Enciclopedia de la Literatura en México

Cantos de las musas mexicanas con motivo de la colocación de la equestre de bronce de nuestro augusto soberano Carlos IV

Se trata de un certamen ideado por José Mariano Beristáin, “caballero de la real distinguida orden española de Carlos iii y canónigo de la Metropolitana de México”, apoyado por el virrey don José de Iturrigaray, para celebrar la colocación de la estatua ecuestre de Carlos iv.La célebre estatua de “El caballito” que por muchos años estuvo en la intersección del Paseo de la Reforma, Avenida Juárez y Bucareli, y que hoy se encuentra en la plaza Manuel Tolsá, en el centro Histórico. El título completo del impreso es Cantos de las Musas mexicanas con motivo de la colocación de la estatua ecuestre de bronce de nuestro augusto soberano Carlos iv (México, Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1804).

La idea de la estatua ecuestre estuvo presente desde 1788, cuando Carlos iv subió al trono; se pensó en dos estatuas, una de Carlos iii y otra del nuevo rey. Por falta de recursos, sólo se realizó la de Carlos iv, hecha en madera por el artesano indígena Santiago Sandoval. La escultura sólo duró dos años.

En 1794 llegó como nuevo virrey el marqués de Branciforte, precedido de una pésima reputación por una serie de actos de corrupción en España. Para congraciarse con el rey, el virrey pidió permiso para que en la Plaza Mayor se erigiera una nueva estatua ecuestre en bronce. El encargado del proyecto fue el arquitecto y escultor Manuel Tolsá. En 1796 se recibió la aprobación de España. Según relata Beristáin en el prólogo a Cantos de las musas mexicanas…, el 9 de diciembre (fecha en que celebraba el cumpleaños de la reina) de 1796 se celebró solemnemente la erección de una estatua ecuestre de Carlos iv. Pero sólo pudo colocarse una estatua provisional, hecha “primorosamente” de madera y estuco, por el mismo Tolsá, mientras se acababa la de bronce: “La desgracia de haber interceptado los corsarios ingleses en el año de 99 la fragata asturiana que conducía de Cádiz noventa quintales de calamina, retardó la obra hasta el 4 de agosto del año pasado de 802”.Beristáin, “Prólogo”, Canto de las Musas mexicanas, ed. cit., s.p. La nueva estatua se volvió a colocar un 9 de diciembre, pero de 1803, siendo virrey don José de Iturrigaray. Ésta es la crónica de Luis G. Urbina del día de la colocación:

Por fin, aquel día azul y claro, bajo los ardores de nuestro sol americano que, aun en los meses de invierno, tiene alegrías primaverales, después de la solemne misa de gracias que se celebró en la catedral por ser día del cumpleaños de la reina María Luisa, de vuelta al real Palacio el excelentísimo señor virrey don José de Iturrigaray, acompañado de la Real Audiencia y demás tribunales, de otros cuerpos ilustres y de la nobleza, que con tan glorioso motivo concurrió al besamanos; asomados a los balcones todos los personajes de la comitiva, y, además, la excelentísima virreina doña María Inés de Jáuregui y el ilustrísimo señor arzobispo don Francisco Xavier de Lizana, en medio de un repique general de campanas, sobre el mar de cabezas que alborotadamente colmaba la gran plaza, se rasgó en dos mitades el velo encarnado que cubría la regia efigie, y apareció el bronce reverberante, perfilando en el aire límpido el contorno del caballo magnífico, el grueso torso del jinete, el extendido brazo cuya mano empuña con dignidad el cetro, y, por coronamiento, la testa, a la que pulidos retocamientos no pudieron quitar su aspecto de dueña nariguda y obesa, tocada con la simbólica rama de laurel. “Estudio preliminar”, Antología del Centenario, ed. cit., pp. ii-iii.

Así relata Beristáin su idea de realizar un certamen para la ocasión:

Se acercaba ya este deseado momento [el día de la colocación de la estatua], y érase el 24 de noviembre, quando lleno yo, penetrado, entusiasmado con mil ideas vivas, grandiosas y halagüeñas, ya de la bondad del rey en haber concedido a México el honor de su estatua, ya de mi fidelidad, amor y gratitud a los beneficios que he recibido de su real mano; por una parte, el mérito del señor Branciforte, principal móvil de la gloria que goza México en este monumento augusto, su generosidad en haber erogado los inmensos gastos de él,Cuando se planeó la idea de la estatua de bronce, en 1794, se calculó que el costo de la obra sería de 18 700 pesos, que el virrey Branciforte cubriría en su totalidad, y así se le hizo saber en una carta a Carlos IV. Sin embargo, cuando el rey dio su aceptación, en 1796, el virrey se dedicó a recolectar dinero (fiestas, toros, comedias, apoyo de diversas instituciones, aportaciones de gente acomodada), y llegó a juntar 50 000 pesos, mucho más del costo supuesto, por lo que el virrey, contrario a lo que había prometido en su misiva, no tuvo que aportar un solo centavo de su bolsillo. y mi reconocimiento a su persona; por otra, la belleza, primor y perfección de la estatua, la pericia y acierto del artífice; por otra, en fin, el alborozo público, la espectación general, la inquietud alegre con que la capital y el reino esperaban ver la imagen de su soberano permanente y eterna. Todo esto produxo en mí el pensamiento de convidar a las Musas mexicanas para que celebrasen e inmortalizasen con sus cantos los objetos que respectivamente ocupaban ya la admiración y aplausos de todo el pueblo.Loc. cit.

