Thomas Bernhard escribió novelas marcadas por la enfermedad y el suicidio, la divagación artística y la reflexión filosófica, la demencia y el delirio. En las páginas de Thomas Bernhard despierta en su tumba sin nombre, desde su mirada poética, César Arístides traza un retrato frío y personalísimo del novelista perturbador y perverso, lúcido irónico y loco iluminado, del errabundo seducido por el sinsentido de la vida y las palabras que recorre las calles de Viena y su asfixia helada, amarrado al veneno de la contemplación. El autor de este largo poema fragmentado describe un paseo delirante por aldeas, calles y arboledas, a través de un anecdotario en el que sepulcro y parajes, edificios y remansos revelan la iluminada ensoñación del suicida por la vía de un lenguaje tenso, electrificado, y de una música espesa, triste y profundamente hastiada. Los sonetos que abren cada apartado dan paso a la revelación de la fatiga y el escepticismo de un espectro confundido bajo la lluvia. El extenso poema es, en suma, el dibujo de una atmósfera cargada y trágica por la que transita una injuria viva, la resentida melancolía de Thomas Bernhard.