Silvia Molina nació en el Distrito Federal en 1946. Estudió Antropología en la ENAH (1967-1969) y es licenciada en Lengua y Literatura Hispánica por la UNAM (1977-1980). Vivió en Francia (1961-1962) y en Inglaterra (1969-1970), recibió el Premio Xavier Villaurutia en 1977 por La mañana debe seguir gris, fue becaria del Centro Mexicano de Escritores en la promoción 1979-1980, y ha colaborado en diversas revistas y suplementos culturales con crítica literaria. Ha publicado entre otras obras La mañana debe seguir gris, Leyendo en la tortuga, Ascensión Tun y Lides de estaño.
Alegre, divertida, con un lenguaje claro y directo La familia vino del norte es una novela que juega con varias historias simultáneamente; por un lado, narra la de una pasión; aquella de Dorotea Leyva y del periodista, que si termina en deslealtad, también da lugar a un encuentro. Por otro lado, al contar la historia de la familia Leyva, va entremezclando la de "aquella otra familia" que salió de Sonora en 1910 y se instaló en la ciudad de México a vivir los episodios más complicados de la Revolución Mexicana.
Mientras la narradora y el periodista reconstruyen las relaciones familiares de Teodoro Leyva con Obregón, Calles, Hill y Serrano...y descubren el secreto que el primero pretendió llevarse a la tumba, dejan ver al lector no sólo su propia historia sino también como se dan ciertos juegos de poder dentro de instituciones familiares, sociales y políticas...juegos de los que no escapa, naturalmente, la pareja.
La familia vino del norte, texto escrito con claridad y precisión, sencillez y firmeza, serenidad e ironía, continúa las figuras de la línea de ficción testimonial que Silvia Molina llevara a cabo en sus dos anteriores novelas. Digo que se trata de ficción testimonial porque la autora se apoya en algunos elementos verídicos históricamente para crear una realidad literaria verosímil siempre atractiva. Desde la alegoría que hace referencia a la familia política, hasta la relación amorosa de la joven historiadora que escribe los aconteceres de sus familiares—centrándolos en la biografía de su abuelo, el general Teodoro Leyva, hombre de Hill y serranista—Silvia Molina logra combinar distintos niveles narrativos. espacios dramáticos y tiempos históricos, sin que utilice artificio ni complejidades inútiles; al contrario, la red de elementos literarios se va armando de manera cautelosa, aguda, fina, profunda, maliciosa, de tal forma que la novela se puede leer con fluidez en dos o tres secciones, sin que nos demos cuenta de la estructura rica en que nos vamos metiendo y que finalmente satisface nuestro espíritu.
Las dimensiones mesuradas del escrito, la investigación histórica que lo respalda, el trabajo artístico cuidadoso y la pasión con que fue redactado son bondades que se le agradecen a Silvia Molina, las cuales, además, la ponen evidentemente en un sitio preponderante de las letras mexicanas.
Guillermo Samperio