Enciclopedia de la Literatura en México

Traducción de las francofonías en México

mostrar Introducción

Asentar las bases que permitan comprender mejor el recorrido de la traducción de obras francófonas desde México exige detenerse en la posible definición de los textos catalogados como literaturas francófonas. Ello se debe a los distintos usos que se desprenden de francofonía pues, al erigirse como noción que oscila entre lo geopolítico y lo cultural, suele generar cierta confusión. Por ello, de entrada, este panorama se apega a la definición de ‘Francofonía’ (con mayúscula) entendida como la oif: la Organización Internacional de la Francofonía, que reúne a 88 Estados y gobiernos, que comparten el uso de la lengua francesa. En este sentido, se prefiere ‘francofonía’ (con minúscula) metonímicamente como las literaturas francófonas, que se ciñe a la habitual separación entre las obras del repertorio de la tradición literaria francesa y aquellas pertenecientes a autores no franceses, aunque esta designación no resulte tan sencilla.

Proveniente del siglo xix, la época en que la empresa colonial francesa se afianzaba, el adjetivo francófono aplicado al campo de la literatura va más allá del simple significado de todo hablante del francés. Aquello que puede ser entendido, hoy en día, como expresión literaria francófona aún conserva el estrecho nexo con la visión del geógrafo Onésime Reclus (1837-1916); es decir la ambición de mantener el prestigio de Francia como potencia europea al imponer la lengua francesa como herramienta de dominio y apuntalamiento de la presencia y poderío de la nación gala en los territorios ya conquistados. 

La amplia gama de literaturas francófonas emerge, entonces, desde esta huella histórica de las disputas europeas por la conquista de tierras allende los mares. Con el paso del tiempo, lo ires y venires de estas distintas letras han heredado ambigüedades de definición en su recorrido, toda vez que la reactivación de la palabra francofonía, vinculada a la apropiación de la lengua francesa por parte de escritores no franceses, tiene lugar durante el proceso de independencia del continente africano. En 1962, Leopold Sédar Senghor, el escritor y presidente senegalés, retrata a la Francofonía como “este Humanismo integral, que se teje alrededor de la tierra: esta simbiosis de las ‘energías que duermen’ de todos los continentes, de todas las razas, que se despiertan, resultado de su calor complementario”.[1] Remataría con la declaración para la literatura de que la lengua francesa dejaría su perfil colonizador para convertirse en el “Sol que brilla fuera del Hexágono”.[2] A partir de esta declaración, vuelve a circular francofonía asociada en lo sucesivo no tanto a lo política exterior francesa sino a expresiones culturales provenientes de los países que comparten el uso del francés.

Lo anterior no equivale a afirmar la inexistencia de obras francófonas antes de mediados del siglo xx; remite, de hecho, a la tensión dominante del prestigio literario de Francia (centro), que opaca el resto de las literaturas en francés originadas en otras latitudes (la periferia literaria). La demarcación francófona interactúa y está sujeta a su validación, además, a partir de varios elementos e instituciones: la cultura, la historia, la lengua francesa, la geopolítica, las universidades y las editoriales. Estos factores se ven reflejados, por una parte, en el lento interés de la crítica especializada por estas literaturas y, por la otra, en la reciente visibilidad de estas en el mercado editorial —cuyas sedes más sobresalientes están en París— y su circulación. Acotar, entonces, una definición totalizante resulta impensable ya que las posturas sobre este tema resultan discordantes sincrónica y diacrónicamente entre sí; empero, resulta adecuado adoptar la descripción del investigador Michel Beniamino, que da cuenta de los factores alrededor de esta clasificación. El hecho de que la francofonía literaria se configure desde la tradición académica francesa —acaso parisina—, las inserta en una zona "problemática y sobreestimada ya que tanto las teorías poscoloniales como la aparición de “nuevas” literaturas o las migraciones y los fenómenos de transculturalidad siempre parecen tener que desbaratar los conjuntos literarios constituidos por la crítica".[3] La referencia espacial suele ser la salida predilecta que caracteriza los esbozos de las literaturas francófonas. Sin embargo, con gran frecuencia ha sido un criterio reductivo. La intervención de Senghor quizá ha provocado la espontánea asociación de las literaturas francófonas únicamente a las expresiones surgidas de las excolonias francesas de la región del Magreb (Argelia, Marruecos, Túnez, Mauritania) y sobre todo de África negra (República del Congo, Costa de Marfil, Togo, Senegal, Níger, Benín, Burkina Faso, Chad, Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial, Malí, Ruanda, Guinea, Togo, Yibutí).

No obstante, el paisaje abarca muchos más espacios, además de las dos áreas anteriores. Comprende también algunos países del Levante como Líbano, Siria y Egipto; hacia el sur, Madagascar y algunas islas del Océano Índico, como el dom (Departamento de Ultramar) de La Reunión y Mayotte, la isla de Mauricio, las Comoras, Vietnam e India. En latitudes más lejanas, la Polinesia francesa y Nueva Caledonia cuentan asimismo con expresiones literarias en francés. A lo anterior, debe sumarse, en el continente americano, la región de Quebec (incluidas las escrituras autóctonas), Ontario, Luisiana, los dom de Martinica, Guadalupe, Guyana Francesa y Haití. En Europa, es preciso considerar a Suiza, Bélgica y el Ducado de Luxemburgo. El panorama se completa con escrituras migrantes de autores de China, Japón, de algunos países de Europa del Este, de Rusia, Irán y Palestina; e incluso con los hijos de migrantes africanos, magrebíes, griegos, turcos y de otras nacionalidades ya avecindados en Francia, en Suiza, Bélgica o Quebec.

En realidad, aunque persiste la dificultad de dejar atrás esta etiqueta por demás polémica, es preciso considerar que las clasificaciones varían entre francófonos, escritores de expresión francesa, literaturas en francés, escritores u obras en lengua francesa. A esto se agrega el hecho de que resulta hasta cierto punto abusivo asegurar que la etiqueta “literatura francófona” representa el primer criterio de encargo de traducciones o inclusiones en los catálogos editoriales. Sin embargo, designar así a estas literaturas posibilita desviar la mirada de la literatura francesa y contemplar creaciones de las demás coordenadas geográficas. Se recurre entonces, a la distinción, además, entre las francofonías norte y francofonías sur, correlato de la geopolítica mundial. A las primeras corresponderían Suiza, Bélgica, el Ducado de Luxemburgo, Canadá y los escritos en francés provenientes de espacios no colonizados por Francia. Las segundas englobarían el continente africano, la zona del Océano Índico, Nueva Caledonia y Polinesia Francesa junto con el área de las Antillas.

Distribuir estas literaturas en dos polos ayuda, en este caso, a echar luz sobre las dificultades de edición de las obras en sus lugares de origen, cuyos efectos se reflejan también en el viaje poco sencillo que emprenden hacia el español. A decir de la minuciosa investigación de Nadège Veldwahchter, el mundo literario francófono se constituye por espacios e instituciones ampliamente diferenciados por una estabilidad irregular en la cadena de producción del libro. Los autores francófonos del Norte están insertos en una mecánica editorial bien aceitada con "herramientas de promoción y de una red de distribución competitiva en los principales mercados internacionales.  Por el contrario, los francófonos del Sur […] deben evolucionar en un ambiente adverso: analfabetismo, poco poder adquisitivo, costos de transporte, librerías insuficientes, bibliotecas mal equipadas, etc”.[4] En este sentido, la edición local africana y antillana está mejor representada y es mejor conocida en Europa que en su propio territorio. Los autores de estas regiones alcanzan la notoriedad sólo cuando entregan sus textos a editores foráneos.[5] A pesar de que existen apoyos a la industria del libro francófono la Association pour la diffusion internacionale francophone de livre, ouvrages et revues (adiflor) o l'Alliance internationale des libraires indépendants (ailf) no resulta suficiente. En cambio, la francofonía norte cuenta con solidez editorial y apoyos a la traducción, como se verá más adelante.

