En algún sitio escribí que no se puede comprender la poesía mexicana e hispanoamericana contemporánea sin revisar el trabajo de Marco Antonio Campos. Tengo la impresión de que hoy ese juicio es más cierto que nunca. Campos no sólo es el poeta mexicano más leído en España y Latinoamérica, por ejemplo, sino uno de los mayores difusores de nuestra poesía. Pero ¿qué le aporta a la tradición? Le aporta, fundamentalmente, un contristado tono meditativo que no se halla en su generación. A veces opta, siguiendo este camino, por una poesía semejante a la que en España se llamó “de la experiencia” y en otros momentos echa mano, con mucha fortuna, de algo que podría llamarse la postal poética, a la manera de Georg Trakl. A medio camino entre la crónica de viajes y el poema de contemplación, estos textos coquetean también con la reflexión histórica, el lirismo e incluso la crítica literaria. Si “mostrar” es una de las finalidades de la poesía, esta forma poética muestra no sólo el paisaje sino la intimidad del paisaje, ese algo que subyace en la imagen, establece una especie de correspondencia anímica entre el yo y su entorno.
Marco Antonio Campos es una de las figuras centrales de la poesía de nuestro tiempo. Su labor en la literatura como poeta, crítico y difusor apenas está comenzando a distinguirse en su real dimensión. Eso lo veremos, sin duda, en los próximos años.