A partir del siglo XIX, con el romanticismo, el tema del andrógino se instala con fuerza en la literatura con una doble faz: una más tradicional, de tipo místico, como una superación del conflicto entre los sexos por vía de la sublimación angelical; otra de signo moderno y secular, como una exploración de otras formas eróticas más allá del matrimonio heterosexual. Tal desarrollo literario va de la mano con reflexiones paralelas en otros campos, como las artes plásticas, la sexología, la mitología y el ocultismo.
En Andróginos. Eros y ocultismo en la literatura romántica, se abordan de manera comparativa tal momento cultural y su expresión en tres literaturas: la francesa, foco clave de emisión andrógina en el XIX; la hispanoamericana, muy a la zaga de las elaboraciones galas dada la francofilia modernista; y la inglesa que, aunque parte de posturas propias, ya en la segunda mitad del siglo cede ante el modelo decadentista francés. Para esta revisión decimonónica se tomaron en cuenta las fuentes comunes: Platón, Ovidio y la literatura hermética en la Antigüedad, así como el neoplatonismo renacentista.
Un discurso privilegiado para esta expansión literaria del andrógino fue la red de ocultismos de la época, que alimentó el imaginario artístico y religioso en un siglo de secularización creciente y de retroceso cristiano. En este sentido, se exploran en este libro algunos de los puntos en común entre ocultismo y romanticismo.
Se trata, pues, de presentar al andrógino decimonónico como una rica zona discursiva en que confluyen preocupaciones de diversa índole (artísticas, literarias, sexuales, ocultistas) y que, en buena medida, anuncian ya algunos rasgos de su posterior expansión en el siglo XX en nuevas metamorfosis.
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