El libro de los seres no imaginarios tendría que comprender aquello que perciben los sentidos. Esse est percipi (ser es ser percibido), diría George Berkeley. Una empresa infinita y, por tanto, irrealizable entre las dos tapas de un libro. Pero, ¿el infinito no se esconde también en lo finito?, parece preguntarse José Manuel Ortiz Soto, propiciador de esta antología que, en una búsqueda de lo mínimo maravilloso, se dio a la tarea de seleccionar un Minibichario de tres fotógrafos, repartirlo entre colegas minificcionistas y, cual naturalista contemporáneo, imaginador de mundos infinitos, dejar que cada escritor relatara los gestos de esas pequeñas bestias que no siempre son lo que parecen, y, que aquí, en una fábula a varias manos, se niegan a la moraleja en pos del asombro, la sorpresa y lo insospechado.