A la Academia de Letrán asistían no sólo los literatos de la época o las figuras públicas con afición de escritores, sino también profesionistas dedicados enteramente a su carrera y que de algún modo trataban algunos temas en publicaciones relacionadas generalmente con la Academia.
Éste es el caso de Manuel Andrade, nacido el 28 de noviembre de 1809 en Ciudad de México y del que existen biografías no sólo en enciclopedias y diccionarios, sino en libros especializados, como Biografías de mexicanos distinguidos, de Francisco Sosa (1884), que por cierto es una copia literal de la aparecida en 1857 en el Manual de biografía mexicana o Galería de hombres célebres de Méjico, de Marcos Arroniz. En estas publicaciones se hace una semblanza del filántropo, del catedrático, del médico dedicado a su profesión con tal pasión y entrega que murió el 8 de junio de 1848 de fiebre maligna, contagiado al atender a sus pacientes.
Sin embargo, ninguna nota en relación con Andrade literato. Ni Guillermo Prieto, fuente inevitable de todo lo relacionado con la Academia de Letrán, cita Andrade ni someramente en sus Memorias de mis tiempos. Pero es un hecho que perteneció a ella, puesto que publicó en El Año Nuevo de 1840 una traducción y, en El Recreo de las Familias, dos textos de temática relacionada, con la medicina y con una experiencia de ensoñación.
Andrade estudió en el Seminario Conciliar y en el Colegio de San Juan de Letrán y, al ser contemporáneo de José María Lacunza (nacieron el mismo año), no sería extraño que se conocieran en esos años de estudiantes, mientras cursaban filosofía. Después estudió medicina en la Escuela Nacional de Cirugía, donde se graduó en 1831. Partió a Francia a perfeccionar sus conocimientos en 1833 y regresó en 1836, año de la fundación de la Academia de Letrán, con lo que cronológicamente pudo ingresar en los primeros años de esta institución.
Fue director de la Escuela Nacional de Cirugía y del Hospital de Jesús, donde también impartió cátedra. Introdujo en México a las Hermanas de la Caridad, cuya labor humanitaria había admirado en su estadía en Francia. Tuvo una breve incursión en la política al ser diputado propietario en 1846.
Su obra literaria se encuentra dispersa en revistas y periódicos de la época: El Año Nuevo (1840) y El Recreo de las Familias (1838).