Un último aspecto que considerar es la antología, el género predilecto entre las formas de difusión de estas literaturas tanto en su propio espacio lingüístico como en el viaje hacia el centro literario de reconocimiento (París) para su posterior legitimación. Constatan, dentro de la extensa lista, la famosa Anthologie de la nouvelle poésie nègre et malgache de langue française (1948) de Léopold Sédar Senghor, con el texto “Orfeo negro” de Jean-Paul Sartre; Les littératures francophones depuis 1945 (1986) de Jean-Louis Joubert, Jacques Lecarme, Eliane Tabone et Bruno Vercier: la compilación de André Reboullet y Michel Tétu (1977); la Littérature francophone: anthologie (1992) y Littératures francophones d’Europe. Anthologie (1997) de Jean-Louis Joubert. Como se muestra en la siguiente sección, se observa un continuo en la adopción de las formas editoriales en las que estos universos literarios son transportados al español.

mostrar Antologar la francofonía y las huellas de los traductores

La mayor parte del tiempo resulta difícil encontrar las huellas explícitas que deja un traductor en las obras que transporta a otras lenguas. En el caso de las literaturas francófonas —en tanto conjuntos diferenciados de la literatura francesa—, la antología fue el formato más recurrido para acercar estas literaturas al lectorado español. En México, dado el limitado conocimiento de estas expresiones literarias en francés, el trabajo de traducción requirió la intervención directa de los traductores en el proceso de planeación y selección de las literaturas francófonas destinadas a pasar al español. Prueba de ello son las respectivas antologías del escritor Francisco Castillo Nájera, en el primer tercio del siglo xx, y de la catedrática y traductora Laura López Morales, en la última década del mismo siglo. Vale la pena rescatar, entonces, las pistas de guía de lectura que dejaron en los prólogos, donde quedó expresada la preocupación por orientar al lector en su acercamiento —quizá por primera vez— a estos textos insospechados en México.

 

Francisco Castillo Nájera y la Bélgica francófona

En el contexto de la literatura en México, el catedrático, escritor, y diplomático duranguense, Francisco Castillo Nájera, lleva a cabo el acto fundacional de vincular a este espacio literario con las letras francófonas gracias al lugar privilegiado en que se situó, como consecuencia de su designación en el Servicio Exterior Mexicano, para ocupar el cargo de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Bélgica (1927-1930). Por su trabajo de traducción del género poético, en los albores del siglo xx, merece un lugar destacable en los precedentes del trasvase de lo francófono.

Ello queda de manifiesto en el corto prólogo de José Juan Tablada para el voluminoso Un siglo de poesía Belga de Castillo Nájera. En su elogiosa presentación, resalta del traductor que con esta obra: "corona su labor literaria precioso don al mundo de habla española” y al mismo tiempo se trata de un “homenaje supremo a la nación donde el autor ha sido representante de la nuestra. Gracias a las traducciones y a las notas explicativas, conocemos interesantes rasgos del alma belga".[6]

En cuanto a las condiciones materiales, a pesar de que este libro no fue publicado en México sino en Madrid, es difícil saber a ciencia cierta si llegó a tener un impacto considerable en nuestro país; sin embargo, el tiraje de tres mil ejemplares, más ciento diez ediciones de lujo podría suponer un nivel de difusión considerable.  

Ahora bien, el traslado de esa otra literatura en francés, pero no francesa, privilegió una lista de 78 poetas mujeres y hombres de Bélgica, desde los parnasianos, simbolistas o clásicos de la "Jeune Belgique" hasta el siglo xx. La organización interna del material está pensada a manera de una “exposición y las de los capítulos de la Primera Parte, con las notas sobre cada uno de los poetas, ayudarán a distinguir los rasgos que caracterizan a los belgas, diferenciándolos de los franceses, y a percibir los que con éstos les son comunes”.[7]

Cabe resaltar que este ejercicio de traducción no corresponde únicamente a Castillo Nájera, dado que incluyó traducciones ya existentes del puño de Enrique González Martínez (Tres grandes poetas belgas: Rodenbach, Maeterlink, Verhaeren, 1918). Asimismo, el propio traductor confiesa que su obra partió del conocimiento tardío, pero no de primera mano, de las versiones de belgas en la Antología de poetas franceses modernos de Díez-Canedo y las "traducciones poéticas" del colombiano Ismael Enrique Arciniegas.

Sigue, entonces, la introducción del propio Castillo Nájera, que de inmediato revela su restringido conocimiento de cinco poetas belgas: Rodenbach, Verhaeren, Maeterlink, Bever y Léautaud. Bastan los dos primeros párrafos de este apartado para saber que este trabajo de traducción arrancó motivado por la poca difusión que hasta entonces había tenido esta literatura: "No me ruboriza tal confesión: he comprobado que escritores de fuste —me refiero a los de lengua castellana— padecen igual penuria".[8] El paso por Bélgica, desde luego, le facilitó conocer más nombres de escritores de ese país: "me enteré de las obras de Giraud, Gilkin, Gille, Kinon, Marlow, Gvers y algunas más que, no obstante su valer, son casi desconocidos en Francia y, por completo, en los dominios de habla española. Apreciando la producción de los últimos cincuenta años, principalmente, concebí la obra que publico".[9] A partir de aquí, juzgamos más que necesario resaltar la notoriedad de esta empresa, que además le valió el reconocimiento de la Gran Cruz de la Corona que sólo se había entregado a ciudadanos belgas. A pesar de que no se refiera a esta literatura como francófona, sino como "La poesía de expresión francesa",[10] los apartados que anteceden la selección literaria hacen hincapié en demostrar la existencia de la literatura belga dividida entre las dos lenguas de este país:

Si el arte valón es más "francés" que el flamenco, no deja de ser germánico, se anuda con el de su compatriota por uno de los lazos de las civilizaciones que producen el arte inconfundible belga. Es innegable que, en el teatro, en la novela, y en la poesía, existen obras identificadas con la literatura francesa, sus autores artísticamente son hijos de Francia; su educación, su cultura y sus fuentes de inspiración son únicamente latinas. A justo título deben catalogarse entre los franceses, en cuyos dominios espirituales se han formado. Ya dije que algunos viven en París. Son belgas por la contingencia de su nacimiento.

Pero existen otros que tuercen sus inclinaciones e intentan disimular sus facciones germánicas; si llegan a lograrlo se convierten en escritores correctos, castizos, hasta muy pulcros, pero no desempeñan papel de celebridades en el escenario de la literatura francesa. Otros a pesar de sus aspiraciones, son incapaces de esconder su estructura y, bajo el barniz, aparece la substancia de naturaleza original. Ya veremos que dos críticos señalan a Franz Hellen como representativo belga, no obstante, su francofilia literaria.[11]

Se trata de uno de los pasajes más puntuales que toca la constante preocupación de Castillo Nájera por desmenuzar los detalles de la tradición literaria de Bélgica, moldeada a la sombra de la literatura francesa, hasta entrado el siglo xx. Al mismo tiempo, adelanta un panorama general de algunos poetas destacados. El retrato histórico y literario que traza a detalle del país belga se complementa con la minuciosa exposición de las diferencias entre la poesía en francés y la versificación en lengua española. Por ejemplo, establece un rasgo medular entre ambas literaturas: "los lectores habrán comprendido que la designación de "Libre" no corresponde a la que en español es la corriente, pues nosotros entendemos por verso libre el que, sin rimas, asonancias, consonancia, conserva su carácter de verso, gracias a los ritmos de intensidad y de duración".[12] Aclaraciones como éstas dan paso al siguiente apartado del libro: la explicación sobre el procedimiento de su estilo de traducción, que incide en el catálogo de esta antología, condicionada también por la disponibilidad de la dificultad de encontrar libros y ejemplares de poetas por el tiro corto de las ediciones.

Castillo Nájera alerta al lector de la muy probable decepción al encontrar en las páginas de esta antología "forzadas traducciones" y entrega aquellas que "las menos sufren con el paso a nuestro idioma".[13] Desde esta postura, en la que prepondera el respeto por la lengua fuente, aparecen también los comentarios con recurrencia sobre la reproducción de un ritmo y cadencia más natural posible en español de los versos belgas. De igual forma, hace visible de manera consciente y descriptiva los seis neologismos que adopta a lo largo de la traducción. Al cierre de este texto, entrega la clave de lectura de este proyecto en versión bilingüe de los poemas tanto para el que sepa francés como para el que no; es decir que la traducción parecería estar concebida para funcionar con el auxilio de las anotaciones:

Para los lectores capaces de leer el francés, mi colección puede tener valor documentario (creo que hasta el presente es la que agrupa mayor variedad de poetas); pueden ahorrarse la lectura de las traducciones. Ganamos todos. Los que no posean el francés, deben fijarse más en las notas que en los versos traducidos que apenas si logran reflejar, con muy pálidos reflejos, la luz purísima con que brillan muchas de las joyas poéticas originales".[14]

Ésta sería tal vez la poética de traducción del escritor mexicano y su papel al momento de tender puentes entre la tradición literaria en español y la literatura de Bélgica: mostrar, mediante las costuras del oficio del traductor, la especificidad de las letras belgas.

