De su paso por nuestro país, el fotógrafo Charles B. Waite dejó miles de imágenes que él mismo capturó, o bien que robó a su colega W. Scott. Sin embargo, el artista norteamericano no escribió una sola palabra sobre esta experiencia. Para llenar ese vacío, Francisco Hernández ha escrito el diario imaginado de Waite. En él consigna la forma en que el paisaje pasó a través de su cámara Hansen, no sólo para transformarse en documento de una sensibilidad, sino para contagiar los sueños del autor con su misterio y su erotismo. En este poemario, un extranjero se adentra en el México rural de finales del siglo XIX para enfrentarse a una realidad indómita y asestarle el golpe de su imaginación violenta, de sus deseos más profundos. Mientras recorre sus plazas y caminos, hace el retrato de sus costumbres y reconoce, en el rostro de personajes anónimos, una versión fragmentada de su propia humanidad.