Fiel a su sino escritural, gracias al cual se le identifica como uno de los poetas coreanos más consistentes y reconocidos desde hace tiempo, Jeong Ho-seung continúa ejerciendo el papel que con fortuna para sus lectores asumió como un lúcido observador y (con)fabulador del devenir humano, y es que su principal vía unitiva con el mundo: la naturaleza, le ha permitido aliarse, en un sentido adánico de asombro y desasosiego, con la realidad (“me purificaré sin decir nada, hasta que caigan los pétalos”), asumiendo con gran fortuna una conciencia sensorial y discursiva propicia para fijar, casi como acuarelas o tintas sobre seda, muchos de esos delicados instantes o sutiles actos cotidianos que secretamente configuran nuestro “modo” de mirar y aprehender la vida: “Ahora que estoy cerca de ti, desovo / y voy al río donde la muerte me espera.”