 

Laura López Morales y la francofonía literaria más allá de México

Después de la destacable publicación de Castillo Nájera, el siguiente eslabón de crucial relevancia corresponde a Laura López Morales. Su papel en la investigación, enseñanza y traducción no ha tenido paralelo en lo que ella misma ha llamado “la cruzada por la francofonía” desde la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.[15]

Uno de los primeros pasos, de carácter no editorial, que introdujo al menos la idea de las literaturas francófonas, en México, fue el Primer Coloquio Latinoamericano de Escritores Francófonos a la sazón del bicentenario de la Revolución Francesa —con la colaboración de López Morales, el consejero cultural de la Embajada Francesa André Ladousse y embajadas de otros países de habla francesa en nuestro país—. Lograron invitar a dieciséis escritores y la mesa de clausura en el munal estuvo formada por el ahora Nobel de literatura: J.M.G. Le Clézio, Octavio Paz, el martiniqueño Édouard Glissant, el suizo Nicolas Bouvier, el catedrático Jacques Chevrier y la escritora canadiense Nicole Brossard. La Facultad de Filosofía y Letras cobró importancia al convertirse en espacio clave para que López Morales prosiguiera con el desarrollo de la investigación de estas obras de autores no franceses e introdujera un seminario sobre literaturas francófonas en el Colegio de Letras Francesas.

El interés desde el ángulo académico rindió frutos con la publicación de la primera antología de literaturas francófonas —por medio de Gustavo Jiménez Aguirre, actual investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas (unam)—, en 1991. Hablamos de: Decir la diferencia. La Francofonía a través de su prosa, en la colección Cien del Mundo de conaculta. La extensión del volumen alcanza las 334 páginas y comprende fragmentos de narrativa de obras provenientes de seis enclaves francófonos. La organización interna obedece al orden alfabético de las distintas áreas geográficas incluidas. Así, catorce se encuentran repartidos en el apartado de escritores belgas, doce en literatura suiza romanda, 12 en literatura quebequense, 14 en literatura antillana, 16 en literatura magrebí, 10 en literatura negroafricana.

Consciente de que de manera individual ya había traducción de algunos escritores francófonos en el año de publicación de este libro, López Morales orienta la selección hacia los autores menos conocidos. Antecede a cada parte una breve introducción encargada de dilucidar el contexto sociohistórico en el que se desenvolvieron las distintas manifestaciones literarias en francés junto con puntos de inflexión cruciales que es necesario considerar. La primera página advierte que el argumento de traducir sólo narrativa se debe a que en este género reside un punto en común más igualitario de producciones literarias, por ello no abarca teatro ni poesía. El rasgo destacable y que se emparenta con Castillo Nájera consiste en explicitar las razones para la preparación de una antología sobre literaturas en francés:

Los textos que incluye la presente antología pertenecen a acervos literarios con los que el lector hispanohablante —al menos, si se encuentra de este lado del Atlántico— está poco familiarizado. Ante la magnitud, el brillo y la historia de la literatura de Francia, la producción en francés escrita fuera de las fronteras galas, todavía hasta hace tres décadas, era clasificada como marginal o conexa. Durante el mismo periodo, en la mayoría de las regiones de habla francesa, con excepción de Bélgica y Suiza debido a una tradición más añeja, la creación literaria ha cobrado un notable auge tanto en calidad como en volumen. De ahí mi interés por abrir una ventana hacia esos lejanos horizontes tan ricos e insospechados.[16]

De la misma forma, López Morales contempla al lector capaz de consultar directamente obras en francés e incluye una bibliografía para quien quiera profundizar más en el tema. En cuanto al estilo, la traductora y compiladora sigue un camino diferente al de Castillo Nájera, al no priorizar la aparición de notas de traducción salvo en términos culturales y en los casos en que resultó necesario añadirlas. Empero, la distinción mayor, que permite considerar a López Morales como la pionera de la traducción en México, América Latina y España, de las literaturas francófonas, estriba en su desglose minucioso de lo que significa hablar de “francofonía”, paso indispensable antes de llegar al material literario, que hace las veces de hoja de ruta de la compilación traducida:

La dispersión geográfica de las zonas francoparlantes entraña inevitablemente el surgimiento y desarrollo de una multiplicidad de variantes lingüísticas que socavan cualquier intento de unificación, por lo demás improcedente. En el propio territorio francés, e incluso en las áreas no europeas, tales diferencias son el resultado de la sobrevivencia de localismos ligados al terruño —tanto en vocabulario como en acento—, de neologismos, de contaminación por el contacto con dialectos locales y lenguas extranjeras. En las regiones donde no es lengua materna, el francés ha registrado modificaciones, fruto de interferencias o deslizamientos tanto fonéticos como sintácticos y léxicos, debidas a la práctica simultánea de las lenguas autóctonas o vecinas. Mas la creatividad lingüística de los pueblos francoparlantes alejados de la antigua metrópoli estriba, sobre todo, en la necesidad de nombrar nuevas realidades ante las que el bagaje lingüístico y cultural francés resulta ajeno y no ofrece respuestas adecuadas.[17]                    

Esta descripción de las variaciones de la lengua francesa revela de paso las diferentes texturas desde las que parte el ejercicio de traducción; indica al lector de la existencia de las modulaciones en francés tras su contacto con otras regiones del mundo. Por esta razón, estos rasgos de la lengua fuente se traslucen directamente en las notas de traducción de los textos, cuyo origen está más alejado del hexágono francés. El giro fundamental que marca López Morales se halla al final de la introducción, con fecha de 1990:

nos atenemos a un sentido puramente etimológico del término francofonía, por parecernos más fiel a nuestro propósito. La raíz griega phoné significa voz/palabras y la literatura es eso: voz y palabras. Voces y palabras que escuchamos como sustancia acústica o desciframos como mensaje de realidades no verbales. Voces y palabras que codifican en un sistema común una multiplicidad de vivencias subjetivas y colectivas; voces y palabras que sugieren lo inefable. Voces y palabras de un acervo común, la lengua francesa, que han ido ciñéndose a nuevas realidades, que, como semillas en tierras de otras latitudes, han germinado en nuevas variedades enriquecidas de las que el tronco original puede y debe sentirse orgulloso.[18]

El traslado lingüístico de López Morales no se limita a la simple traducción de textos de la francophonie a francofonía. Por el contrario, se trata de un desplazamiento de suma importancia. En un primer nivel, se trata lisa y llanamente de traducir literaturas francófonas, francofonías. En segundo nivel, remite a desviar el sentido de origen hacia el español; es decir que estaría liberando de la camisa de fuerza y padecimientos que envuelven al término en su esfera lingüística de partida para así dotar a la francofonía de un reconocimiento de valor igualitario ante la prestigiosa literatura francesa.

Sin mayor demora, después de tres años de que se sumó al espacio literario en español esta antología que marca un punto de inflexión, y con una mínima diferencia temporal entre sí, salen publicados, en la colección Tierra Firme del fce: Literatura francófona: i. Europa (1994), Literatura francófona: ii. América (1996), Literatura francófona: iii. África (1997).[19] El traslado hacia la editorial más reconocida en México confiere mayor proyección allende las fronteras mexicanas, por la red de distribución gracias a sus filiales en Argentina, Chile, Colombia, Brasil, y en España. Esto equivale a decir que el Fondo fue pieza clave en la consolidación del término francofonía literaria, lo cual colocó a estas literaturas tan diversas en el radar no sólo del lectorado sino también de los demás sellos editoriales del mundo hispanohablante.

En estas tres publicaciones, López Morales expande el muestrario de lo francófono. Para Europa, la agrupación se divide en un cuadro de la prosa de 22 autores de Bélgica y 21 de Suiza romanda. En lo tocante a América reúne 19 voces de Antillas y 23 autores de Quebec y Luisiana. En el tercer tomo, de mayor volumen, despliega a 26 escritores de África negra y en lo que respecta a la región del Magreb se divide en 13 argelinos, 4 marroquíes, 4 tunecinos y 2 libaneses.

