De los diversos y desiguales relatos que figuran en Los fusilados (1934, con portada de Julio Prieto), de Cipriano Campos Alatorre (1906-1939), el más notable es el que da nombre al volumen. Con algo de la sobriedad y la fuerza expresiva de Azuela en Los de abajo y con su mismo entendimiento profundo de los hombres que hicieron la Revolución, Campos Alatorre describe en Los fusilados el sencillo y patético episodio en que unos zapatistas que peleaban por su tierra la encuentran sólo en la fosa que guardará sus despojos.

La devoción de sus amigos intentó rescatar la obra dispersa de este infortunado maestro rural de tan corta vida. En 1952 publicaron de Campos Alatorre, Seis cuentos y un fragmento de novela –que se iba a llamar Raquel Estrada–, y que añade a los cinco cuentos de Los fusilados, "Un domingo de Pascua". Este volumen lleva una "Nota preliminar" de Efrén Hernández en la que relata sus encuentros con este maestro vencido por la pobreza y al que Salvador Novo llamó "un genio". Nadie logró ampararlo.

Obtuvo el título de maestro en la Escuela Normal. Poco tiempo radicó en la Ciudad de México. Trabajó como maestro rural en diversas provincias, Xochimilco y el Estado de México, entre otras. Sus cuentos aparecieron en revistas como América, Clarín y la Revista de la Universidad de México.

Cipriano Campos Alatorre, narrador, desarrolló su obra teniendo como escenario las vicisitudes de la Revolución Mexicana. En Los fusilados sobresale la crudeza de las anécdotas que nos presenta de ese México bárbaro y miserable. De Azuela proviene su visión anárquica y, especialmente de Los de abajo, su sobriedad y fuerza expresiva.