La poética de la muerte representa una de las instancias temáticas medulares de la poesía universal. Su caudal, intenso e insondable a la vez, ha cautivado todos los referentes humanos hasta constituir un canon abismal. La poesía de Eduardo Hidalgo abreva en esta tradición, siempre conversa y siempre irreverente. Eco negro es un canto por lo perdido, lo revelado y lo hallado en la muerte. Una estética palpitatoria de lo recobrado entre los escombros de lo citadino y el encuentro filial e intemporal del nosotros. Seducido por el cargo perpetuo de la muerte, el poeta explora la densa sensación de ella en La Palabra para ritualizar sus formas en un anhelo por cubrir la geografía de su manifestación y la ausencia de la hermana, ejes culturales simbólicos a los que el poeta asiste cual Tiresias lumínico, de plañidez creciente.