En No es nada vivir las ficciones breves son más elaboradas y profundas. Es, algunas de las veces severo, a tal grado, que produce en el lector una sonrisa ladeada con visos de amargura.
A estas alturas, tiene ya un estilo muy particular, tirándole a lo elegante más que a lo coloquial. Su narrativa se caracteriza por la rigurosa economía del lenguaje. En él no sobra una coma o un adjetivo. Y es que Fernando Sánchez Cielo empezó a practicar la microficción con dificultad. En él, pronto se fue comprobando que a escribir se aprende rescribiendo, retrabajando a fondo y con seriedad el texto.
Podemos encontrar en su trabajo creativo algunos referentes culturales que van desde lo mitológico hasta lo religioso, tocando a veces lo literario.
Ese humor seco es algo característico de su estilo, incluso va con su carácter como persona: Fernando no es de sonrisa fácil, es más bien contenido y así, contenidas, son sus ficciones. Ocasionalmente utiliza el final sorpresivo pero, en su caso, es solamente un recurso que no termina significando un apéndice como en otros autores. Como cincuenta o sesenta por ciento de sus ficciones terminan de manera inesperada. No hay, por lo tanto, una urgencia por el lucimiento sino un esfuerzo paciente por la perdurabilidad.