Sobrino del filósofo Justo Sierra, se tituló de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) en 1907. Fue compañero de generación de Alfonso Reyes, Antonio Caso, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y otros, todos ellos integrantes del Ateneo de la Juventud, cuya labor cultural se propuso combatir la corriente positivista imperante y difundir la cultura y la filosofía clásicas, además de la publicación y traducción de obras de escritores extranjeros que dieron a conocer a través de la entonces recién fundada editorial Cvltvra. Fue catedrático de la Escuela Nacional Preparatoria (enp), de 1918 a 1925. Interesado por el Derecho Internacional, trabajó en el Servicio Exterior como director de asuntos internacionales y abogado consultor de la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre), de 1917 a 1924; jefe de la delegación mexicana en la Comisión Internacional de Reclamaciones con los Estados Unidos, de 1924 a 1936, durante el tiempo en el que fueron ministros de Relaciones Exteriores, Efrén Rebolledo y Genaro Estrada, así como integrante del Tribunal de Arbitraje Permanente de La Haya, en Holanda. Fue miembro de la Academia Mexicana de Derecho Internacional, de la que fue uno de sus fundadores (al igual que de su órgano informativo, Revista Mexicana de Derecho Internacional), entre otras academias y asociaciones. Colaboró cerca de cuarenta años en publicaciones periódicas como El Universal y las revistas México Moderno, Pegaso y Letras Modernas. Fue nombrado rector de la unam, en 1944, cargo al que renunció un año después.

Genaro Fernández MacGregor, jurista, historiador e internacionalista, incursionó también en la narrativa, la crítica y la semblanza literaria. En Carátulas, nombre homónimo de su columna periodística en la revista México Moderno, retrató a escritores de su generación o de su admiración: Gabriel D’Annunzio, Salvador Díaz Mirón, Artemio de Valle-Arizpe, Enrique González Martínez, Antonio Caso y José Vasconcelos. Fue uno de los primeros en revalorar la poesía de Ramón López Velarde. Publicó estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz, Genaro Estrada, Carlos González Peña, Luis G. Urbina y Federico Gamboa. Es autor de Novelas triviales (1918), una obra miscelánea y reveladora de los intereses intelectuales que mostraban los escritores de su generación; a lo largo de sus historias se enfatiza el ideal del hombre: su libertad, alejada del “destino” o de la religión, donde éste es dueño de su voluntad y de sus acciones. En una de sus narraciones, “Un mulus ex-machina”, el autor recrea una leyenda de santos, en la que critica con ironía, la actitud de las órdenes religiosas del siglo xvii, que se empeñaban en condenar todo comportamiento humano; esta historia representa una excepción en la temática del autor, ya que hace aparecer al Dios cristiano como un personaje humanizado y “bonachón”. El río de mi sangre (memorias), uno de su libros más reconocidos y publicado póstumamente, es, sin duda, un valioso documento historiográfico que comprende setenta años de la cultura mexicana, además de ser una autobiografía reveladora: indaga su genealogía, escribe diversas semblanzas familiares, cartas destinadas a la que sería su esposa e incluye, como capítulo final, un autorretrato, uno de cuyos fines, apunta Francisco Monterde, es reflexionar ante la muerte cercana. En la era de la mala vecindad analiza las relaciones exteriores de México con los Estados Unidos e incluye conferencias y discursos, cuando era diplomático del servicio exterior.