La retórica, entendida como arte, se ha visto desde antiguo ante el problema de definir su dominio, sin que hasta ahora se haya resuelto satisfactoriamente la cuestión. No es un asunto de poca monta, puesto que en él se juega su propia existencia como disciplina. En efecto, Sexto Empírico la declaró inexistente bajo el argumento de que no tenía materia. Es probable que una razón de dicho fracaso aparente se deba a que han sido muchas las disciplinas que han intentado definirla y delimitarla. Los filósofos, en primer lugar, han debatido durante siglos al respecto, como si fuera su objeto de estudio propio, con resultados negativos. El desacuerdo se ha dado incluso entre ellos mismos, y la desavenencia ha sido tal que algunos han preferido dejar de lado la retórica, como si fuera un instrumento de engaño que no debe ser usado ni atendido. Por su parte, muchos estudiosos de la literatura han hecho de la retórica un campo fructífero de indagaciones y un instrumento eficaz para el estudio de la literatura. Otros, en cambio, han preferido expulsarla, como si fuera una sierva perniciosa que busca lo superficial e inocuo frente a la profundidad de la tarea del poeta.
Esta diferencia de apreciación surge precisamente porque de dicha disciplina se tienen concepciones discordantes. Sin embargo, dicha controversia, como se proponen mostrar los estudios reunidos en este volumen, lejos de perjudicarla parece robustecerla, perfilándola como uno de sus rasgos connaturales.