Un caleidoscopio que presenta figuras desenvolviéndose en la lejanía de una geografía llena de datos cartesianos. Es Tierra Santa, Judea, el Viejo Mundo con los actos humanos primigenios: salvar a los hijos, sobrevivir, sobrevivir siendo mujer.
La dramaturga aún cree en la suerte, en el azar de los hechos y la naturaleza de las personas, así que presenta a tres personajes: Asabe, Abdel y Abdullah, de quienes irremediablemente queremos saber más. Ellos podrían ser como cualquier ciudadano y anhelar un país libre de odio, podrían ser como Aníbal, de Ocosingo; Alma, de Chilapa, y Alejandro, de Camargo. La invocación poética de los textos propone una acción intertextual de la acción dramática. Los enunciadores tendrían que construir un espectro informativo y textual, así como interpretar una línea de acción ficcional que le permita al espectador entender una acción que transite de lo social a lo político. O no.
Jesús Coronado Ruiz