Todo indica que la recepción del primer tomo causó reacciones entre quienes esperaban encontrar entre las hojas del primer volumen sobre Europa fragmentos de literatura de Francia. Así, en las líneas de apertura de la compilación dedicada a América, tres párrafos retoman parte de la reflexión sobre la francofonía y su nexo con la expresión literaria. En esta otra antología, López Morales y Castillo Nájera siguen compartiendo intereses de traducción en tanto difusión y promoción de obras poco conocidas.

En efecto, por una parte, las literaturas incluidas en nuestra serie eran consideradas todavía a fines de la década de los setenta como conexas y marginales [...] Es cierto que el término francófono, que poco a poco fue abriéndose paso entre el público francés e internacional, ha descrito una trayectoria un tanto polémica. No obstante, por lo menos en lo que toca a las letras, creemos que el uso del adjetivo permite establecer simple y sencillamente la diferencia de referente —territorios fuera de Francia—, sin apuntar ningún criterio jerárquico o cualitativo como el que subyace en conexas y marginales, y sin perder tampoco la alusión a la lengua francesa.

La presentación del primer volumen de las literaturas de habla francesa escritas en Bélgica y en Suiza pretendía subrayar, por un lado, el gran parentesco que guardan éstas con la tradición literaria de Francia por la simple razón de que en las tres regiones la lengua francesa y la cultura que se expresa a través de ella tienen las mismas raíces; y por el otro, había que destacar las abundantes diferencias que muchas veces quedan ocultas por el deslumbrante halo francés.[20]

Pareciera entonces que el impacto de la antología en conaculta fue discreto o con poco tiempo de circulación para ser más relevante. La justificación de López Morales atendería al desconocimiento tal vez aún vigente del término francofonía, las literaturas así denominadas y el contexto que le era propio. El tiraje de cada libro fue de dos mil ejemplares, lo que supone mayor disponibilidad para el público en diferentes rincones de nuestro país y fuera de él. Así, la colaboración con esta editorial de gran y prestigiosa tradición desde México, de la mano de la profunda labor de investigación de López Morales —convertida en empresa titánica de traducción, entendida a la luz de las pistas esparcidas en las notas introductorias—, refrenda el gesto traductológico señalado en su primera antología. Es decir: trasplantar las inabarcables literaturas francófonas al suelo del español con el objetivo de despojarlas del desigual reconocimiento en los círculos de habla francesa (París) y colocar estos conjuntos literarios en el mismo valor y legitimidad que la literatura francesa. Sin duda, López Morales marca un hito en la inauguración formal en el escenario editorial y de traducción de las literaturas francófonas, en México, pero no sólo.

 

Antologías para el nuevo siglo

En la primera década del siglo xxi varias antologías prolongaron el camino abierto por Laura López Morales. Prueba de esta afirmación quedó plasmada en dos proyectos de la misma naturaleza editorial, casi contemporáneos entre sí. Se trata de Otras voces canadienses: Antología de narradores francófonos de las provincias canadienses de habla inglesa y anglófonos de Quebec (2009), en la unam, traducido y seleccionado a cuatro manos por la propia Laura López Morales y Claudia Lucotti. La otra publicación es Constelación de poetas francófonas de cinco continentes (2010) a cargo de la escritora y editora Verónica Martínez Lira y la traductora Yael Weiss, con una segunda edición electrónica en 2014. La naturaleza de esta última compilación bilingüe se centra en resaltar la escritura femenina, con el detalle de considerar dentro de lo francófono a las poetas francesas. Con una introducción general de Laura López Morales, y en un arco temporal del siglo xii al xxi, el repertorio comprende 109 escritoras de diferentes siglos de Francia, 33 belgas y 1 luxemburguesa, 22 de Suiza, 52 de Canadá, 5 de Medio Oriente, tres del Magreb, 12 de África subsahariana, y 12 de la geografía isleña.

Un paso más reciente que ha tenido la traducción de literaturas francófonas reagrupadas en formato de antología es el lanzamiento, en 2017, de Ausencias y espejismos. Francofonía literaria. Aceptado en la etapa de dirección del Fondo de Cultura Económica por parte de Joaquín Díez-Canedo, el contenido de 587 páginas logró su traducción por medio de estudiantes del Seminario de traducción literaria de Laura López Morales en la Facultad de Filosofía y Letras (unam). Los 51 fragmentos de obras francófonas están traducidos por 16 estudiantes universitarios, incluida López Morales (Gabriela Ardila Chausse, Mariana Arzate Otamendi, Edgar Miguel Ávila del Ángel, Marco Gallardo, Diego Guzmán, Alfredo Lèal, Ángel Linares, Agustín Maya Flores, Celia Isabel Molina Bravo, Fátima Nicasio González, Ricardo Ramos M., Daniela Rico Straffon, Renata Riebeling, Olivia Sébart, Rocío Ugalde y Ursula Natalia Wood Guadarrama). En esta ocasión, se abarcaron todos los géneros literarios. Este repertorio no está dividido por regiones continentales, muy por el contrario, más bien la afinidad entre las temáticas de los textos elegidos funge como hilo conductor y pone a prueba incluso la validez de la propia noción de literatura o escritor francófono. Se incorporan tintas de más regiones, por lo que la muestra ensancha el horizonte de lo francófono moldeado por los fenómenos de la migración, a la vez que ilustra la dificultad de asir en una instantánea todas las literaturas francófonas. La convivencia en esta antología de distintas posturas y vivencias transmitidas a través de la ficción o el ensayo dan una idea al lector de una gama de literaturas disímiles entre sí, alejadas por completo de una sola esencia identitaria.

El propósito de fondo en esta nueva configuración antológica, guiada por los ejes temáticos —la identidad, el exilio, el uso a veces conflictivo de la lengua, la migración, el contacto lingüístico y cultural entre Occidente y otras visiones de mundo— se precisa en el siguiente párrafo:

Entregamos al lector esta compilación a manera de inventario, acaso una “cartografía”, haciendo la advertencia de que el trazado de territorios será a veces imposible. Nuestra intención es la de sugerir el establecimiento de un diálogo entre los textos con el fin de problematizar la idea que puede hacerse de francofonía literaria, más que dar una definición tajante o encajonar estas literaturas en un terrible –ismo.[21]

La antología tiene la virtud de rediseñar o desdibujar el paisaje más o menos presente en el público lector. Desde esta perspectiva, aunado a la distancia de veinte años de publicación de los tres tomos de López Morales, Ausencias y espejismos desempolva la etiqueta de literaturas francófonas y la reactiva en el panorama de los libreros y editores.

mostrar Los cauces de la francofonía en las editoriales e instituciones de México

Tras esta breve reconstrucción de tinte histórico y en el entendido de que los implicados en el conocimiento de autores de lengua francesa no hexagonales son siempre los traductores, se debe hacer un alto en los actores que han hecho posible la materialización de la traducción. Resulta difícil a todas luces saber hasta dónde el hecho de que se cuente con literaturas francófonas en español fue consecuencia de un encargo e interés particular de un editor o editorial o hasta qué punto el traductor logró proponer una obra francófona y fue aceptada. Sin embargo, es posible mencionar varios agentes o instancias que han impulsado o favorecido la traducción del repertorio francófono.

 

El Fondo de Cultura Económica

Ya ha quedado explícito el papel del Fondo de Cultura Económica. No sólo ha albergado las antologías de Laura López Morales, sino que ha lanzado al mercado editorial los ensayos del martiniqueño Franz Fanon, Por la revolución africana: Escritos políticos, en traducción de Demetrio Aguilera-Malta (1965) y en su cuarta edición Los condenados de la tierra, cuya traducción pertenece a Julieta Campos y el epílogo a Eliane Cazenave Tapie Isoard. Además, del mismo corte ensayístico, se encuentra la traducción de Margarita Montero, revisada por Laura López Morales del título Las Antillas. Ayer y hoy / Senderos de René Ménil. Se une Gilles Pelerin con ¿Un continente a la deriva? Antología de narradores de Quebec (2003), en traducción conjunta de López Morales y Montero. Se encuentra también traducida por Glenn Gallardo la selección de Jean-François Chassay, titulada El hilo de la memoria. Antología de ensayo de Quebec (2003). Otro título sobresaliente editado y traducido por varias manos es la selección y presentación de Philippe Ollé-Laprune de Para leer a Aimé Césaire (2008). La versión en español de la poesía corresponde a José Luis Rivas, la parte de teatro a Fabienne Bradu, el ensayo a Arturo Vázquez y Roberto Rueda Monreal, una entrevista a Yenny Enríquez y la presentación a Virginia Jaua.

