aquí le conocemos con ese, con esa, este, con ese nombre, que tiene la característica que es muy largo, y además que tiene la, es muy, este, bueno, es resistente.
De momento los, los ladrones quedaron atados, tirados en el piso, y este, el caballero aquél, muy elegante, desapareció de manera instantánea. Los, los, este, campesinos pues, este, muy espantados. Corrieron a sus casas dejando a los ladrones allí atados. Al siguiente día dieron parte a la autoridad, dieron parte a la autoridad, y la autoridad se trasladó a los terrenos encontrando a estos bandidos, a estos facinerosos todavía atados con cacomite.[36]
El santo también puede intervenir para salvar a sus devotos de la muerte. El cronista de Izúcar de Matamoros, Jaime Dávila Peralta, recogió el siguiente testimonio de un hombre que fue salvado de morir en varios accidentes automovilísticos. Como puede observarse, el testigo insiste en la verosimilitud de la experiencia vivida y en la importancia de tener fe en el apóstol Santiago:
Mi nombre es Toribio Zavala y quisiera compartir mi devoción a Santiaguito. En este, que es mi testimonio, posiblemente muchos de ustedes lo crean demasiado exagerado, pero cuando en realidad se vive, se siente. Yo mismo les aseguro que no tendrían la misma opinión, y le doy gracias al señor Santiago, porque si no me hubiese ayudado en los trece momentos, en los que necesité tanto, no les estaría contando esto.
Debido a mi trabajo, yo viajo constantemente en autobús y curiosamente en la primera vez que me ocurrió uno de los trece accidentes, por mera coincidencia me encomendé a Dios. Y si me ocurría algo que me impidiera llegar a mi destino, le pedía al señor Santiago que intercediera por mí ante Dios.
Desgraciadamente en esta misma ocasión ocurrió un incidente del cual salí vivo e ileso. Cuando reflexioné pensé y dije: “esto no me volverá a pasar tan seguido, viajar en autobús hoy es más seguro que antes y las carreteras ya están un poco mejor”. No sabía que tan equivocado estaba. La siguiente vez, ahora sí con demasiada devoción, me volví a encomendar y me volvió a pasar, hasta que según mi cuenta he tenido trece accidentes en autobús como pasajero y de los trece, gracias a Santiaguito, he salido vivo y las trece veces me encomendé a Santiaguito. Y les aseguro que intercederá por ustedes.[37]
En casi todos los textos recogidos Santiago es un personaje poderoso, invencible, capaz de resolver situaciones difíciles. Pero no siempre sucede así. En algunas leyendas se le presenta como un personaje débil, tonto, voluntarioso, que es vencido por otros santos más astutos que él. Abraham Hernández Crisanto, a quien hemos señalado en líneas anteriores, contó la siguiente historia en la que San Felipe le roba a Santiago su caballo. El final es muy interesante, pues explica por qué en el mes de julio, festividad de Santiago, llueve, mientras que en la de San Felipe no cae ninguna gota de lluvia:
Una vez San Felipe [y Santiago] iban viajando a otro lugar, andaban los dos hermanos, traían caballo diferente de color, eran blanco y rojo. Rojo era el caballo de Felipe y Santiago traía caballo blanco. Y no le gustó[a San Felipe] porque, según así se cuenta, que cuando le dieron su caballo no le gustó el otro, le gustó más el blanco; pero a Santiago le tocó el blanco. Entonces el otro se quedaba callado: “pero total, somos hermanos”.—¡Vamos a viajar!
Empezaron a caminar, a ir lejos, y les agarró la noche:
—Total aquí vamos a descansar, no podemos seguir más porque yo ya traigo sueño, ya vengo cansado.
—Pero, pues, en dónde vamos a descansar; es un bosque a medio camino, podemos perder nuestro caballo.
—No podemos seguir más lejos porque está retirado y todavía nos falta para llegar en la mañana; entonces ¿por qué no descansamos y mañana le seguimos?
—Bueno, si es así, pues vamos a descansar, pero sí tengo miedo, quiero ver a mi caballo, porque si lo pierdo ya nunca voy a tener otro. Mejor duérmete, Felipe, yo cuido tu caballo.