Inmediatamente contó con la aprobación y apoyo del virrey Iturrigaray, “que se hallaba poseído de las mismas ideas” (loc. cit.), para la publicación de la convocatoria al certamen, que salió en los siguientes términos: “Una persona amante de las bellas letras y de las nobles artes ofrece a las Musas mexicanas los premios siguientes”. Seis premios (50 pesos o una “alhaja equivalente”) para seis categorías: inscripción latina, soneto, octava, epigrama latino, oda castellana y romance. Hay que hacer notar el poco tiempo que tuvieron los poetas participantes: del 24 de noviembre que se publicó la convocatoria al 6 de diciembre.

Una breve semblanza biográfica de Beristáin:A partir de José Toribio Medina, José Mariano Beristáin de Souza. Estudio bibliográfico. Santiago de Chile, Imprenta Elsevierena, 1897. nació en Puebla en 1756; murió en la ciudad de México en 1817. A los 10 años empezó a estudiar latín; se graduó de bachiller en 1772 en la Real y Pontificia Universidad; continuó sus estudios en Valencia, España. Fue catedrático de teología en Valladolid (España). En 1788 obtuvo el puesto de lector en la Colegiata de Victoria. Frecuentaba Madrid, donde publicaba artículos y loas a los gobernantes; por una laudatoria al ministro Manuel Godoy (todopoderoso durante el gobierno de Carlos iv), la Inquisición le inició proceso por considerarla sacrílega. Volvió a Puebla, pero al no obtener la canonjía lectoral, regresó a España en 1791. En 1794 volvió de manera definitiva a México, pues fue nombrado canónigo de la catedral. En México, ocupó varios cargos (secretario y presidente del gobierno arzobispal, rector del colegio de San Pedro, etc.).

Conservador a ultranza, fue vergonzosa su actitud ante la Constitución española de 1812, aprobada por las Cortes de Cádiz; predicó que se trataba de un “libro sagrado” y, cuando la derogó Fernando vii, aplaudió el fracaso de los liberales. Atacó ferozmente a Hidalgo en sus Diálogos patrióticos (1810-1811) y a los insurgentes en los semanarios El Amigo de la Patria y el Verdadero Ilustrador Americano (1812-1813). Con todo, la actividad verdaderamente importante de Beristáin fue su labor como bibliógrafo: rescató para la cultura mexicana los nombres de cerca de 4 000 escritores nacidos o avecindados en Nueva España, en su fundamental Biblioteca hispanoamericana septentrional o Catálogo y noticias de los literatos que, o nacidos, o educados o florecientes en la América septentrional española, han dado a luz algún escrito o lo han dejado preparado para la prensa (3 ts., México, 1816-1821). Su Biblioteca es el primer diccionario biobibliográfico mexicano, aun cuando en varias ocasiones, como ya se ha visto, no registre correctamente el título de las publicaciones que cita.


1 La célebre estatua de “El caballito” que por muchos años estuvo en la intersección del Paseo de la Reforma, Avenida Juárez y Bucareli, y que hoy se encuentra en la plaza Manuel Tolsá, en el centro Histórico.

2 Beristáin, “Prólogo”, Canto de las Musas mexicanas, ed. cit., s.p.

3 "Estudio preliminar”, Antología del Centenario, ed. facs. México, Secretaría de Educación Pública, 1985, pp. ii-iii.

4 Cuando se planeó la idea de la estatua de bronce, en 1794, se calculó que el costo de la obra sería de 18 700 pesos, que el virrey Branciforte cubriría en su totalidad, y así se le hizo saber en una carta a Carlos iv. Sin embargo, cuando el rey dio su aceptación, en 1796, el virrey se dedicó a recolectar dinero (fiestas, toros, comedias, apoyo de diversas instituciones, aportaciones de gente acomodada), y llegó a juntar 50 000 pesos, mucho más del costo supuesto, por lo que el virrey, contrario a lo que había prometido en su misiva, no tuvo que aportar un solo centavo de su bolsillo.

5 Loc. cit.

6 A partir de José Toribio Medina, José Mariano Beristáin de Souza. Estudio bibliográfico. Santiago de Chile, Imprenta Elsevierena, 1897.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1804. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.