A pesar de que alguna vez fue un yacimiento marino, Icamole es ahora un pequeño pueblo perdido en la geografía mexicana donde hace mucho que no llueve. El paisaje es seco y polvoso, la tierra está resquebrajada y todos los pozos están agotados; salvo el de Remigio, quien al ir en busca del líquido vital para él y su árbol de aguacates, se encuentra con una niña muerta en el fondo del yacimiento. Ante la sorpresa, Remigio avisa a su padre Lucio, el agrio bibliotecario de un pueblo donde nadie lee. Contaminado por sus lecturas, gracias a las cuales mezcla realidad y ficción de modo que la segunda le ayuda a vivir en la primera, Lucio le recomienda a Remigio que entierre a la niña, que es bautizada bajo su árbol como Babette, heroína de uno de los libros preferidos del bibliotecario.
«Todos buscan el final feliz, la cara sonriente, romper con el destino natural, evitar la tragedia; persiguen lo banal y desabrido, lo ligero y mujeril: se rehúsan a hacer literatura».
Hace un año que no llueve en Icamole y en el pozo de Rimigio en vez de agua, hoy aparece una hermosa niña muerta. Una criatura adorable que así, inerte, es capaz de despertar las más desquiciadas pasiones: aunque también puede significar la perdición, pues pronto vendrá la policía en busca de un culpable. Remigio acudea su padre, el bibliotecario del pueblo, para que le ayude a ocultarel crimen que no cometió. Juntos encontrarán en las grandes novelas -en esas sublimes borracheras- el modo de cambiar la historia y la vida misma al borrar la tenue frotera que separa la realidad de la ficción.
David Toscana rebasa los limites existentes entre vida y literatura con su habilidad de enlazar narraciones que parecen eternas e infinitas
Hace un año que no llueve en Icamole y en el pozo de Remigio, en vez de agua, hoy aparece una hermosa niña muerta. Una criatura adorable que así, inerte, es capaz de despertar las más desquiciadas pasiones; aunque también puede significar la perdición, pues pronto vendrá la policía en busca de un culpable. Remigio acude a su padre, el bibliotecario del pueblo, para que le ayude a ocultar el crimen que no cometió. Juntos encontrarán en las grandes novelas -en esas sublimes borracheras de palabras- el modo de cambiar la historia y la vida misma al borrar la tenue frontera que separa la realidad y la ficción.
David Toscana rebasa los límites entre vida y literatura con su habilidad de enlazar narraciones eternas e infinitas.