 

La Universidad Nacional Autónoma de México

La unam representa un actor esencial en su calidad de espacio de investigación de estas literaturas. Además, la Dirección de Literatura/Coordinación de Difusión Cultural de esta institución ha fungido como coeditora o editora de traducciones. Para muestra, véase el Material de Lectura núm. 119 de Jacques Ferron (2011), en presentación, selección y traducción de Laura López Morales y la antología de Quebec que ella misma elaboró con Claudia Lucotti.

Falta apuntar la coedición que efectuó la unam de la versión en español de una de las obras insoslayables de las letras quebequenses: El hombre redivivo (2001) de Gaston Miron. La traducción en español se logró gracias al poeta e investigador mexicano Marco Antonio Campos y Hernán Bravo Varela. Asimismo, ha coeditado versiones bilingües de más escritores quebenqueses como Claude Beausoleil (Furor por México, 1998, en versión de Lorenza Fernández del Valle) o Instalaciones (con y sin pronombre) de Nicole Brossard, en traducción de Mónica Mansour.[22] En recientes fechas, Juan Carlos Rodríguez Aguilar creó la colección Ultramar, como ventana de publicación de traducciones, que se mencionan a continuación. Por último, el interés por ensayos entorno a James Joyce integró la prosa del suizo Jacques Mercanton La paciencia cósmica. Cuatro ensayos sobre Joyce (2016), en selección, traducción y notas de Alfredo Lèal.

 

Textos de Difusión Cultural. Serie El Puente

Esta sección del catálogo universitario alberga varios títulos de autores francófonos. El primero en aparecer fue Vientos (1991) de Saint-John Perse, en la traducción conjunta de Lorenza Fernández del Valle y Juan Carvajal. Cuatro años después, del escritor de origen suizo, Blaise Cendrars, la versión de Alicia Reyes y Carlos Bonfil conformó Poesía (1912-1919).

En lo sucesivo, los libros que han sido seleccionados en este espacio editorial pertenecen a escritores de Canadá. De Jean-Marc Desgent, Lo que soy ante nadie (1999) aparece en traducción de Laura González Durán y Juan Carlos Rodríguez. A cuatro manos, también entra al catálogo Tamaño natural (2000) de Denise Boucher traducido entre Gabriela Ordiales y Patrick Villaumé. La intervención en dos ocasiones del traductor Rafael Segovia permitió la publicación de El cuerpo cae más tarde (2001) de Michel Pleau y Categóricas uno dos y tres del escritor Normand de Bellefeuille. Completan esta lista: el poemario de Gérald Godin, Noches sin ángel (2003), en traducción de Adrien Pellaumail y coedición con Écrits des Forges; Chotacabras (2005) del joven poeta Despatie Stéphane, traducido por Marta Donís y de Michel Thérien, la versión de Luis Abanto junto con la colaboración de Eduardo Uribe dio paso a la edición de Cuerpo Salvaje (2006)

Cabe resaltar el trabajo de Mónica Mansour con seis libros transportados al español: Instalaciones: con y sin pronombres (1997) y Cuaderno de rosas y civilización (2010) de Nicole Brossard; la selección de Álvaro Faleiros de poesía, con la co-traducción de Marina Fe, titulada Latitudes. 9 poetas de Québec (2003); de Émile Martel, Para orquesta y poeta solo (1999); en la coedición con Aldus y Écrits des Forges, el poemario Desde el amor (2001) de Jean Royer y Estratos de eternidad (2000) de Alphonse Piché.

 

Colección Poemas y Ensayos

Es posible rastrear en el Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades, dentro de la colección Poemas y Ensayos, una serie de traducciones que han dado cabida a algunos títulos de la francofonía norte. Así, en 2004 apareció Fénix Integral. Poemas (1975-1987) del quebequense Paul Chamberland en traducción de Adrien Pellaumail. Siguió Oda al San Lorenzo (2005) de Gatien Lapointe y traducida por Marco Antonio Campos. Con la colaboración de la editorial Écrits des Forges y Difusión Cultural de la unam, Siglos xx(2006) del también quebequense Jean-Marc Desgent, se une al catálogo en versión de Adrien Pellaumai. Continuando la tradición de la antología, la labor conjunta de traducción entre Marco Antonio Campos y Stefaan Van Den Bremt propició la edición de Jardines de Bélgica. Poetas belgas de lengua francesa (2007).

 

Colección Ultramar

Editada por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam, esta colección promueve la publicación de autores extranjeros contemporáneos que no han sido traducidos al español. Además de la ayuda brindada por la propia Universidad Nacional, el proyecto se mantiene gracias a la activa colaboración de una nueva generación de traductores universitarios. Así, desde 2014, en esta colección se difunden obras narrativas que desarrollan las temáticas del desplazamiento social y la transculturalidad. En el ámbito de las literaturas francófonas, el catálogo de Ultramar cuenta con exponentes quebequenses como Marco Micone con su novela La higuera encantada, traducida por Rocío Ugalde, y Hélène Rioux cuya novela Miércoles en la noche, en El Fin del Mundo fue traducida por Roberto Rueda Monreal; así como con la presencia de Shenaz Patel, autora originaria de Mauricio, cuya novela Las silenciosas Islas Chagos también fue traducida por Rocío Ugalde.

 

La Universidad Veracruzana

En la misma línea editorial universitaria, la Universidad Veracruzana ha dedicado un espacio en los últimos años a algunas obras francófonas. A pesar de que no son numerosas, las publicaciones de estas literaturas han ido aumentando con una diferencia temporal corta entre cada libro. Así, del autor guadalupeño Saint-John Perse, encontramos Pájaros / Oiseaux (2012), en versión bilingüe, cuya traducción pertenece a José Luis Rivas. De la narrativa, figura La geometría de las variables (2015), del escritor senegalés Mamadou Mahmoud N'Dongo, con la traducción de José Miguel Barajas García. En 2016, sale la traducción de Rossana Reyes de la obra: Mientras exista el mar / Pendant que la mer existe: Antología del poeta magrebí Jamel Eddine Bencheikh. De esta misma región geográfica, una selección de textos de Jean-Claude Xuereb, a cargo de Philippe Cheron se convirtió en el título: Esa fugitiva eternidad / Cette fugitive éternité: Antología (2018), presentado en versión bilingüe, la traducción estuvo a cargo de Ena Lastra y Rossana Reyes. En el mismo formato, la versión en español de Caravana de la sed y otros poemas / Caravane de la soif et autres poèmes (2018) pertenece a Jorge Tobillo: se trata de una muestra de la escritura del nigerino, Hawad.

 

Editoriales independientes

Otro cauce que se ha abierto paso para traducir y difundir la francofonía ha sido entre las casas editoriales independientes. Con el fin de brindar un panorama de las características de estas casas de edición y de su papel en el entorno cultural de México, a continuación, se realiza una breve presentación de las más destacadas.

 

Aldvs Editorial

Fundada en 1993, es hasta el año 2000 que empezó a promover la traducción de obras francófonas. A la fecha ha publicado más de cuatrocientas obras —según datos de su página oficial —, entre las que se cuentan títulos como: Ayer de Nicole Brossard (2004), El libro de la hospitalidad de Edmond Jabès (2002), El hombre redivivo de Gaston Miron (2001) y Desde el amor de Jean Royer (2001).

 

Mantis Editores 

Luego de su creación en 1996, ha dado a conocer en México a notables poetas de otras latitudes en ediciones bilingües. En lo que concierne a la francofonía, Mantis Editores ha sido uno de los principales promotores de traducciones de antologías poéticas quebequenses contemporáneas, esto gracias al vínculo con el sello Écrits des Forges. La editorial forma parte de los invitados a importantes ferias del libro nacionales, como la de Guadalajara y Minería; e internacionales, Barcelona, Colombia y Cuba; así como al Festival Internacional de Poesía de Trois-Rivières en Quebec.