—No, mejor al revés: tú duérmete y yo te cuido tu caballo. Nada más para que no pierdas tu caballo, en el pie te lo amarras bien. Yo, pues mi caballo yo lo voy a cuidar. Tú duérmete, yo no voy a dormir.
Y así se durmió Santiago y empezó a roncar porque el sueño era pesado; se empezó a dormir, y como Felipe no estaba dormido dijo:
—Esta es la oportunidad, voy a soltar el caballo, lo voy a cambiar, le dejo el mío y el caballo blanco me lo llevo. Lo empezó a ensillar, y ¡áhi nos vemos, Santiago!
Ya cuando se despertó, al amanecer, Santiago vio que no estaba su caballo, o sea sintió que sí estaba amarrado todavía, pero no se daba cuenta si era el mismo caballo. Resulta que su caballo de su hermano lo había dejado, y mientras, su caballo ya se había ido. Entonces, así pasó, Santiago se enfureció y dijo:
—No, pues cómo es posible que mi hermano me andaba jugando chueco, ¿por qué no lo llevó su caballo? Si no quería esperarme, pues se hubiera llevado su caballo. ¿Por qué me cambiaron el caballo? Esto es un robo, es un robo y no me gusta eso.
Empezó a enojar y total, ya caminó, ya se vino, se encontró con su hermano:
—¿Por qué me lo quitas? Me robaste mi caballo.
—No, no es eso, no es cierto.
—¿No?, ¿y entonces el caballo que traes?
—No, ese yo lo compré. Ese yo lo compré por áhi.
—No, pero aquí traigo tu caballo, ¿por qué me lo dejaste? Este es tu caballo ¿sí o no?
—No, yo no lo conozco ese caballo, yo no lo conozco ese caballo.
—¿No? ¿Pero el mío?
Y así pasó, y se enojaron; según eso, se enojaron entre hermanos. Y, pues, ya pasando el tiempo, y la gente de ese tiempo empezó a querer tener a la imagen de Santiago. Y ya cuando se festejaba su fiesta, se hacía fiesta con granizada, con aguaceros, con truenos: era Santiago.
Y la fiesta de San Felipe, todo alegre, con un sol buenísimo, todo clarito. Toda la gente estaba contenta y demás; pero es porque está contento San Felipe, porque quería tener el caballo blanco, y es por eso que está contento y la fiesta sale buenísima, y [no la de] Santiago, pues siempre sale con aguaceros.[38]
Tradicionalmente, la vía láctea representa el camino de estrellas que recorren las almas de los peregrinos que van a Compostela. Según Constantina Olivas de la Cruz, vecina de Mapimí, Durango, el camino de estrellas que termina por formarse el 25 de julio, se debe a un accidente provocado por un Santiago borracho, que deja escapar harina de un costal que llevaba en su caballo:
El día de su santo, el mero 25, él dijo que quería que lloviera mucho, pero que a cántaros, así, lleno, mucho. Entonces dicen que los amigos le dijeron:
—Nooo, se acaba todo. Si quieres que llueva así como tú dices, se va a acabar todo.
Dijo:
—No, no, pero es que yo quiero que llueva.
