En esta Antología Personal, Carlos Monsiváis nos ofrece un muestrario genial de sus tácticas y estrategias como escritor. Si la guerra es la modernidad; y el campo de batalla, la ciudad, Carlos Monsiváis logra en este tomo lo que ya prefiguro Salvador Novo en Nueva grandeza mexicana: la ciudad de México aparece aquí según los iconos (Maria Félix, Agustín Lara, Mario Moreno, Jose Alfredo Jiménez) y también según sus lugares, sus atmósferas, desde el teatro de los Insurgentes hasta el tugurio llamado El Catorce, desde la gente deco que inmortalizo la generación de Novo -los verdaderamente famosos- hasta los celebrities con más rumbo y mejor manejo, como los nacos y los chacales, esos anónimos santorales cafres de la nueva noche mexicana.
Monsiváis es un dandy coleccionista, justo arqueólogo de los graffiti dejados en el oído por la oralidad pecaminosa y el habla urbana; su captación de como se marca la prosodia en la calle, atención y acentuación, lo convierten en un gran artista de ese género citadino por excelencia, la crónica de comentario social.
Aquí estamos ante el gran maestro de la crónica latinoamericana, ese género que irresoluto entre la narrativa y el ensayo a veces se disfraza con el reportaje periodístico. El asentimiento del lector ocurre en este género como se da en el cuento: se trata de una epifanía, la revelación de cierta veracidad, reconocer que los asuntos de la ciudad son así, justo como aquí se narran.