 

Les Écrits des Forges

Destacada en el Festival Internacional de Poesía de Trois-Rivières, esta editorial quebequense, fundada en 1971 por el poeta Gatien Lapointe, se dedica a publicar exclusivamente poesía y ensayos sobre ésta. Aunque creada para difundir la obra de nuevas poetas quebequenses, con el transcurso de los años, el catálogo comenzó a incluir autores de diversas nacionalidades. Particularmente desde 1996, año que coincide con Canadá como invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (fil), Les Écrits des Forges ha creado vínculos con editoriales mexicanas para publicar poemarios bilingües con el fin de dar a conocer a poetas quebequenses en México y a poetas mexicanos en Quebec. Así, gracias a este sello, al panorama de la francofonía de este lado del mundo se han incorporado los nombres de: Claude Beausoleil, Yves Boisvert, Nicole Brossard, Jean-Paul Daoust, Jean-Marc Desgent, Hélène Dorion, Lucien Francoeur, Gilbert Langevin, Claude Péloquin, Jean Royer, France Théorêt, Denis Vanier, Josée Yvon, entre otros.

 

Vanilla Planifolia

Editorial de reciente creación, que también publica en colaboración con la Universidad Nacional. Importante para la difusión de literaturas francófonas es su colección Los Insospechables la cual, como explican en su página oficial, “busca abrir una posibilidad de lectura contemporánea, tanto para el público en general como para el especializado, de géneros narrativos tan diversos como son las correspondencias epistolares, los cuadernos de viaje, la prosa poética, y otros géneros inclasificables que poseen un valor literario innegable”. Cabe destacar que, en esta colección, compuesta actualmente por seis volúmenes, tres de ellos estén dedicados a novelas de autores francófonos: Damiselas de Numidia del marroquí, Mohamed Leftah; La falena de las colinas del escritor originario de Chad, Koulsy Lamko; y Pelourinho del guineano, Tierno Monénembo.

 

El Tucán de Virginia

Editorial mexicana especializada en el género de poesía y fundada en 1980 por Víctor Manuel Mendiola y Guillermo Samperio, cuenta con una colección de ediciones bilingües titulada “Los Bífidos”. Al igual que las otras editoriales, El tucán de Virginia difunde textos nacionales y extranjeros muy poco conocidos en México. Dentro de su catálogo se encuentran varios autores francófonos canadienses como: Claude Beausoleil, Nicole Brossard, Émile Nelligan, entre otros.

 

Las instituciones

Otras instancias que han posibilitado la publicación de obras francófonas en español han sido conaculta y el fonca, pues en la parcial lista consultada de traducciones existentes, figuran como coeditores o como instancias que proporcionaron financiamiento para la realización de las traducciones. Tal es el caso del título El mago del escritor quebequense de origen brasileño Sergio Kokis, traducido por Luis Zapata o la versión bilingüe de Gran hotel de los extranjeros de Claude Beausoleil en traducción de Bernardo Ruiz. En cuanto a otro tipo modalidades para la publicación, no sorprendería el financiamiento del programa de ayuda a la traducción en nuestro país protrad. Una subvención directa a los traductores consistente en la beca asignada para el o la traductora por el fonca. El ejemplo son las dos veces que se le otorgó a la propia López Morales en 2003 para traducir la novela de Henry Bauchau, Antígona (Editorial: fonca/Verdahalago) y en 1994 para la traducción de Oedipe sur la route del mismo autor.

 

Canadá: la traducción de la francofonía norte

Este país ha desempeñado un papel central para que varias traducciones de esta región hayan llegado a buen puerto. Por una parte, varias publicaciones en México han gozado del apoyo de sodec (Société de Développement des entreprises culturelles) de Quebec, así como del gobierno canadiense con el Conseil des Arts du Canada. Por la otra, en la etapa de traducción, destacan las residencias para esta labor del Centro internacional de Traducción Literaria de Banff (biltc, por sus siglas en inglés), en este país de América del Norte. Este espacio ha posibilitado la traducción de las literaturas que ocupan esta entrada. La antología antes referida entre Laura López Morales y Claudia Lucotti, parte de la traducción de Boris Schoemann en el área del teatro, junto con la poesía del franco-ontariano, Patrice Desbiens, que tradujo Diego Guzmán. Esta residencia da la oportunidad de traducir junto con el autor. Así, entre más casos, Roberto Rueda Monreal, Rocío Ugalde, Diego Guzmán contaron con la posibilidad de consultar a los autores canadienses Hélène Rioux, Marco Micone y Patrice Desbiens. Del lado de los premios literarios, el de Poesía Jaime Sabines-Gatien Lapointe, entregado en colaboración entre el Seminario de Cultura Mexicana y el Festival Internacional de Poesía de Trois-Riviéres de Quebec, ha tendido un puente de traducción entre los dos países. De forma alternada, cada año se otorga el galardón a un poeta quebequense elegido por un jurado mexicano y se reconoce a un poeta mexicano con el fallo de un jurado quebequense. Una vez asignado, el poemario distinguido con este premio aparece en traducción al español, si no existiera.

 

Embajada Francesa y el Instituto Francés de América Latina (ifal)

Por su parte, el gobierno francés ofrece anualmente el Programa de Apoyo a la Publicación de la Embajada de Francia en México/ifal, que impulsa la inclusión de libros franceses en las editoriales mexicanas y destina parte de la subvención al pago del traductor.[23] En el terreno de la formación, el Taller de traducción literaria del francés al español, que seleccionaba a traductores de varios países de América Latina y España, con sede en las instalaciones del ifal de la Ciudad de México, ofrecía un seminario de formación a la traducción literaria para los jóvenes traductores hispanohablantes en las fechas cercanas a la fil. Estas actividades, organizadas en buena medida por el también traductor Arturo Vázquez, incluía un taller específico sobre traducción de literaturas francófonas, impartido por López Morales. Inició en 2007 y contó al menos con nueve ediciones hasta 2014.

mostrar Breve panorama de las traducciones por décadas

Aunque la traducción de literaturas francófonas en México empieza mucho antes de los años noventa, se puede advertir una evolución favorable entre 1990 y 2018. En el periodo de 1990 a 2000, se publicaron una decena de volúmenes, entre ellos cinco antologías —a cargo de López Morales—, novelas y poemarios. Con excepción de las antologías que incluyen autores provenientes de África, los demás textos presentan escritores de los continentes americano y europeo, entre los que destaca la obra de los quebequenses Nicole Brossard y Claude Beausoleil. En esta primera etapa, gran parte de las traducciones estuvieron a cargo de Laura López Morales y Mónica Mansour. Entre 2000 y 2010, se tradujeron más de una veintena de textos: antologías, poemarios, obras teatrales, novelas y ensayos. En esta década, los géneros que tuvieron el mayor número de traducciones fueron el teatro y la poesía.

Respecto a los autores, es importante destacar la predominancia de los quebequenses, frente a escritores de otras latitudes. En el primer grupo aparecen Michel Marc Bouchard, Wajdi Mouawad, Daniel Danis, Larry Tremblay, Yvan Bienvenue, Lise Vaillancourt, Normand Chaurette, Gaston Miron, entre otros. En el segundo grupo se incluyen únicamente a tres escritores: el autor judío nacido en Egipto, Edmond Jabès; el rumano Emil Cioran;[24] y el dramaturgo, poeta y novelista de Chad, Koulsy Lamko. En cuanto a los traductores, entre la lista figuran Boris Shoemann, Elena Guiochíns, Hugo Arrevillaga, Raquel Urióstegui, Humberto Pérez Mortera y Françoise Roy.

Desde 2010, la traducción de textos francófonos sigue aumentando. No obstante, hay que precisar que la francofonía quebequense sigue dominando el campo de la traducción literaria en México, integrando al catálogo los nombres de Renaud Longchamps, Louise Dupré, Claude Péloquin, Héléne Rioux y Marco Micone. Afortunadamente, la creación de nuevos proyectos editoriales como la colección Los Insospechables de Vanilla Planifolia o bien la colección Ultramar, han facilitado la publicación de obras de autores como Umar Timol y Shenaz Patel, originarios de la isla Mauricio; Tierno Monénembo de Guinea; el argelino, Mohammed Dib; el marroquí, Mohammed Leftah y el ucraniano, Piotr Rawicz.

La incorporación de nuevos nombres no sólo se ha dado en el terreno de los autores, sino también en el de los traductores. De hecho, muchas de las obras francófonas traducidas actualmente han visto la luz gracias a la iniciativa de una nueva generación de traductores, entre los que se encuentran: Gabriel Martín, Silvia Pratt, Gaëlle Le Calvez, Rocío Ugalde, Alfredo Lèal, Raúl Falcó, Roberto Monreal, Paula López Caballero, entre otros. Debe subrayarse nuevamente que ha sido la antología a lo largo de los años el género editorial que se ha privilegiado en la difusión de textos francófonos traducidos en México.