Y los amigos lo emborracharon. Él iba a llevar la harina para hacer el pan. Entonces los amigos lo emborracharon y lo subieron ya borracho, que ya no supo de él; lo pusieron a su caballo acostado de lado a lado del caballo. Entonces, luego que ya lo vieron que estaba de a tiro borracho, nomás le echaron el costal. Pero el costal a medio camino se le rompió, se le hizo un agujerito, y esa es la harina que va tirándose, es el camino de Santiago.[39]
Un Santiago quisquilloso de las buenas costumbres aparece en la siguiente leyenda, recogida por Ramón Garza en Sahuayo, Michoacán. Llevado en una procesión, la figura del apóstol se vuelve pesada y sorpresivamente cambia de dirección, para no pasar por una calle de prostíbulos:
Hubo un tiempo en el que la peregrinación de santo Santiago, conocida como “la bajada”, se verificaba por la calle Victoria cuando la imagen visitaba el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Poco después los prostíbulos de la población se instalaron en dicha calle muy cerca de los tanques de agua. Se dice que cuando la imagen llegaba a la esquina donde se encontraba La cantina del teniente adquiría un peso sobrenatural que ningún humano resistía, siendo prácticamente imposible dar un solo paso en la dirección acostumbrada. Se pensaba que sería el cansancio la causa de tan extraño fenómeno, por lo que nuevos relevos entraban al quite levantando con relativa facilidad a la sagrada imagen; pero al tratar de continuar la marcha preestablecida se tornaba de nuevo pesada, al grado de que era menester bajarla, pues los hombros de quienes la transportaban, quedaban adoloridos y con enormes moretones. Varios intentos se hicieron para continuar la marcha, los mismos que terminaron en rotundo fracaso.Aquí, en este lugar, ya en plena bocacalle, sucedió un hecho increíble: la santa imagen, sin que nadie supiera cómo, volteó su cabalgadura rumbo al norte, lo que ahora corresponde a la calle Cuauhtémoc, como indicado que por ahí deseaba continuar su marcha. Los feligreses encargados de transportarlo hicieron un último intento por llevarlo por la calle Victoria, en ese tiempo conocida como calle de La Chancla. No lo lograron por lo que comprendieron que el apóstol no deseaba que las mujeres de la mala vida lo vieran en su recorrido. Decidieron, entonces, dar vuelta a la esquina, por la calle Cuauhtémoc hasta llegar a la calle del Calvario, actualmente Tepeyac, y de ahí proseguir hasta llegar al santuario Guadalupe.[40]
Como en las leyendas medievales y en las crónicas novohispanas, las leyendas y los testimonios que en la actualidad se cuentan del apóstol Santiago contribuyen a difundir su culto. Expresan las necesidades y las carencias de sus feligreses, que imploran su ayudan en momentos difíciles. Santiago se presenta como un ser fuerte, invencible y que cumple las funciones de proteger a las comunidades y a sus devotos contra ejércitos invasores, calamidades climáticas, accidentes y ladrones. En el imaginario colectivo es amigable, que sale continuamente de su iglesia a visitar a los santos vecinos. A veces, no sale bien librado de las artimañas que otros santos le hacen. Es, finalmente, un santo milagroso, cercano a sus devotos.
Báez-Jorge, Félix, Entre los naguales y los santos (religión popular y ejercicio clerical en el México indígena), México, D. F., Universidad Veracruzana, 1998.
Campos Moreno, Araceli y Louis Cardaillac, Indios y cristianos. Cómo en México el Santiago español se hizo indio, pról. de Jacques Lafaye, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ El Colegio de Jalisco/ Editorial Itaca, 2007.
Cardaillac, Louis, Santiago apóstol. El santo de dos mundos, pról. de José María Muriá, Zapopan, El Colegio de Jalisco/ Fideicomiso Teixeidor, 2002.
Cervantes de Salazar, Francisco, Crónica de la Nueva España, pról. de Juan Miralles Ostos, México, D. F., Porrúa, 1985.
Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. crít. de Carmelo Sáenz de Santa María, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1982.
Liber Sancti Jacobi Codex Calixtinus, trad. de A. Moralejo, C. Torres y J. Feo, dir., pról. y notas de A. Moralejo, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1951.
Martínez, José Luis, Hernán Cortés, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Fondo de Cultura Económica, 1993.
Muñoz Camargo, Diego, Historia de Tlaxcala (Ms. 120 de la Biblioteca Nacional de París), paleografía, introd., notas, apéndices e índs. de Luis Reyes García, colab. de Javier Lira Toledo, Tlaxcala, Gobierno de Tlaxcala/ Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1998.
Poma de Ayala, Felipe Guaman, Primer nueva corónica y buen gobierno, ed. crít. de John V. Murra y Rolena Adorno, trad. y análisis textual del quechua de Jorge L. Urioste, México, D. F., Siglo xxi Editores, 1992.
Taylor, William B, Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el México del siglo xviii, trad. de Óscar Mazín y Paul Kersey, Zamora, Colegio de Michoacán, 1999.
Heliodoro Valle, Rafael, Santiago en América, pres. de Manuel Septién y Septién, Querétaro, Gobierno del Estado de Querétaro, 1996.
Vorágine, Santiago de la, La leyenda dorada, 1, trad. de fray José Manuel Macías, Madrid, Alianza Editorial, 1994.