Dos voces imprescindibles de nuestras letras se unen en este libro: la del poeta que le puso punto final al estruendo de la Revolución mexicana y la del poeta que, medio siglo después, lo entendió todo y pudo decir que no amaba el fulgor abstracto de la patria.
Ramón López Velarde leído por José Emilio Pacheco se nos revela como una obsesión que es también una cátedra: además del puro placer de acercarnos a una obra deslumbrante, siempre aprendemos algo a través de la mirada curiosa e inteligente de Pacheco. Desde aquellas líneas con que el autor de Zozobra fue presentado en la célebre Antología del modernismo hasta un análisis serio y sobrio sobre su posteridad, pasando por curiosidades como las traducciones que hizo Samuel Beckett de algunos de sus poemas, Pacheco nos demuestra una y otra vez que la lectura crítica de otro poeta puede ser tan erudita como sabrosa, tan seria como placentera y tan duradera en el tiempo como fresca a la hora de volver a empezar.
El lector de este libro podrá, de la mano del autor de Inventario, pasear por los entresijos de “La suave Patria”, descubrir los recelos que le tuvo Alfonso Reyes a su contemporáneo, conocer al flâneur que deambulaba por horas en una Ciudad de México que ya no existe y mucho más, con el doble deleite de estar frente a dos escrituras paralelas, dos poetas, dos periodistas y dos cronistas formidables que, si no coincidieron en el tiempo, sí conviven con naturalidad de cómplices en estas deleitables y aleccionadoras páginas.