 

De traductores

La diversidad de obras, autores y colecciones que integran el panorama de la traducción de literaturas francófonas en México contrasta con la casi siempre ausente opinión del traductor de éstas. En ocasiones, el nombre del traductor apenas figura en la página legal de los volúmenes en cuestión. Dicho de otra manera, en algunas publicaciones, el texto traducido se presenta sin un prólogo en el que el traductor explique las dificultades que enfrentó y las soluciones que encontró al momento de pasar de la lengua de partida a la lengua de llegada, en este caso del francés al español.

Cuando este prefacio existe, se advierte que el traductor únicamente esboza breves comentarios, las más de las veces sobre la biografía del autor y su obra. Otra de las cuestiones a considerar son las políticas neutralizantes de algunas de las casas editoriales, las cuales tiende a estandarizar la lengua de partida —principalmente mediante la supresión de variantes dialectales del francés —al momento de la traducción al español con el fin de abarcar un mayor público hispanohablante. Esta política editorial, dificulta al lector percibir los matices que distinguen no sólo la obra en la lengua original, sino también el estilo de cada traductor, dándole la impresión de que en todas las regiones que integran la francofonía se componen textos en francés estándar.

No obstante, los traductores han ido más allá de los contornos de los textos traducidos y han inaugurado espacios para reflexionar en torno a su profesión, como los encuentros para traductores literarios que se organizan año con año —por ejemplo: el Encuentro Internacional de Traductores Literarios organizado por instituciones la unam, El Colegio de México y el ifal, entre otras; o el Encuentro Internacional de Traductores Teatrales celebrado en el teatro La Capilla —, las entrevistas y la redacción de algunos ensayos. Sin embargo, hay que reconocer que las opiniones de las nuevas generaciones de traductores de literaturas francófonas en México aún carecen de una definición significativa.

 

De las traducciones

Definir con precisión las características de las traducciones de literaturas francófonas en México, implicaría realizar también una revisión de los criterios de publicación de cada una de las casas editoriales y colecciones en las que han aparecido las obras, cuestión que está fuera de los alcances de esta panorámica. De manera general, sin embargo, se pueden observar, al menos, dos tendencias en la presentación de los textos traducidos.

Por un lado, se encuentran las publicaciones que incluyen paratextos muy detallados —advertencias, prólogos, presentaciones de los autores y de las obras, índices bibliográficos, notas a pies de página, etc.— que ayudan al lector no especializado a tener “una introducción sociohistórica de la región correspondiente, con el fin de presentar el contexto de los escritores y de los fragmentos traducidos”,[25] pero que, al mismo tiempo, permiten al lector especializado, y/o con conocimiento de la lengua original, ahondar en detalles muy específicos concernientes a la lengua, la cultura, la sociedad y la historia. Ejemplo de este tipo de traducciones son la serie de antologías a cargo de Laura López Morales o bien las obras francófonas incluidas en el catálogo de las ediciones Aldus.

Al otro lado del espectro, se sitúan aquellas ediciones estéticamente cuidadas, cuyas traducciones son de alta calidad, pero que carecen de paratextos. En esta categoría se encuentran la colección Ultramar de la unam, los poemarios publicados gracias al convenio entre Mantis Editores y Les Écrits des Forges, así como la colección Los Insospechables de Vanilla Planifolia.

mostrar El teatro francófono del escenario al papel y viceversa

De entre todos los géneros literarios que integran el panorama de las literaturas francófonas traducidas al español, el teatro ha gozado de una mayor difusión entre el público mexicano no académico. Así, desde inicios del siglo xxi, el teatro francófono comenzó a formar parte, cada vez con mayor frecuencia, del escenario cultural de la Ciudad de México. Reconocidos teatros como el foro Shakespeare, el teatro La Capilla, el teatro Esperanza Iris, el cenart, el Centro Cultural Helénico, entre otros, han sido el escenario de memorables puestas en escena de obras quebequenses durante los últimos años. Aunque no exclusivamente, el éxito de esto se debe al director, dramaturgo y traductor francés Boris Schoemann, quien vive en México desde 1989. Fundador de la compañía teatral Los Endebles (2000), la cual toma el nombre de la obra homónima del autor quebequense Michel Marc Bouchard, el dramaturgo cuenta con numerosas obras francófonas entre su repertorio. Gracias a su empeño por difundir el teatro contemporáneo de Quebec, en 2012 se le otorgó una alta distinción en el mundo de la francofonía: la Orden de Francófonos de América. Desde 2000, Schoemann es el encargado del teatro La Capilla, sede de numerosas puestas en escena, talleres de teatro y encuentros internacionales.

El creciente interés por el teatro francófono ha llevado a directores y productores a crear proyectos que tienen como eje principal la traducción y adaptación de obras contemporáneas para el público mexicano. Considerando la extensa difusión que ha tenido este género entre todo tipo de audiencias, en esta panorámica se ha dedicado un apartado especial para tratar con mayor detalle los proyectos y estrategias de traducción que se han desarrollado durante los últimos años. Las reflexiones que articulan este apartado han sido planteadas por destacados traductores contemporáneos de teatro de la compañía Los Endebles como Humberto Pérez Mortera, Gabriela Román, Hugo Arrevillaga, Elena Guiochíns, Raquel Urióstegui y, por supuesto, Boris Shoemann, quienes trabajan con textos francófonos y franceses principalmente.

En cuanto a la traducción teatral para un público mexicano o latinoamericano, los traductores coinciden en que, al tratarse de un género performativo, además de dominar las lenguas de partida y de llegada, es imprescindible tener un conocimiento general de las reglas de la dramaturgia.

Al respecto, Humberto Pérez Mortera explica que: “uno tiene que ser práctico cuando traduce teatro: no hay notas al pie de página, así que hay cosas que no puedes explicar, sino que debes resolver y darle las pistas a los directores y actores”.[26] Se puede argumentar que el éxito de una traducción teatral, que tiene como principal objetivo atraer al público, se mide a partir del tiempo que la obra dura en las carteleras. En este sentido, las obras francófonas que se han traducido han gozado de mucho éxito entre el público mexicano, sobre todo entre los jóvenes.

En opinión de los integrantes de la compañía Los Endebles, el éxito de estas obras se explica por tres razones principales. La primera: la poética de los autores y las temáticas que se tratan en las obras —la muerte (El encanto del dime-dime de Daniel Danis, Pacamambo de Wajdi Mouawad...), la desmitificación del entorno familiar, social, y personal (Bashir Lazhar de Evelyne de la Chenelière, El ventrílocuo de Larry Trembley, Incendios de Wajdi Mouawad…), la locura (Borderline de Marie-Sissi Labrèche), la violencia (Cielos de Wajdi Mouawad, Cantata de guerra de Larry Tremblay…), entre otros—, las cuales han logrado cautivar la atención del público. Schoemann explica que: “aunque mis obras tienen referentes históricos me importan más las temáticas y las poéticas mismas, y cómo escriben los autores para tocar las fibras de los espectadores”.[27] La segunda: la buena adaptación de las obras al español de México, así como la representación del texto dramático. La tercera: el trabajo de directores e instituciones culturales y académicas que apoyan, con cada vez mayor frecuencia, la traducción y presentación de textos contemporáneos extranjeros.[28]  

Respecto a las traducciones, se pueden identificar distintas tendencias: aquellas que adaptan el lenguaje a la realidad del contexto social mexicano; aquellas que buscan mantener un español internacional; aquellas que priorizan la visión del dramaturgo sobre la del director; entre otras. Así, dentro de la compañía de Schoemann, Humberto Pérez Mortera, insiste en que: “una obra se debe traducir cada 20 años porque el lenguaje cambia; lo que era ‘padre’ después fue ‘chido’ y ahora es ‘cool’”.[29] Gabriela Román, en cambio, explica que: “dentro del proceso creativo, estoy más apegada al dramaturgo que al director o a los actores y hay que insistir en que el nombre del traductor vaya al lado del dramaturgo: es una cuestión de educación y conciencia del proceso del que somos parte. Al fin y al cabo, lo que se escucha son las palabras del traductor”.[30] Este último testimonio es fundamental pues plantea una de las principales problemáticas que enfrenta el traductor, en general, y el traductor de teatro, en específico: el no reconocimiento de su trabajo mediante la omisión de su nombre al momento de promocionar la obra.

