Si Juan José Arreola dijo que con Ramón López Velarde, la poesía da la vuelta a la esquina para enfilarse a la modernidad, la obra poética de José Mirlo, inscrita en esta vía, no la deja en modo alguno en desventaja, al contrario, gana vigencia en la lectura de Museo de esperpentos (1964) y Ensayos en prosa bárbara (1968, año de su muerte). Hay más coincidencias: en el rigor y variedad de las formas métricas, en la práctica del verso libre y la prosa poética. Ambos ejercieron el magisterio. Uno muere a los 33 años de pulmonía, otro a los 67 de neumonía y uremia. Velarde escribe 13 sonetos y Josué Mirlo uno, que cierra el poema "El cristo rojo", de excelente factura y capaz de figurar en la mejor antología del soneto en cualquier parte. Ninguno de los dos alcanzó a ver publicada en vida su obra completa, pero como el mismo Mirlo escribió, la poesía existe para "Descarar / mi pensamiento; dejarlo / desnudo/ de la raíz de la tierra, / de la raíz del viento, / de la raíz de agua, / de la raíz de sol".
Antonio Leal
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.