En Donde deben estar las catedrales se vislumbra ya el horizonte de lo que constituirá la totalidad de la obra y obsesiones de Severino Salazar. La imagen de la catedral se repite insistentemente a través de su narrativa. El gusto de Salazar por los ambientes góticos y "extraños" se hace patente a lo largo de esta novela mediante personajes excéntricos que pueblan la fauna de Tepetongo, el pueblo del que son originarios. Aunados a estos seres resaltan los símbolos alrededor de los cuales gira la trama de la novela: la cebolla, el espejo, el caracol de mar, los pájaros ciegos, el loro, la tierra y la luna... De esta manera y a partir de esta novela matriz con la que el autor obtuvo en 1984 el Premio "Juan Rulfo" para primera novela, la catedral se convierte en el gran símbolo de una obra de ficción que, a decir del narrador, refleja en qué medida "el mundo es un lugar extraño", como lo seguirá explorando Severino Salazar en su obra posterior.