Considerando este panorama, el proyecto teatral-editorial de Boris Schoemann es único en México pues tiene como principal objetivo: “legar una tradición en la traducción de dramaturgia contemporánea, trayendo a nuestros escenarios a autores franceses [y] canadienses […]”.[31] Y se ha consolidado gracias a La Capilla a través de su vertiente editorial.

 

Los textos de La Capilla (Segunda Época) 

Fundada en 2007, esta casa editorial retoma el trabajo iniciado por Salvador Novo, el cual consistía en publicar la obra teatral de autores contemporáneos nacionales o extranjeros. En esta segunda época de los textos de La Capilla, además de la publicación de las obras redactadas en los talleres de dramaturgia, se otorga un espacio considerable a las traducciones de teatro contemporáneo. Para Schoemann la traducción es fundamental pues: “transforma nuestra relación en algo más cercano, particularmente con los autores canadienses. Me encanta la dramaturgia contemporánea, y gracias a que podemos publicarlos es que ahora los textos son montados en México y América Latina”.[32] La editorial cuenta con cuatro colecciones: Dramaturgia mexicana, Dramaturgia internacional, Dramaturgia en escena y Cuentos antinavideños. La colección internacional comprende veintiséis obras, entre las cuales se encuentran veinte textos francófonos de Quebec: El canto del dime-dime, Kiwi y El puente de piedras y la piel de imágenes de Daniel Danis; Pensio´n vudu´ y Un campo de Louise Bombardier; Cocalina, Melodrama y Feliz Navidad Julia de Yvan Bienvenue; Alphonse, Pacamambo, Litoral, Incendios, Bosques y Cielos de Wajdi Mouawad; Desorden público y Bashir Lazhar de Evelyne de la Chenelière; El ventrílocuo, Alto rating y Cantata de guerra de Larry Tremblay; El pequeño Köchel de Normand Chaurette; Tom en la granja de Michel Marc Bouchard; Abrasados, Los ojos de Ana y ¡A darse vuelo! de Luc Tartar; Borderline de Marie-Sissi Labrèche y La lista de Jennifer Tremblay.

mostrar Recepción

En los apartados anteriores, se ha explicado brevemente el complejo universo que caracteriza los textos literarios francófonos tanto a nivel conceptual como editorial y académico. Partiendo de esto y considerando también la escasa difusión que siguen teniendo las traducciones de estas literaturas en México, a pesar de los múltiples proyectos que se han mencionado, se torna evidente la dificultad que representa ofrecer un panorama sobre la recepción de las traducciones de estos textos. En efecto, las pocas reseñas disponibles sobre las obras francófonas que se han publicado se centran en el análisis del contenido y, casi nunca, en la traducción. Por otro lado, queda pendiente explorar la circulación de la francofonía en las publicaciones periódicas del país.

Entre los pocos estudios que se han realizado acerca de la recepción de literaturas francófonas en México, destaca el de la académica de la Universidad de Quebec en Outaouais, Madeleine Stratford. Aunque centrado en la poesía, en “Escritos de ferias y forjas: cuatro antologías de poesía de Quebec en México” se realiza una revisión de la difusión de poemarios quebequenses en las editoriales mexicanas y ferias del libro, lo que permite tener una visión de la recepción que tuvieron las traducciones de textos francófonos en México principalmente entre los años 1996 a 2008.

Al respecto, cabe precisar que, la investigación muestra el panorama de la recepción a partir del número de publicaciones que se realizaron durante los doce años que comprende el periodo analizado, mas no ahonda en detalles acerca del estilo de las traducciones en sí mismas. Así, para desarrollar el estudio se tomaron como eje cuatro antologías: Poetas de Quebec traducida por Lorenza Fernández del Valle y Juan Carvajal (1996); Latinos del norte traducida por Marco Antonio Campos y Mónica Mansour (2003); Aquí y ahora: 35 poetas de Quebec a partir de 1960 traducida por Mónica López y Eduardo Padilla (2003); y 15 poetas de Quebec traducida por Silvia Pratt (2008). A partir de la recepción que tuvo cada una de ellas, se analiza también los proyectos editoriales que se derivaron. Según la autora, la publicación de estas antologías coincide con tres etapas que marcan la difusión de poesía quebequense en el territorio mexicano: 1) el inicio de la difusión de la literatura de Quebec en México, que abarca de 1996 a 2002; 2) el año 2003, momento en el que aumenta el número de traducciones, gracias a la presencia de Quebec como invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; y 3) el periodo que siguió a la fil.[33]

Aunque las relaciones literarias entre ambas regiones empiezan dieciséis años antes, con la creación de la Delegación de Quebec en México, no es sino hasta 1996, año en el que Canadá fue el invitado de honor de la fil, que editoriales mexicanas, como la Coordinación de Difusión Cultural de la unam y Aldus, comenzaron a colaborar activamente con la editorial Les Écrits des Forges. Así, el éxito que Canadá tuvo en la fil, gracias a la colaboración quebequense, hizo que Gaston Bellemare, cofundador del sello, concibiera a México como un terreno fértil para el negocio editorial.

El estudio señala que entre 1997 y 2008, trece de los veintidós poemarios que se publicaron en México pertenecían a autores que aparecían en la antología Poetas de Quebec, presentada en el mes de noviembre de 1996 en la fil. Para 2003, teniendo la fil a Quebec como invitado de honor, se inició un proyecto por parte de la Sociedad para el Desarrollo de las Empresas Culturales de Quebec (sodec) para impulsar la traducción de textos literarios que serían presentados durante el evento. Gracias a éste, se publicaron veinticinco libros, once de los cuales salieron especialmente para la Feria y entre los que destacaron las antologías Aquí y ahora: 35 poetas de Québec a partir de 1960 y Latinos del norte. Aunque la primera, señala la autora, pasó desapercibida, Latinos del norte, publicada en coedición con el Fondo de Cultura Económica, se difundió ampliamente y tuvo un tiraje de dos mil ejemplares.

Durante los cuatro años posteriores a la fil, las participaciones y colaboraciones en el ámbito cultural entre México y Quebec continuaron creciendo, particularmente aquellas entre editoriales mexicanas y Les Écrits des Forges. Esto se reflejó en el volumen de publicaciones: durante este tiempo se imprimieron 27 nuevos poemarios. La última obra que se considera en el estudio es la antología 15 poetas de Quebec, la cual se da a conocer en la fil de 2008. Previo a su publicación, los gobiernos de ambas regiones firmaron acuerdos editoriales para promover, mediante ediciones bilingües, la difusión literaria de autores contemporáneos de aquí y de allá.[34]

A partir de esta panorámica, queda claro que, entre la diversidad de literaturas francófonas, algunas reciben mayor difusión que otras en el campo editorial y cultural de este país. Entre las que han pasado desapercibidas, no únicamente en México, sino también en el universo literario internacional, se encuentra aquella producida en la India. En efecto, poco se ha investigado acerca de la literatura que se escribió durante la colonización francesa en el sur de Asia y que se sigue produciendo después de la independencia de estos territorios en 1954.

En consecuencia, numerosos autores contemporáneos como K. Madavane, Roma Kirpalani, Mangala Sirdeshpande, Prithwindra Mukherjee, M. Mukundan, entre otros continúan siendo desconocidos para la crítica literaria. Esto puede atribuirse a que gran parte de ellos publican en editoriales poco difundidas en París como las ediciones Le germ, Yoda Press o Éditions k’a. Se puede argumentar, entonces, que para que la obra de los autores francófonos llegue a ser, primero difundida en los países de habla francesa, y luego traducida con el fin de darla a conocer al resto del mundo, ésta debe pasar por las grandes industrias editoriales parisinas o quebequenses. En este mismo sentido, sin olvidar la excepción representada por las obras francófonas ganadoras del Goncourt, traducidas con avidez sobre todo en España, puede postularse la traducción de las literaturas de la francofonía sur (África, Magreb, Océano Índico, India, Nueva Caledonia, Polinesia francesa o incluso la estela de los escritores autóctonos de Canadá), no ha recibido la suficiente atención.

mostrar Referencias

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Castillo Nájera, Francisco. Un siglo de poesía Belga. Historia, notas críticas, biográficas y bibliográfica. Traducción de Madrid M. Aguilar, Editor, 1931.

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