Las razones que llevaron a Eurípides a soñar sus dos Ifigenias. La primera, exonerada por el sacrificio de la cierva; la segunda, trazada por la incierta vía de la huida. Racine también tuvo presente las suyas a la hora de levantar su Ifigenia, misma que Gaspar Melchor de Jovellanos –a sus 26 años– nos trasladara a nuestra lengua. Goethe la visionó y Alfonso Reyes las cantó a principios del siglo xx. Estas definitivas e insoslayables razones de familia nos siguen seduciendo y poblando un imaginario que nos compete y obliga, que nos exige saldar una cuenta –quizá– tan intensa y compleja como aquella que atenazó al joven Hamlet en la explanada de Elsinor.
El humanismo es una memoria, pero también un torrente sanguíneo que recorre nuestras venas y nos permite reconocer en lo más oscuro de la noche las estrellas en lo alto.