El célebre refrán cartesiano ha sido objeto de mil variaciones. La que ha utilizado Guadalupe Loaeza para titular este libro sintetiza su contenido, como corresponde a todo buen título, pero también recoge el espíritu de nuestro tiempo. El consumo ha pasado a ser, por la fuerza del mercado y sus deformaciones, mucho más que la función destinada a satisfacer las necesidades de las personas. Consumir, comprar, pretenden convertirse en una forma de ser. Somos lo que comemos, sí. Pero también lo que compramos y el modo y dimensión en que lo hacemos.
Guadalupe Loaeza, sobresaliente talento para mirar con profundidad comportamientos en apariencia triviales, ha puesto en este libro su ojo avizor sobre los hábitos de compra de un sector característico de la sociedad mexicana. Ha ido más allá de la crónica de costumbres de que suelen disfrutar sus lectores. Esta vez, como ya lo había hecho en Primero las damas, hay en sus páginas un frondoso y disfrutable follaje imaginativo, la figuración de personas y situaciones que no existen pero son verosímiles. Por añadidura, sin incurrir en risibles pedanterías, la autora agrega esta vez su finura de observación y su aptitud para crear espacios de ficción, el resultado de sus lecturas sobre el resultado del consumismo en la sociedad postindustrial.
Es tan certero el retrato de compradoras compulsivas que aquí se traza, que una lectura apresurada podría conducir a creer que se hace una apología del dispendio, un canto al derroche. Sin embargo, basta penetrar en las sutiles ironías que delinean a los protagonistas y la secuencia de situaciones, para comprender que mediante la exageración, procedimiento regido de la caricatura, Guadalupe Loaeza pone en su lugar a quienes suponen que el comprar y el tener son metas humanas superiores a la de ser.
El México de las últimas tres décadas a través de la tragicómica mirada de Guadalupe Loaeza. Con su agudeza y mordacidad habituales, Guadalupe Loaeza nos entrega en este libro una serie de historias tan divertidas como reveladoras. En principio, los protagonistas y las situaciones planteadas parecen meras invenciones, fantasías surgidas de la imaginación de la autora. No obstante, basta echar una mirada al México de las últimas tres décadas para percatarse de que todo lo descrito aquí forma parte de la tragicómica realidad nacional. En efecto, los hombres y las mujeres que pueblan estas páginas son los representantes de un sector social muy particular y perfectamente reconocible cuyos hábitos, actitudes y conductas se encuentran descritos con minucioso realismo, También hallamos aquí una relación pormenorizada de sus contradicciones y conflictos interiores, los cuales dan lugar a una farsa costumbrista que hará las delicias del lector y que, seguramente, molestará a quienes se identifiquen como parte de este universo.
