Enciclopedia de la Literatura en México

Fray Juan de la Anunciación

Ni Beristáin ni Medina[1] registran noticia alguna sobre fray Juan de la Anunciación. Méndez Plancarte, habiendo visto el Cuaderno de varios versos, compuestos por el padre fray Juan de la Anunciación, fecho en Valladolid a 13 de agosto de 1718 años (manuscrito del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México), escribe lo siguiente:

…reúne [el Cuaderno] poesías anteriores a 1717, cuando terminaba la teología en la capital de Michoacán [Valladolid], y otras fechadas en Toluca (1722), Irapuato, Celaya, Querétaro (1725), Salvatierra, Oaxaca, Atlixco (1730); y sólo por sus “Letras a nuestra santa madre Teresa de Jesús” (f. 107), con algún otro indicio, conjeturamos que sería carmelita ese risueño fraile galante, variación criolla –y moralmente agravada por la cogulla y los ministerios– del “abate joven de los madrigales”,[2] aunque aquí no versallesco sino provinciano.[3]

Fue Dionisio Victoria Moreno, en su obra El convento de la Purísima Concepción de los carmelitas descalzos en Toluca (Toluca, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1979), quien logró reunir los datos para trazar un bosquejo biográfico más preciso. Juan González del Río, nombre en el siglo de fray Juan de la Anunciación, nació en Madrid en 1691. No se sabe cuándo pasó a México; entró al convento de Nuestra Señora de los Remedios de los carmelitas descalzos de Puebla, donde profesó el 31 de julio de 1709. En 1711 pasó al colegio de San Joaquín de Tacuba para hacer el curso de Artes. Victoria Moreno conjetura que pudo ser 1717 y en el colegio de San Ángel donde recibió las órdenes menores. En 1718 se encontraba en Valladolid y para 1720 estaba ya en Toluca. Dejó Toluca en 1723 y, presumiblemente, residió en Querétaro, con estancias esporádicas en Salvatierra y Celaya; en 1730 fijó su residencia en Atlixco. No hay más noticias hasta su muerte: se sabe que murió de asma e hidropesía, en el convento del Carmen de México, el 29 de marzo de 1764, a los 73 años de edad: “Fue religioso muy dócil, humilde, obediente y de una capacidad excelente. Toleró con grandes sufrimientos la porfía de sus accidentes y de continuo estaba preparándose para morir. Se le enterró en el cementerio de dicho convento”.[4]

Victoria Moreno reproduce una selección de obras de fray Juan, presumiblemente compuestas durante su estancia en Toluca:

Fray Juan de la Anunciación pasó dos años más o menos en este convento y en él escribió gran parte de sus versos. Estos versos, además, llevan momentos de la vida de los frailes. Por ellos nos damos cuenta que no todo era rezar y predicar, sino que gozaban y se alegraban en las fiestas litúrgicas y de onomástico de los superiores. Algunos de estos versos sirvieron también como instrumento de educación religiosa popular. Las loas a la Virgen del  Carmen se decían con toda solemnidad durante la procesión que se celebraba el día 16 de julio. Otros versos cantaban algún misterio o las virtudes de algún santo popular.[5]

Alfonso Reyes
1958 / 31 ago 2017 15:52

Último fruto del Siglo de Oro novohispano, fray Juan de la Anunciación nos aparece como verdadera sorpresa. Se lo tomaría por predecesor del Modernismo y del primer Rubén Darío; es virtuoso, ágil, tierno, florido y musical. Los orígenes de este poeta, ha poco tiempo descubierto, están aún por averiguar: acaso procede de la música y los cantables.

Alfonso Reyes
1946 / 05 oct 2017 09:00

En cuanto a fray Juan de la Anunciación, abate florido de la provincia, que apenas empezamos a conocer gracias a don Alfonso Méndez Plancarte, es una verdadera sorpresa. Último fruto del Siglo de Oro novohispano, se lo tomaría por directo e inmediato precursor del Modernismo y del primer Rubén Darío. Su virtuosismo métrico pasea por el "minué" (endecasílabo de gaita gallega) para cortejar a una dama en un jardín o para pintar un amanecer; ensaya el eneasílabo (tan vetusto como olvidado y lleno de porvenir), en su Tono a Santa Rosa de Viterbo; fluye en la musicalidad del romancillo al "Amor tirano"; juega con las seguidillas a Cupido, sin miedo a la locución vulgar ("por mi vida que los casque"); charla en los romances, divertidas "mañanitas" en las Glosas de reventar de esquina; intenta décimas en un desusado metro de trece, sin contar otras peregrinas innovaciones; y sostiene siempre un tono lírico y una travesura inconfundibles. Los orígenes y la formación de este poeta están todavía por averiguar. A caso se los encuentre, más que en la mera tradición literaria, en los cantables y en la música. Rubén Darío confesaba antecedentes métricos en los autores del Género Chico.