La obra de Salvador Elizondo figura en el panorama de las letras mexicanas del siglo xx como uno de los proyectos literarios más ambiciosos y mejor logrados. En 1972 fue publicado El grafógrafo, título que es un referente obligado para comprender la obra elizondiana, ya que en éste se concentran sus grandes obsesiones y los recursos de estilo que son sustento de su labor creativa. Las variaciones de la escritura. Una lectura crítica de El grafógrafo y de la obra de Salvador Elizondo indaga en el funcionamiento de este libro como una suerte de condensación de la poética del escritor mexicano. Claudia L. Gutiérrez Piña realiza un recorrido por la obra completa del autor para reconocer el espacio medular que ocupa El grafógrafo, mediante el análisis y la reflexión de los juegos imaginarios y del rigor técnico que configuran el universo literario del escritor. En este recorrido, el libro revela el proceso de gestación y desarrollo de una vocación literaria que se sustenta en la convicción dictada por el propio Elizondo: “La escritura es la única prueba que tengo de que pienso, ergo, de que soy”. La lectura que se ofrece en estas páginas testimonia el impecable trabajo técnico que soporta el proyecto elizondiano, pero ante todo revela su realización como una manifestación poética plena.
Claudia L. Gutiérrez Piña